El Cáucaso

Si tienes vértigo, éste es el primer lugar al que no puedes venir. Si una rodilla te molesta, olvídate de pisar estas cumbres. Si te gusta planificar, este es el lugar a donde no apuntar tu mira

Caza en las montañas del Cáucaso

Caza en las montañas del CáucasoCedida por el autor

Es fría y juvenil. Escarpada -la más escarpada. Engañosa, mulata de carnes en sus bajos por sus pastizales. De sonrisa hiriente y limpia por las nieves de sus cumbres. Es la cordillera más dura, inhóspita, peligrosa y desafiante de todo el planeta tierra: el Cáucaso.

La conocí hace tres lustros en una de mis primeras salidas de caza internacional. Menudo estreno debutar en Azerbaiyán, con unos actores locales de mala reputación, terreno arduo, clima abrasador por el día y gélido por las noches. Aún recuerdo aquel amanecer con mi fiel Aricha tendidos contra un abismo viendo el caminar de los tures. Estos increíbles animales caminan torpes por lo plano, pero están integrados en aquellas paredes de imposible acceso. Lo malo no es cazar al animal; lo verdaderamente complicado es cobrarlo. Cuántas veces se han despeñado hacia un vacío de más de trescientos metros de caída libre… No, no es una exageración, es el Cáucaso.

Si tienes vértigo, éste es el primer lugar al que no puedes venir. Si una rodilla te molesta, olvídate de pisar estas cumbres. Si te gusta planificar, este es el lugar a donde no apuntar tu mira. El Cáucaso ofrece la cacería más exigente del globo, la más dura, la más peligrosa. Si esta tosca cabra te desvela pero no eres capaz de caminar treinta kilómetros sobre filos imposibles, olvídate. Cierto es que con batidores y apostaderos puedes lograrlo. Pero si quieres una lucha de poder a poder, aprieta bien tus botas gastadas y encomiéndate a los santos: es la cacería más dura de las que existen.

Está la otra parte, la más necesaria; en montaña, siempre defiendo que hay que ir acompañado de un buen amigo. No de tu mejor amigo, sino de alguien que se adapte a todo, que te ayude, que le ayudes. Alguien que no conozca la envidia ni el ansia. Un amigo generoso que anteponga lo tuyo a lo suyo. Y viceversa. Ese binomio es el éxito de la cacería.

Lolo de Juan posa junto a un cabro cazado en el Cáucaso

Lolo de Juan posa junto a una cabra cazada en el CáucasoCedida por el autor

Tuve la fortuna, suerte y valentía para derrocar a un magnifico cabro

Hace tres lustros de aquello. El fiel amigo Ignacio Escalante «Aricha» era mi equipo y un servidor el suyo. Aricha erró un tur, pues íbamos cazando en dos por uno. Me tocaba a mí. Tras un azaroso lance, muy complejo y con animales en plena carrera, tuve la fortuna, suerte y valentía para derrocar a un magnífico cabro bajo el abrazo de mi fiel compañero de montaña. Se trataba de un viejo cacique de aquellos entornos. Teníamos la cabeza lista y la carne también. Recibí por radio la llamada del jefe del campamento. En su miserable inglés me trasladó:

-Enhorabuena, tu cacería ha terminado. Puedes bajar a casa.

No dudé ni un momento en mi respuesta:

-Los dos guías que bajan trofeo y carne al campamento que regresen con víveres y agua para tres días. Mi verdadera cacería comienza ahora.

Montañas del Cáucaso

Montañas del CáucasoCedida por el autor

Siempre, en montaña, se acompaña al amigo. Hasta la extenuación. Es la ley no escrita de los que creen en la amistad. De los viajeros valientes. De los que aman la montaña y son bendecidos por ella.

  • Lolo De Juan es gestor agropecuario

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