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29 de marzo de 2024

CÓRDOBA, 14/04/2022.-Detalle de un párrafo censurado por la Inquicisión. La censura ejercida por la Inquisición mediante tachaduras sobre las ediciones de las biblias impresas en el siglo XVI para mantener la ortodoxia de la época evitó que fueran enviadas a la hoguera para permitir su uso y la extensión de la fe, lo que ha posibilitado que hayan llegado hasta nuestros días. EFE/ Rafa Alcaide

Detalle de un párrafo de la Biblia censurado por la InquisiciónEFE

La revolución cultural de la imprenta y la censura que propagó la palabra de Dios

Una vez entrada la imprenta en España, no había bastante fuego para tanto libro, así que la censura tuvo que ir mucho más deprisa

Un invento lo cambió todo, igual que lo ha hecho Internet y su impacto en la vida de los hombres. Si antes se habían comunicado las noticias y el saber a través del manso y silencioso trabajo del amanuense y las relaciones personales, entendidas como una transacción entre uno o varias personas con el dato de la confianza por delante, la introducción de la imprenta en cada país, revoluciona exponencialmente el acceso a la cultura, a los primeros periódicos y, por tanto, a la posibilidad de información falsa, y lo que hoy llamamos «verificable».
Los tiempos eran otros y su sentido distaba mucho de lo que hoy entendemos por actualidad y por acceso rápido a las comunicaciones. La rapidez de los transportes también eran otros y las distancias decidían cuando y qué llegaba a un lugar, Dios y la muerte mediante.

Multiplicación de publicaciones

El anuncio que un pregonero lanzaba en una plaza, el mensaje que portaba un jinete a través de caminos a menudo impracticables, o el volumen personalmente escrito para alguien, cambia y se cristaliza en miles de panfletos, libros, anuncios de todo tipo, que tiene claro su origen, pero no su fecha ni el interlocutor de destino.
CÓRDOBA, 14/04/2022.-Vista de la primera biblia traducida al hebreo. La censura ejercida por la Inquisición mediante tachaduras sobre las ediciones de las biblias impresas en el siglo XVI para mantener la ortodoxia de la época evitó que fueran enviadas a la hoguera para permitir su uso y la extensión de la fe, lo que ha posibilitado que hayan llegado hasta nuestros días. EFE/ Rafa Alcaide

Vista de la primera biblia traducida al hebreoEFE

La imprenta lo cambia todo, como decimos; sobre todo esta relación entre emisor y receptor del contenido, y convierte para siempre a este último en alguien anónimo, que recibe el producto de una industria recién nacida, sin criterio ni juicio de veracidad. Exactamente igual que ahora, pero un poco más lento.
El nuevo invento no sólo se dedicó a producir maravillosos incunables o gacetas con noticias contrastadas, sino que se entregó –exactamente igual que ahora– a producir incesantemente todo tipo de productos, sucesos maravillosos, historias tremendas de batallas narradas según el interés; festividades, muertes, milagros, descubrimientos y todo tipo de monstruos informativos para saciar el morbo del lector y las arcas de los primeros editores. Y como no puede ser de otra manera, esta revolución impresora como capacidad de multiplicar un mensaje, también afectó a la Biblia; al libro de los libros, que la Iglesia, hasta entonces, había podido controlar a través de una creación más artesana.
Todo eso termina, y la Inquisición se ve incapacitada para llevar ese control, tal y como se ve en la exposición La Biblia y los humanistas, un viaje a la cultura del siglo XVI, que recorre «todo el mundo de la filología que se creó a partir del estudio de la Biblia y a partir de la necesidad de vulgarizarla, para extenderla a todas las capas sociales», según declara Javier Perea Siller, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba.

Una censura rápida

En la exposición se encuentran las biblias censuradas por la Inquisición, que se escaparon del fuego y que sus propietarios lograron esconder. Para Perea Siller, «la censura es un elemento muy característico de la época porque sólo en cincuenta años en España, se descubren numerosos focos de protestantismo, y se opta por la quema de libros». Sin embargo, la imprenta también revoluciona el método de censura, ya su profusa producción obliga a los censores a ir más deprisa, porque no pueden dar abasto. De este modo, se empieza a practicar una censura «a posteriori», mediante tachaduras, tal y como se puede observar en muchos de los ejemplares expuestos.
De hecho, Perea Siller señala que «la invención de la imprenta hace que se multiplique el número de textos heterodoxos; se cuentan 30.000 ejemplares distintos sólo de Lutero, de ahí las tachaduras en los pasajes que pudieran tener ideas peligrosas o heterodoxas», aunque, en todo caso, «es un verdadero problema gestionar toda la censura. La hay en todas las Inquisiciones locales y es tal el volumen de textos que hay que registrar, que hay que valorar que, al final, se designan en cada ciudad censores para ello, incluso se llega a que los propios monasterios censuren sus propios libros de acuerdo con unas directrices», que no impidieron en absoluto, la difusión indirecta de miles de volúmenes escondidos por sus propietarios.
La Biblia de Ferrara, utilizada por los sefardíes, o la Biblia del Oso, la primera traducida del castellano, son ejemplos de estas impresiones que, según Perea Siller, obligaron a hacer un «trabajo de filología importante y reconstruir los textos, estudiarlos a través de la gramática, a través del diccionario, a través de la hermenéutica, y luego ya los pasos siguientes fueron editar los textos, traducirlos, reformarlos antes, y llevarlos a las lenguas romances, el castellano en nuestro país».
La paradoja viene cuando «son los grandes jerarcas de la Iglesia los que pueden promover ese tipo de trabajos», como son los dos biblias políglotas, la Complutense y la de Amberes, «pero, por otra parte, hay un sector de la Iglesia que considera que la vulgata –la traducción del siglo IV– es un texto inspirado y que, por tanto, no debe tocarse». Entre esta polémica sobre la inspiración divina de una palabra concebida como intocable, y el estudio de esa misma palabra, que busca comprenderse más profundamente, la Biblia entró, con algunos raspones, y con nueva traducción, poco a poco, en cada casa.
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