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25 de abril de 2024

Chicote abraza a María Jesús, dueña del restaurante Bámbola, de Málaga

Chicote abraza a María Jesús, dueña del restaurante Bámbola, de MálagaLa Sexta

Pesadilla en la cocina

Chicote salva un restaurante y, de postre, un matrimonio

El chef acude al rescate del Bámbola, de Málaga, respondiendo al grito de auxilio de la hija de los dueños del establecimiento

Una hija preocupada por el negocio en declive de sus padres llama a Chicote. Desde Málaga. Y allá, a la ciudad donde nació Picasso, acude el chef de Carabanchel. Lo recibe la lluvia, lo que parece un mal presagio. Pero no.
Vanessa se llama la hija de Jose y María Jesús, los dueños de Bámbola. «Para mí es mi sueño. Para mi marido no lo es», explica de entrada la propietaria. Pronto podemos comprobar, vía imágenes, que así es. Jose, que cuando curraba en un chiringuito en primera línea de playa era un camarero dinámico, se ha convertido en su propio negocio en un mero deambulador. Va de allá para acá, entre las mesas, con las manos en los bolsillos y sin prestar demasiada atención a lo que ocurre. «Jose no para de dar vueltas por el bar», analiza Rocío, hermana pequeña de María Jesús y cocinera.
Abulia, apatía, desgana, pereza. Esos son los síntomas de Jose. «Yo pensaba que ser jefe era otra cosa», acaba confesando el hombre, que siente que no solo se tambalea su negocio sino también su matrimonio. Bámbola, que pese a su nombre no es un restaurante italiano aunque sí ofrece pizza y pasta, es un local que va tan mal que ha tenido días de caja cero. María Jesús, que era camarera pero que ha acabado en la cocina porque han tenido que despedir empleados, ha asumido un rol que no le gusta: «Yo me eslomo y los demás no nos eslomamos», comenta a Chicote según el chef pone el pie en el local. Al madrileño no le gusta la decoración. «Está hecho de retales. En vez de Bámbola le habría llamado Frankenstein», sentencia el madrileño.
Aunque no le gusta cocinar, a María Jesús le encanta presumir de lo que cocina. Le sirve orgullosa unas croquetas a Chicote: «Están tiesas, cremosidad cero», las desprecia el catador tras comer una un tanto asqueado. Tampoco le convencen otras presuntas especialidades de la casa. Pero lo peor de Bámbola no está dentro de la cocina, sino fuera. «Me quiero morir, mamá», le dice María Jesús a su progenitora, de nuevo defraudada por el nulo espíritu de su marido, que es El Hombre Tranquilo. Pero se sobrepone y acaba dando de comer a los clientes: «Ole tus cojones», la elogia Chicote tras el primer servicio al que asiste.
Chicote, con Jose, el dueño del restaurante

Chicote, con Jose, el dueño del restauranteLa Sexta

La catarsis

En el segundo servicio, la actitud de Jose vuelve a ser la misma: «Ay, Señor dame fuerzas. Alberto, ayúdame», llora la mujer en los hombros del chef madrileño. Lógica la desesperación de María Jesús. En montar el Bámbola la pareja invirtió 27.000 euros: «Todos nuestros ahorros». Ahora lo que tienen es deudas, por valor de entre 10.000 y 15.000. Es su hija Vanessa, la que llamó desesperada al chef, la que le ayuda con su sueldo. Es el salvavidas de sus padres.
La catarsis se produce en el chiringuito en el que Jose era feliz, un gran camarero y tenía un gran sueldo. Lo acompaña su mujer, que no guarda buen recuerdo de ese sitio. Es porque aquello tenía cara B: después de trabajar, Jose salía mucho y hasta las mil. La relación se empezó a resquebrajar entonces. Se entera Chicote en esa conversación de que se han separado «tres o cuatro» veces. Es tal la desidia, tan mal está la relación, que ya ni se acuerdan. El chef, que había ido a salvar un restaurante, entiende que para ello ha de salvar también un matrimonio. Jose reacciona y promete darlo todo en el restaurante. Su aún mujer lo cree.

Final feliz

El equipo de Chicote acaba con el Frankenstein de local y lo convierte en un establecimiento acogedor. Cambia su carta. «Llevo hechos 90 y pico pesadillas. En pocas personas tengo tanta fe como en ti», motiva a María Jesús. El primer servicio con el el local y la carta renovados empieza mal pero acaba bien. No han sido rápidos, pero no ha habido tensiones entre la pareja y los clientes han elogiado los platos.
Jose al fin sonríe. Y avanza hacia María Jesús con intención de besarla en la boca. Hace unos días, la cobra habría sido de campeonato. Pero no. Hay ósculo. Y piropos:
–Jose: Guapa
–María Jesús: Guapo tú.
–Jose: Que lo vamos a conseguir.
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