El sitio más extraño en el que ha tocado Antonio Orozco

Hoy es uno de los artistas más populares de España, en buena parte gracias a su labor como coach en La Voz, pero hubo tiempos difíciles para el barcelonés Antonio Orozco, y así los recuerda en su participación en True Story, el programa sobre curiosidades de famosos que pueden ver gratis los abonados de Amazon Prime Video.

En sus inicios, la trayectoria de Orozco tuvo varios dientes de sierra, rememora en este programa a preguntas de Ana Morgade y Arturo Valls.

Primero hay que situarse en Barcelona, en el año 2000. Antonio trabajaba como informático para una importante marca. Eso, durante el día. Por la noche, se ponía con sus «cosas» musicales. Una pequeña compañía se interesa por la maqueta del que será su primer disco. Decide dejar el trabajo a cambio de un sustento económico mensual. Se la juega a la carta musical. Engaña un poco al A&R (cazatalentos) de la disquera cuando, justo antes de firmar el contrato, le suelta una mentira piadosa, que es actúa a menudo y tienen un nutrido público.

«Pues esta noche iré a verte», le anuncia. Así que Orozco ha de improvisar un concierto. Busca el local, los músicos y el público («tengo muchos primos»). La idea es cantar «muy fuerte», hacer «mucho ruido»: «Cuanto menos se nos escuche a nosotros, mejor». El asunto resulta. Acaba firmando el contrato. Es el de su primer disco, Un reloj y una vela, publicado en el 2000.

Es un primer paso, un inicio. Pero tendrá varios inicios. Con la crisis mundial de 2008, emigra. A América: «Hubo que empezar de nuevo desde el principio». Y es aquí donde toca en los sitios más variopintos. En bares, cafeterías y en un tipo de restaurante donde no suele haber música en directo: «Pizzerías». Es el sitio más extraño donde ha tocado, confiesa el artista en True Story.

Es en ese momento, cuando está en América cantando entre pizzas y pasta carbonara, cuando recibe una llamada clave de su representante. Que vuelva a España urgentemente. Hay un programa de la tele que está interesado en contar con él. Pero esa es otra historia. Con final feliz, como saben.