Fundado en 1910

19 de mayo de 2024

Agustín Cerezales Laforet tras desvelarse el cuadro de su madre, Carmen Laforet, en el Ateneo de Madrid

Agustín Cerezales Laforet tras desvelarse el cuadro de su madre, Carmen Laforet, en el Ateneo de MadridFernando Vázquez Morago

Homenaje a Carmen Laforet en el Ateneo de Madrid

Agustín Cerezales Laforet: «La obra de mi madre es perenne, no se mustia, no desfallece»

Deslumbró a los 23 años con Nada, su primera novela, valiente y rompedora. Luego vino el silencio, la enfermedad, la lucha... Cuando se cumplen cien años del nacimiento de Carmen Laforet y se coloca su retrato en el Ateneo, su hijo Agustín nos desvela cómo era una de las grandes autoras españolas del siglo XX

Desde que el 6 de enero de 1945 Carmen Laforet ganó el Premio Nadal ha estado presente en la memoria de todos. En este año del centenario de su nacimiento (6 de septiembre de 1921) se le ha rendido homenaje, y el Ateneo de Madrid ha decidido «corregir una injusticia histórica» colocando su retrato en el salón de figuras ilustres. Su hijo, Agustín Cerezales Laforet, ha pasado un buen tiempo trabajando con sus viejos papeles y su obra, una responsabilidad que le ha angustiado en ocasiones por la responsabilidad que acarreaba. «Muchas veces piensas que puedes hablar, que estás hablando con ella. Tenía una personalidad muy marcada, su escala de valores era muy firme, así como sus gustos y sus ideas, y es fácil imaginar sus reacciones –incluyendo las imprevisibles– ante lo que va pasando en el día a día».
Escritor, traductor y periodista, Cerezales nunca distinguió a la ilustre señora que tenía por madre de la figura que es ya un clásico de las letras españolas. Pero sí luce con orgullo el título de «hijo de», y como tal no duda en celebrar el aniversario del nacimiento de Laforet por todo lo alto. En el Ateneo, su madre vigila ya luminosa e iluminada, mirando al visitante de frente, con una ligera sonrisa muy acogedora: un retrato muy amable que la reviste a su vez de una gran dignidad, y bajo el que su hijo responde a las preguntas de El Debate en la primera «Caña en el Ateneo de Mahou», un ciclo de conferencias impulsadas por Mahou para revitalizar el Ateneo como espacio de encuentros entre personas.
–¿Qué ha significado para usted la inclusión de Carmen Laforet entre los retratos de las figuras ilustres del Ateneo de Madrid?
–Supone un momento muy emocionante y emotivo, y también es una evocación. Me ha permitido imaginar la juventud de mi madre, que yo no viví: ella fue socia del Ateneo en los años 40; se inscribió en 1942, con apenas 21 años. De esos años hay muy poco sobre ella, algunos recuerdos de amigos, como el pintor Álvaro Delgado; el diplomático Carmelo Soria, que murió asesinado en Chile muchos años después; el crítico de arte Ramón Faraldo… Se formó un grupo de jóvenes, todos socios del Ateneo, y mi madre estaba entre ellos. En el año 85 mi padre escribió un artículo muy bonito recordando aquella época, y lo tituló «Aquella chica canaria del Ateneo». Era un personaje muy singular en esta sociedad privada, y guardan de ella un recuerdo muy cariñoso. Esperemos que el Ateneo siga siendo mucho tiempo un vivero de ideas y de creación.
–Ingresó solo con 21 años, con 22 escribió Nada y con 23 ganó el Premio Nadal. ¿Cree que su presencia en los círculos culturales, aun con todo, seguía sorprendiendo?
–Suponía un contraste enorme. ¡Mi padre había oído hablar de ella como «la chica canaria del Ateneo»! Los amigos lo comentaban, era una comidilla en el mundo de la cultura, incluso alguno estaba algo enamorado de ella. Cuando mi padre la conoció le sorprendió haber sabido de ella con tanta anterioridad, le sorprendió precisamente esa sorpresa porque hubiera «una chica» en un lugar como el Ateneo.
–¿Cuál cree que es la gran aportación de su madre a la cultura española?
–Creo que su gran aportación es que su obra es perenne, no se mustia, no desfallece; siempre ofrece la posibilidad de ser leída de una manera nueva. Yo creo, y lo digo humildemente, que Carmen Laforet es un clásico de nuestra literatura, que nos acompaña y seguirá haciéndolo mucho tiempo.
–¿Quién fue ella para usted, además de su madre?
–Como escritora creo que es una grande. Los rasgos que definen su grandeza empiezan por su autenticidad, completamente fuera de lo común, porque es una autenticidad no impostada. A veces hacemos discursos sinceros pero impostados, pero mi madre, tanto en su literatura como en su personalidad, era muy limpia, muy directa, muy sincera, y eso produce una prosa que refulge. Pero nunca tuvo una postura adoptada, sino que era parte de su forma de ser. Esa autenticidad, esa gran verdad y su capacidad de mirarlo todo producía realidades que pueden ser encontradas o inventadas, pero no impostadas.
«El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma», escrito por su hijo, Agustín Cerezales Laforet

