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Julio Iglesias, de portero en el colegio

Julio Iglesias, a la izquierda, de portero en el colegioLa 1

‘Lazos de sangre’

El apodo del portero Julio Iglesias, el juvenil que evitó un gol de Di Stéfano

«Era muy bueno», apunta Butragueño sobre el exguardameta y cantante, a punto de cumplir 80 años

Papá cumple 80 años. Así se titula el Lazos de sangre dedicado a Julio Iglesias, narrado por su hija Chabeli. Este miércoles se emitió el primer capítulo (de dos), que arrancó con el portero de fútbol y acabó con el secuestro de su padre.

Por la infancia pasaron de puntillas y la narración se fue, con rapidez, hacia su faceta de portero. Empezó en su colegio, Sagrados Corazones, en Madrid. Un compañero de aquellos días escolares, Juan Manuel González, recuerda que en su día hicieron unas pruebas para el coro, y Julio fue descartado: «Para fuera, que vosotros no sabéis cantar», los despacharon. Y se fueron al campo de fútbol. Julio descubrió en él su primera vocación. Tenía apodo, cuenta González: «’El calambre’, porque se tiraba muy bien al suelo. Saltaba mucho, era un gran portero», elogia.

«Fue una etapa muy buena y se le daba muy bien», cuenta su hijo Julio José, al que su padre le habló de esa faceta deportiva. «Era portero, y, según parece, era muy bueno», apostilla Emilio Butragueño, leyenda del Real Madrid. Llega a los juveniles del equipo blanco. Seguramente fue en ese tiempo, durante un partido de entrenamiento contra el primer equipo, cuando ocurrió la anécdota que recuerda Chabeli en el documental: «Una vez le paró un gol a Di Stéfano».

Sueña con llegar al primer equipo, pero todo se rompe el 22 de septiembre de 1963, poco antes de cumplir 20 años: «Sale andando del coche, pero a los cuatro meses le aparece un coágulo en la espalda. Se levanta un día y ve que no puede andar», recuerda su hijo Julio José. «Apenas podía mover los dedos de los pies», ha declarado el cantante en alguna ocasión.

Después se le detecta un tumor en la espalda. Su padre, el doctor Iglesias, se entera de que se puede solucionar con una operación de altísimo riesgo, que lo puede dejar paralítico. Pero sale bien. Estuvo convaleciente en la cama tres meses. Un enfermero, que lo había visto escuchar la radio, le regala una guitarra. «Empiezo a escribir canciones a raíz de ese accidente», ha contado Julio en más de una ocasión.

Triunfo en Benidorm

La primera que acaba, en Londres, es La vida sigue igual: «Es la única canción que he escrito para mí», ha confesado el artista en alguna ocasión. Al regresar de Gran Bretaña le dice a su padre que quiere ser cantante. Su progenitor le dice que antes acabe Derecho. Lo hace: se convierte en doctor, según publica la prensa cuando gana el Festival de Benidorm.

Julio, rodeado de fans

Julio, rodeado de fansLa 1

Él no iba a ir al festival. Sí su canción, La vida sigue igual. Pero el que la va a cantar enferma de hepatitis, así que le toca a él salir al escenario. Por primera vez. Es tímido. Canta con las manos en los bolsillos. Y gana. Se convierte en famoso de la noche a la mañana. Después llega la conquista del continente, con Gwendolyne, con la que va a Eurovisión. No gana, pero se convierte en un éxito europeo. Canta en inglés, francés, italiano. Empiezan las críticas. Que si no tiene voz es la más recurrente. «No tiene la voz de Plácido Domingo o de Frank Sinatra. ¿Y qué?», despacha David Summers en el documental. «El arte de cantar no es el arte de encantar», matizó en cierta ocasión Julio, maestro también del regate verbal.

Conoce a Isabel Preysler, que al poco queda embarazada de Chabeli. Se casan por todo lo alto en 1971. Después llegarán dos hijos más, Enrique y Julio José. Su vida es una gira eterna. Apenas para en casa. Su salto a América lo facilita una canción dedicada a la tierra más emigrante, la de su padre: Un canto a Galicia. No todo es felicidad. Los rumores de infidelidad le persiguen. Isabel pide el divorcio. Él se va a Miami. Su ex y sus hijos se quedan en Madrid. Hasta que tras el secuestro de su padre se van también a Estados Unidos.

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