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20 de abril de 2024

El escritor y filósofo italiano Costantino Esposito, autor del libro 'El nihilismo de nuestro tiempo'

El escritor y filósofo italiano Costantino Esposito, autor del libro El nihilismo de nuestro tiempoPaula Argüelles

Entrevista con el filósofo y escritor Costantino Esposito

«La cultura nace de una pregunta por el significado de la vida»

Parecía dominar la cultura contemporánea, pero el nihilismo ha resurgido con más fuerza, filtrándose en todo lo que vivimos. El ensayo El nihilismo de nuestro tiempo aborda la cuestión desde un punto de vista filosófico, con un enfoque lúcido e inédito

No se trata de un ideal teórico, sino de una tendencia existencial que aparece por doquier, en todos los ámbitos de la vida, de la cultura, de la política, de la ética. Vivimos con una pérdida del gusto y de la energía, un «hundimiento del sentido» que nos afecta a todos. Aunque, según Costantino Esposito (Bari, 1955), esta herida permite que resurja lo irreductible que hay en nosotros: la pregunta por el significado último.
Como la grieta por la que entra la luz de Leonard Cohen, este profesor de Historia de la Filosofía e Historia de la Metafísica en la Universidad de Bari Aldo Moro (Italia) y en el Istituto di Studie Filosofici de Lugano (Suiza) ve una oportunidad en este nihilismo que nos asola hoy: si en el pasado nos abocaba a la pérdida de los valores y los ideales, en el presente destapa la urgencia de un significado.
Valiéndose de su sólida formación filosófica, pero en diálogo con elementos de la cultura contemporánea como Cormac McCarthy, Michel Houellebecq, David Foster Wallace o series como Euphoria, Westeorld y True Detective, Costantino Esposito narra en forma de crónica este fenómeno, que es a la vez sutil. «Los jóvenes no están bien y ni siquiera entienden por qué», decía el psicoanalista Umberto Galimberti. Algo en lo que coincide Esposito al afirmar que «el aspecto más complicado del problema del nihilismo actual es justamente que no se ve el problema».
Con motivo de la publicación de su nuevo libro, El nihilismo de nuestro tiempo (editorial Encuentro), y de su presentación en Madrid, entrevistamos a este filósofo que fotografía el malestar contemporáneo, pero dejando paso a la esperanza. Hay esperanza en la deriva.
Costantino Esposito con el libro 'El nihilismo de nuestro tiempo' (editorial Encuentro)

Costantino Esposito con el libro El nihilismo de nuestro tiempo (editorial Encuentro)Paula Argüelles

