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18 de abril de 2024

La incógnita de por qué la cara visible es tan diferente de la oculta ha sido objeto de estudio desde que fue fotografiada por primera vez

Los mares lunares dominan la cara visible del satélite, a diferencia de la ocultaPixabay

Ciencia

Un estudio explica por qué la cara oculta de la Luna no se parece en nada a la visible

Las diferencias en el aspecto de uno y otro hemisferio ha entrañado uno de los mayores misterios del satélite desde mediados del siglo XX

Fue posiblemente la primera duda que asaltó a los científicos soviéticos cuando, el 7 de octubre de 1959, la sonda Luna 3 tomó las primeras fotografías de la cara oculta del satélite de la Tierra realizadas hasta entonces. A diferencia de los extensos mares lunares que dominan el único hemisferio visible desde nuestro planeta, la otra mitad se mostraba salpicada de cráteres de impacto, sin rastro alguno de las grandes manchas de lava derretida que tiñen la cara que todos conocemos.
Fue solo una de las muchas diferencias constatadas por las diversas misiones lunares enviadas a lo largo de los años, que advirtieron también de notables diferencias en los minerales y elementos presentes en una y otra cara: la más cercana a la Tierra alberga una extraña composición conocida como KREEP, resultado de la concentración de potasio, tierras raras y fósforo; algo que brilla por su ausencia al otro lado del satélite. Pero, ¿a qué se debe ese total contraste entre ambas zonas?
Los científicos se lo han estado preguntando durante décadas, y este mes un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Brown (EE.UU.) y publicado en la revista Science Advances ha arrojado una sólida explicación al respecto.
A través de una simulación por ordenador, los autores tomaron como referencia el cráter de impacto más grande de la Luna, conocido como la cuenca del Polo Sur-Aitken (SPA, por sus siglas en inglés). Con una anchura de 2.600 kilómetros y hasta 12 de profundidad, los científicos creen que se formó cuando un objeto espacial masivo se estrelló contra la Luna en los albores del Sistema Solar, hace unos 4.300 millones de años.
Al realizar la simulación, los investigadores descubrieron que el impacto que configuró la cuenca habría generado una enorme columna de calor que se extendió por el interior del satélite. Según el trabajo, ese flujo habría alterado las corrientes de convección y habría llevado ciertos materiales al otro lado de la Luna.
«Cómo se formó el KREEP es posiblemente la pregunta abierta más importante en la ciencia lunar, y el impacto del Polo Sur-Aitken es uno de los eventos más importantes en la historia del satélite. Este trabajo une esas dos cosas, y creo que nuestros resultados son realmente emocionantes», dijo Matt Jones, investigador principal del trabajo, a través de un comunicado de prensa.
Según su modelo, el material KREEP habría montado la ola de calor emanada de la zona de impacto «como un surfista», independientemente de que el choque hubiese sido directo o derivado de un roce. A medida que la columna de calor se extendía por debajo de la corteza de la Luna, el material iba siendo depositado en la cara visible. Todo ello, en consecuencia, habría alimentado el vulcanismo imperante en ese hemisferio, del que derivan los mares lunares que vemos desde la Tierra.
«Sabemos que grandes impactos como el que formo SPA generan mucho calor; la pregunta es cómo ese calor afecta la dinámica interna de la Luna. Lo que mostramos es que bajo cualquier condición plausible en el momento en que se formó, SPA termina concentrando estos elementos emisores de calor en la cara visible», apunta Jones, según quien ese flujo podría «haber contribuido al derretimiento del manto lunar que produjo los flujos de lava [es decir, los mares] que vemos en la superficie».
Según los investigadores, la concentración de calor habría permitido que esa parte de la Luna siguiera siendo volcánica mucho después de que el resto del satélite se hubiera enfriado.

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