Triunfo de la tauromaquia
Si la tauromaquia se prohíbe la ganadería brava dejaría de existir al instante. Sería su aniquilamiento. Una de las mayores riquezas que poseen nuestros campos y dehesas pasaría a ser un simple recuerdo del ayer
Toros de saca de la temporada
Una opinión no puede tener el mismo peso que las palabras de quien habla con propiedad y conocimiento del tema en cuestión. Hay muchos osados que opinan de todo y para más inri quieren que lo que ellos dicen se convierta en dogma de fe. Sentencian con sus argumentos, sin argumentar, y condenan de bárbaros a quienes no sostienen sus teorías. Se nombran a sí mismos doctores honoris causa, infalibles y dueños de la verdad, porque ellos no pueden errar ni equivocarse ¡son una raza superior del homo sapiens! Pandilla de ignorantes atrevidos.
Estoy molesta, no voy a negarlo. Aburrida de esa tolerancia que se proclama a los cuatro vientos, pero cuya verdadera realidad es que solo sopla en dirección de independentistas, animalistas y «ecotontos». Un totalitarismo encubierto es lo que tenemos. ¿Cómo se le puede hacer caso a semejante banda de indocumentados que pretenden dar lecciones de moral cuando muchos carecen de ella?
Desde que hace unos días recibí un correo de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, informándonos de los propósitos envenenados de la Iniciativa Legislativa Popular de Censura de la Tauromaquia, he estado pendiente de la resolución del Congreso. Esta vez la batalla la ha ganado la tauromaquia antes de saltar al ruedo, aunque hay que ser conscientes de que el enemigo no descansa.
El objetivo de estas gentes era que la tauromaquia dejase de ser patrimonio cultural, quitarle su protección en el territorio nacional y dejarla así en manos de los gobernantes de cada autonomía. ¿Por qué no dejan al mundo del toro al margen de ideologías políticas? Esto no es un tema de derechas ni de izquierdas, es algo de mayor calado. Es identidad del pueblo español. Nuestra tradición, nuestra esencia. Si no te gusta no vayas, pero no quieras prohibirlo.
Vaca con el semental
Y aquellos que quieren erradicarla porque la consideran salvajismo, asesinato y se proclaman así mismos los liberadores del toro bravo, los que de verdad cuidan y velan por sus «derechos» y «dignidad», les informo de lo siguiente: supresión de las corridas de toros es igual a extinción de la ganadería brava.
Y como yo no opino, sino que hablo con la propiedad necesaria de la que conoce este mundo desde la cuna, se lo voy a razonar despacito y con vocablos sencillos para que lo entiendan.
Primer punto: Instalaciones
Tener una ganadería de lidia en una finca supone un coste enorme para su propietario. La dehesa en cuestión tiene que contar con unas instalaciones muy concretas. Abundantes cercados para que en ellos pasten por separado distintas puntas de vacas con sus sementales; cercados para las becerras de tienta; cercados para los añojos y erales; cercados para los utreros; cercados para los toros de saca; cercado para los sementales y cercados para los cabestros -supeditados estos al servicio del ganado de casta-. Embarcaderos sofisticados, con numerosos chiqueros y con un ciego. Mangas y mueco. Plaza de tientas. Burladeros a tutiplén. Varias cortinas para apartes. Alares. Etc.
Desde que nacen las crías hasta que emprenden su viaje a una plaza de toros o se quedan madreando en la finca -cuatro años o tres dependiendo del sexo- no puede haber un tótum revolútum donde estén todos mezclados. Hay que separarlos por edad y obviamente, los machos de las hembras.
Segundo punto: Gente cualificada y atenciones
Los empleados del campo tienen que ser buenos caballistas. Los equinos son fundamentales en este tipo de explotación, deben ser jinetes aventajados para bregar con el ganado al que no sometes desde un todoterreno o una C15. Hay que realizar los apartes subidos en los jamelgos y cuando cabalgas entre el ganado bravo te juegas el tipo sino eres docto en el tema.
No vale cualquiera, los fallos se pagan caros. Por ejemplo, abrir la puerta del embarcadero a un toro de cara puede ser un error grave. El morlaco rematará contra ella pudiéndose partir un pitón siendo ya no apto para su lidia. Cuatro años de desvelos tirados por la borda por una negligencia.
El pienso que reciben los toros está más que cuidado. Elaborado con un mimo que ya quisiéramos que se pusiera en los alimentos que nosotros consumimos. Los mejores pastos se dejan para las vacas de cría. El mejor cerrado de invierno para los cuatreños. Los veterinarios están presentes casi a diario. Los desvelos a los reyes de la corona son incontables. No hay remilgos a la hora de gastar el dinero.
Madres con sus crías
Tercer punto: No es ganado de carne
Las hechuras, la caja vulgarmente llamada, de este tipo de ganadería no es rentable si su fin es el matadero. Son ejemplares que hacen menos kilos en comparación con razas como la limusina o la charolesa. Este punto es el primordial. A diferencia de cualquier otro tipo de raza, el fin de la ganadería de casta es la plaza, no el plato. Y esta afirmación es la que me va a permitir elaborar la conclusión.
Conclusión
Si la tauromaquia se prohíbe la ganadería brava dejaría de existir al instante. Sería su aniquilamiento. Una de las mayores riquezas que poseen nuestros campos y dehesas pasaría a ser un simple recuerdo del ayer.
Animales que no son competitivos a la hora de producir carne. Animales de difícil manejo a los que no puedes encerrar en un cebadero y moverte a pie entre ellos. Animales con los que te juegas la vida… ¿Interesa tener este tipo de ganado para filetearlo? No, ni mucho menos.
Adiós al poder volver a contemplar la belleza de los toros de lidia disfrutando libremente durante cuatro primaveras entre encinas y robledales. Hasta siempre a esos negros, burracos, jaboneros, cárdenos o colorados de estampa preciosa y con una mirada única que te conquista cuando se cruza con la tuya. Fin a esas hechuras y a ese trapío que te corta la respiración cuando lo contemplas porque han salido de las manos del mismo Creador. Exterminio a esas acometidas y a esa bravura que te hiela la sangre cuando pasa a tu lado…
¡Qué pena me da todo esto!
- Cristina Clemares Pérez-Tabernero es ganadera y cazadora. Tiene el premio Jaime de Foxá de periodismo venatorio