–¿De qué hablamos hoy cuando hablamos de nihilismo?
–Podríamos decir que la concepción tradicional del nihilismo es la que dio Nietzsche al final del siglo XIX: «El nihilismo significa que falta un porqué. Falta el sentido». En otras palabras, que todos los valores se devalúan. Pero en el transcurso del siglo XX, cien años después, esta concepción de Nietzsche parecía implicar una liberación del yo, que se encontraba supuestamente oprimido por los valores del cristianismo como moralismo burgués. ¿Qué ha sucedido? Que no ha tenido lugar esa liberación del yo que esperábamos; ha sido una ilusión. El yo, al inicio, ha creído ser el señor de la realidad, pero al final ha descubierto que el propio yo no tenía ya valor.
–¿Por qué se no se ha producido la liberación?
–Es propio del ser humano realizarse a sí mismo en una relación con algo más grande que sí mismo. Esto se descubre en la experiencia cotidiana de cada uno; no hace falta haber estudiado Filosofía. Cuando uno de verdad se realiza a sí mismo, cuando es capaz de dominar toda la realidad, es cuando se encuentra con algo fuera de sí que lo conquista, que lo ama. Por eso la realización de uno mismo comporta siempre una pasividad, una receptividad; o, dicho de otra manera, la relación con algo más grande que uno mismo. Pero si la realidad es solo lo que decido yo, esto no me lleva a liberarme; al contrario, me lleva a resecarme, a perder el sentido de mí mismo. Al principio el nihilismo parecía ser la posibilidad de una liberación del yo, pero en cambio se ha convertido en una perdición del yo.
–¿La cultura es un reflejo del nihilismo en el que vivimos, o lo está provocando?
–El problema es que sin este sentido no es posible vivir, y por ello la cultura contemporánea es pensada como una elaboración. Como no hay un sentido, debemos construirlo nosotros: construir las narraciones, los nuevos valores que llenen la vida. ¿Por qué podemos hacerlo, por qué existe la cultura? La cultura nace de la pregunta por el sentido. Muchos dicen que esta necesidad de significado, que esta búsqueda de la verdad de la vida, de un porqué, en el fondo es solo un producto de la cultura, no es originario ni connatural en absoluto. Yo a estas personas les hago una pregunta: entonces, ¿cómo nace la cultura? ¿Cómo es posible que en la cueva de Altamira nuestros antepasados comenzaran a pintar? La respuesta no puede ser otra que porque han descubierto la pregunta acerca del sentido de su vida.
–Entonces, ¿la cultura es causa o consecuencia del nihilismo?
–El nihilismo afirma que no existe el sentido, que es un producto cultural para sobrevivir, una convención. Pero realmente sin la pregunta por el porqué no existiría la cultura. Es una pregunta irreductible, que no se puede negar: ¡si la negamos, negamos también la cultura!
–¿En qué sentido afirma que hemos pasado de un nihilismo activo a un nihilismo pasivo?
–Son términos empleados por Nietzsche, que decía: «Ahora nuestro nihilismo es pasivo, los valores son débiles, nadie cree realmente, todo es una gran comedia, una convención. Pero llegará el tiempo en el que pasaremos al nihilismo activo, al nihilismo destructor, al iconoclasta que desechará a todos los ídolos». ¡Pero en el siglo XX ha ocurrido lo contrario! Hemos pasado del nihilismo revolucionario al nihilismo burgués, verdaderamente pasivo. Somos «fumadores pasivos de nihilismo»: lo respiramos todos los días. El nihilismo pasivo no es solo de aquellos que defienden ideológicamente el nihilismo, sino que está presente en las personas normales, y también en los 'católicos moralizantes'. Son nihilistas también los padres que les dicen a sus hijos: «Ya te darás cuenta de lo que es la vida».

Hemos pasado del nihilismo revolucionario al nihilismo burgués, verdaderamente pasivo. Somos «fumadores pasivos de nihilismo»

–Para salir de este nihilismo, ¿no vale un esfuerzo de la voluntad (un moralismo)?
–Hace falta una relación nueva con la realidad: un descubrimiento de lo que hay en el mundo, un descubrimiento del yo y de la realidad. No se sale del nihilismo por un esfuerzo moral, solo prestando atención. Esta categoría es muy importante en mi libro, que tomo de Simone Weil. Prestar atención es un acto del espíritu muy importante, grandioso, porque requiere una sintonía con la cosa, una renuncia al preconcepto, y decir: ¿Esto qué es? ¿Qué quiere decir? ¿Cuál es su significado? Prestar atención nos pone en movimiento, pone en movimiento el yo, y por ello ahí se encuentra la clave de superación del nihilismo. No es un esfuerzo voluntarioso, sino una aceptación de la realidad. En ese sentido hablo de pasividad, en el de acogida, aceptación, recepción.
–Sin embargo, hoy abunda la disociación, la separación de la realidad. ¿Cómo volver a un yo protagonista, presente?
–Suceden dos fenómenos paralelos: o una realidad sin el yo, o un yo sin la realidad, que necesita encontrar otros mundos para realizarse. El ejemplo más dramático es la droga, pero también el alcohol, la adicción a las redes sociales… cualquier cosa que contribuya al aturdimiento.
–Entonces ¿en qué sentido el nihilismo es una oportunidad?
–El nihilismo tiene también un aspecto positivo, que es la crítica de los ídolos. Nos hace ver que nuestros valores son solo formales, que no tienen nada que ver con la vida. En el fondo esta es la gran intuición de Nietzsche: si tengo que escoger entre los valores y la vida, escojo la vida. Pero esta solución no es acertada, porque parte ya de la división, de la separación entre vida y valores. Una vida sin valores es puro instinto; unos valores sin vida son pura teoría. Por eso la consecuencia es buena, porque exige que rechacemos los valores abstractos. Sin carne, sin sangre, sin vida, no hay experiencia. Pero el nihilismo se detiene aquí, y llega a la conclusión de que no hay valores, y por lo tanto no hay un sentido. Sin embargo, en este momento en el que nos encontramos desarmados, ya desprovistos de estandartes y justificaciones, el nihilismo se convierte en una oportunidad porque nos hace darnos cuenta de nuestra necesidad. Ya no estamos pertrechados con narraciones y teorías, hemos llegado al fondo de la cuestión. Tenemos hambre y sed, hambre y sed de sentido; y esto lo entienden también los ateos.
'El nihilismo de nuestro tiempo' (ediciones Encuentro), un ensayo filosófico sobre el pensamiento dominante

