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19 de abril de 2024

Tolstoi y Gorki en Yasnaia Poliana, la casa del primero

Tolstói y Gorki en Yasnaia Poliana, la finca del primero

¿Es la guerra de Ucrania una guerra 'woke' por cancelar la literatura rusa?

El universal legado de Tolstói, Dostoievski o Turguénev se enfrenta a la destrucción que comienza en una librería de Kiev y amenaza con extenderse por el mundo

En una librería de Kiev se amontonan los libros rusos de los que los kievitas se desprenden en una fiebre antirrusa que (in)comprensiblemente alcanza a los que nunca pudieron tener culpa de la invasión. Tolstói, Dostoievski, Turguénev o Gógol están siendo enviados a reciclar como deshechos, víctimas de una guerra que no solo amenaza al mundo, sino también a su cultura. Los relatos que también (y tan bien) reflejan el alma de los ucranianos que los rechazan en la irracional reacción violenta al irracional y violento ataque militar.

La barbarie en el «reciclaje» de Tolstói

Dicen que el dinero obtenido por el «reciclaje» de las decenas de miles de volúmenes de Guerra y Paz, Crimen y Castigo o los Diarios de un Cazador que van a desaparecer para siempre se destinarán a comprar vehículos para el ejército defensor. Los propios lectores de la librería Siayvo, como se llama el lugar del salvajismo producido tras el salvajismo, fueron los promotores de una iniciativa que ya ha recogido 25 toneladas de libros, siglos de bella prosa, de amor y de conocimiento, precisamente antídotos de la guerra, destruidos a cambio de 3.000 míseros dólares para financiarla.
Y no solo los lectores ucranianos se unen a la quema, sino también los escritores. La unión de escritores de Ucrania solicitó directamente el cierre del museo Bulgákov, el escritor que vivió en Kiev durante más de una década y cuya novela La Guardia Blanca, protagonista de la exposición del museo, fue calificada de imperialista. El revisionismo inducido por una invasión con consecuencias canceladoras de una cultura decimonónica que nada tiene que ver (o quizá todo) con la guerra actual.
No es lo mismo quitar el nombre de una calle llamada Moscú que «reciclar» Doctor Zhivago. Tampoco los niños ucranianos van a tener acceso a los cuentos de Chéjov porque el ministerio de Educación ha retirado el estudio de todos los autores rusos. Chéjov, ese peligroso descriptor de la cotidianeidad, mártir de una cancelación similar, curiosamente, a la de los autores cancelados por las universidades americanas (como Shakespeare o Jane Austen), a la de los usos del nuevo mundo woke que parece pretender imponerse en cualquier caso con la guerra, sea militar, cultural o ambas, perversa parte de un mismo todo.
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