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Recreación artística de la superficie de Marte

Recreación artística de la superficie de MartePixabay

Ciencia

Un científico del CSIC asegura que «la próxima generación de científicos investigará si hubo vida en Marte»

El geólogo planetario y astrobiólogo Jesús Martínez Frías añade que las investigaciones sobre el planeta rojo también podrían ayudar a entender mejor cómo surgió la vida en la Tierra

En 2024, el rover Perseverance halló en Marte unas rocas que, tras un año de análisis, podrían ser el indicio más claro de vida antigua detectado hasta ahora en el planeta rojo. Sin embargo, aún se necesita confirmar esta hipótesis, lo que solo será posible una vez que las muestras lleguen a la Tierra, algo que no ocurrirá antes de 2040.

En paralelo, nuevas misiones internacionales se preparan para unirse a esta carrera científica. La europea Rosalind Franklin y la china Tianwen-3 tienen previsto partir hacia Marte en 2028 con el objetivo de continuar investigando la posible existencia de vida extraterrestre.

«La próxima generación de científicos tendrá la apasionante oportunidad de investigar si hubo vida en Marte», declara Jesús Martínez Frías, geólogo planetario y astrobiólogo del CSIC. Añade que estas investigaciones también podrían ayudar a entender mejor cómo surgió la vida en la Tierra, un interrogante aún sin resolver.

Desde hace décadas, el ser humano busca respuestas sobre si estamos solos en el universo. Las biofirmas, es decir, señales químicas o físicas que podrían delatar la existencia de vida, se centran en elementos esenciales como carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo. Pero para que estas señales se interpreten como posibles rastros de vida, es necesario que hayan existido condiciones de habitabilidad.

Marte reúne esos requisitos. Durante cientos de millones de años, tuvo atmósfera, agua líquida y un entorno semejante al terrestre. Por ello, Perseverance extrajo muestras en Neretva Vallis, en la entrada del cráter Jezero, un antiguo delta fluvial que fue seleccionado con el objetivo de hallar vestigios geológicos que revelen la evolución del planeta.

Las muestras recogidas contienen nódulos minerales con signos de reacciones químicas, ricos en compuestos de hierro y fósforo, asociados en la Tierra a la descomposición de materia orgánica. Esta configuración podría haber surgido por procesos biológicos, aunque no se descarta una formación abiótica, es decir, sin intervención de organismos vivos.

Lo que hace especial este hallazgo es la combinación de minerales, texturas peculiares y carbono orgánico en un entorno acuoso marciano, algo nunca observado en anteriores misiones. «Son, sin duda, la posible biofirma más clara hallada hasta ahora», recalca Martínez Frías.

La confirmación definitiva requiere traer esas rocas a la Tierra, pero el proyecto conjunto entre la NASA y la Agencia Espacial Europea para hacerlo se encuentra paralizado. Mientras tanto, otras misiones, como Tianwen-3, planean regresar con muestras en 2031, lo que podría acelerar el proceso.

Antes de este hallazgo, el meteorito ALH 84001 era considerado una posible prueba de vida marciana, pero hoy en día se cree que sus señales fueron originadas por procesos no biológicos. Misiones anteriores como Viking, en 1976, y Curiosity, en 2018, también hallaron indicios interesantes, aunque inconcluyentes.

No obstante, Marte no es el único cuerpo celeste con potencial para albergar vida. Las lunas Europa (de Júpiter) y Encélado (de Saturno), ambas con agua líquida y actividad geológica, son candidatas prometedoras. La NASA lanzará la misión Clipper en 2030 para estudiar Europa, mientras que la Agencia Espacial Europea prepara otra para analizar los géiseres de Encélado.

Asimismo, en la década de 2030, la misión Dragonfly explorará Titán, la mayor luna de Saturno, con una atmósfera rica en compuestos orgánicos.

«Investigar estos lugares es apasionante», concluye Martínez Frías, convencido de que, si hay vida en otro rincón del sistema solar, será descubierta en este siglo.

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