«El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma», escrito por su hijo, Agustín Cerezales Laforet

–¿Recuerda el momento en el que se dio cuenta de que Laforet era una de las grandes figuras de la literatura española?
–Mi madre me pareció siempre una persona maravillosa. No puedo compararla con nadie porque fue la única que tuve. Teníamos una relación muy especial; ella siempre se sintió escritora y yo también, por ser su hijo, siempre me sentí escritor, muy cómplice de ella. Era una relación natural, y ser escritor, que ella fuera escritora, me parecía lo más natural del mundo.
–¿Cómo fue leer sus grandes novelas?
–Nunca me comparé (ni me compararon) con ella. En ese sentido ella era muy clara, y si algún consejo dio alguna vez es que cada uno tiene su singularidad y su grandeza. Su obra para mí es un pozo de sabiduría sin fondo. Si ahora mismo cogiera La insolación, o La mujer nueva, o La isla y los demonios, o Nada (que son sus cuatro grandes novelas), sé que voy a leer una novela que todavía no he leído. Todas las veces que las leo, y ya llevo unas cuantas, descubro cosas nuevas, matices nuevos; siempre hay algo que me atrapa de nuevo. Van perdiéndose las figuras antiguas que hice de ella, se han quedado en el fondo de mi conciencia. Dice Soledad Puértolas que hay cosas que se quedan en nosotros pero que no tienen fecha, pero lo que sí me ha pasado este tiempo en el que he estado dedicado intensamente a la obra de mi madre es que de vez en cuando me he llevado una gran sorpresa. La lectura es siempre nueva.
–Ha buceado en su archivo para escribir El libro de Carmen Laforet: Vista por sí misma. Además de las novelas ha leído documentos, artículos e incluso cartas. ¿Qué ha descubierto?
–Entrar en esa parte tan íntima de mi madre ha sido un poco doloroso; no es que me costara, pero creo que Carmen Laforet fue una escritora y que lo que importa es su literatura, aunque cuando adquieres cierta relevancia empieza a importar todo sobre ti. A la hora de escribir el libro lo que más me ha costado ha sido prescindir de fragmentos, tener que cortar y sacar de contexto los textos… Ha sido un trabajo muy delicado que requiere un criterio muy acertado.
–El libro está agrupado en grandes temas como son la infancia, la amistad, el amor, la libertad, la escritura, la naturaleza, la mujer…
–En realidad casi cada pieza aborda todos los temas. De ahí la dificultad de escoger los textos para cada uno de ellos.
–Decían de Carmen Laforet que era «una mujer hecha para volar en un cielo muy pequeño». ¿Cree que su madre quiso ser más libre de lo que pudo ser?
–Es posible, pero creo que es algo que le sucede a todo el mundo, y que sigue sucediendo ahora. Creo que va insertado en la condición humana, que todos tenemos un pájaro en el corazón que quiere echarse a volar y una realidad que nos ata al suelo. Mi madre fue una mujer extremadamente libre, pero sobre todo fue una mujer muy comprometida con la libertad, muy exigente. Si consiguió alcanzarla o no… A ella le gustaba mucho el libro El vagabundo de las estrellas, de Jack London, precisamente porque muestra que uno puede ser libre incluso en una cárcel. La actitud de mi madre siempre fue esa, tanto de joven como en su madurez y en su vejez, incluso con las dificultades que sufrió en sus últimos años. Fue libre hasta el final: eso lo puedo garantizar.
Comentarios
tracking