El nihilismo de nuestro tiempo (ediciones Encuentro), un ensayo filosófico sobre el pensamiento dominante

–Pero esto requiere un trabajo, un esfuerzo, que no todos están dispuestos (o preparados) para realizar.
–Efectivamente, no es automático. Por eso digo que 'puede ser' una oportunidad. Por ejemplo, yo entiendo mejor la necesidad de Dios cuando veo a un ateo que tiene una gran necesidad de darse razones para vivir que cuando veo a un católico que vive como si ya lo supiera todo de Dios, pero lo ha reducido a preceptos morales. Entiendo a Dios a través del hambre y la sed de un hombre que busca el significado de su vida, más que a través de uno que conoce perfectamente la doctrina y cumple los preceptos, pero está fuera de la vida.
–Usted nombra a menudo el diálogo con la cultura contemporánea, con series como Euphoria, libros como La carretera de McCarthy o Serotonina de Houellebecq. ¿Explican esta 'sed' de la que habla?
–La reflejan de una forma clarísima. Si yo tengo una cierta sensibilidad y veo Euphoria, comprendo aún mejor a San Agustín. Pero hace falta tener esta mirada, de nuevo no es algo automático. Es como si nuestra necesidad estuviera buscando el infinito y la cultura contemporánea le dijera que no, que se quede al nivel de las cosas posibles. ¡Llega un punto en el que nuestra sed perfora la cultura, porque no se puede detener! Porque la cultura, sin esta necesidad, no existiría.
–Igual que se propone una realidad sin un yo protagónico, ¿existe cultura sin el yo?
–El nihilismo afirma que somos animales culturales. Eso significa que nosotros nos construimos a nosotros mismos según ciertos valores, cierta época y ciertas ideas. Pero podemos ir más allá porque somos irreducibles a la cultura. Somos culturales, somos simbólicos, usamos signos culturales y políticos para relacionarnos con la realidad; pero también somos irreducibles a esos símbolos, a esos valores y a esas ideas. Por eso tenemos que recuperar nuestra irreductibilidad.
–¿De qué manera cree que el coronavirus ha sacado a la luz esa angustia que ya existía, en la forma de concebirnos a nosotros mismos y nuestra realidad?
–Es evidente, por una cuestión muy simple: nos ha hecho entender que no somos los dueños de la realidad. Ni siquiera somos los dueños de nosotros mismos, y nos ha puesto delante la certeza de que vamos a morir, de que podemos morir en cualquier momento. Este pequeño virus nos ha obligado a preguntarnos: ¿Pero la vida es esto? ¿Hay algo más grande que el virus, que nos permita estar en pie? Después nos hemos olvidado rápidamente. Pero yo escribí este libro durante la pandemia, reconociendo cómo surgían estas preguntas, esta incerteza, y no podíamos escapar de ellas. ¿Por qué existimos?
–En el libro afirma: «Uno descubre que 'en el yo existe ya otro'». ¿Qué implicaciones tiene esto para la vida?
–Si yo soy relación con otro, si yo soy relación con el infinito, con un Tú, esto implica que no podré vivir sin esta relación, sin conocer a ese «otro» que es más grande que yo. Y esto es ya una herida, un signo.
–¿Qué nos permite entonces volver a empezar?
Mi respuesta puede parecer banal, pero es lo único que puedo decir: hay que prestar atención. Este es el primer motor. Reconocer el ser, no defenderse de las provocaciones de la realidad.
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