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28 de marzo de 2024

La ilustradora Ilu Ros presenta su nuevo libro, 'Una trilogía rural'

La ilustradora Ilu Ros presenta su nuevo libro, Una trilogía rural

Ilu Ros: «Los temas de Lorca son universales, aunque ya no haya mujeres guardando luto en casa»

Después de ilustrar la biografía de Federico García Lorca, la artista e ilustradora presenta Una trilogía rural, un magnético volumen donde reúne las principales tragedias del poeta granadino

Su primer libro ilustrado, Cosas nuestras, fue un éxito donde la autora dialogaba con su abuela a través de iconos de su época como Concha Piquer o Lola Flores, que engancha con ídolos actuales como Los Planetas o Rosalía. Poco después la editora de Lumen le propuso un libro sobre Federico García Lorca. Ilu Ros (Mula, 1985) ya había sentido la aguja del amor por el universo lorquiano, y pudo desarrollarlo plenamente en Federico, un atractivo recorrido visual por la vida de García Lorca, que casi todos creemos conocer, más o menos, comenzando por su brutal asesinato al comienzo de la Guerra Civil.
Sin embargo, una «espinita», como ella dice, se le había quedado clavada: no había podido profundizar en su mundo, en su simbología, en sus personajes dramáticos, en su teatro. Tenía una deuda pendiente que ha saldado ahora con Una trilogía rural, donde ilustra las tres obras con las que ella se enamoró de su Federiquito: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. La murciana fusiona texto y dibujo, algo grotesco pero lleno de color, en una composición vibrante que nos arrastra tanto como la magnética personalidad de Federico y de todos sus personajes.
'Una trilogía rural' (Lumen) es el nuevo libro de la ilustradora Ilu Ros

Una trilogía rural (Lumen) es el nuevo libro de la ilustradora Ilu Ros

–¿Recuerdas la primera vez que oíste hablar de Federico García Lorca?
–No recuerdo la primera vez, pero sí sé que es suya una de las primeras obras de teatro que vi de niña. Tengo el recuerdo de ver La casa de Bernarda Alba o Bodas de sangre en el teatro de mi pueblo, y ese fue el primer contacto con su obra. En el colegio y en el instituto me hablaron de Lorca, pero cuando realmente me empapé de su obra fue cuando viví cinco años en Granada.
–Tras publicar su biografía, Federico, el año pasado, ¿tenías una deuda con su universo y sus personajes?
–Ha sido en realidad como un regalo para mí misma. Cuando estuve haciendo Federico fue un trabajo muy intenso, porque lo hice durante la pandemia y después seguí muy encerrada, buceando en la documentación y zambulléndome en toda su historia. Cuando lo acabé, aunque me ha traído muchas alegrías, necesitaba un tiempo de descanso. Y luego volví con ganas a explorar su universo en busca de todos los símbolos escondidos en la obra de Lorca, y lo he disfrutado muchísimo.
–¿Es diferente abordar su figura desde el punto de vista documental que desde el de la simbología?
–Para ilustrar Federico me tuve que leer varias biografías y ver muchos documentales. Me leí toda su obra y fui muy, muy estricta en cuanto a la documentación; no podía inventarme nada. Pero a la hora de ilustrar su teatro, está mucho más abierto a la interpretación. Sus personajes dan mucho pie a la creatividad.
En su libro anterior, 'Federico' (Lumen), Ilu Ros se centró en la biografía de Federico García Lorca

En su libro anterior, Federico (Lumen), Ilu Ros se centró en la biografía de Federico García Lorca

–Has decidido empezar la trilogía con el discurso que da Lorca en el Teatro Español reivindicando el teatro. ¿Por qué lo has elegido?
–Una de las facetas que más me gusta de García Lorca es precisamente cuando empezó a escribir su teatro, cuando se hizo famoso como dramaturgo y estaba metido en La Barraca, el grupo de teatro universitario que dirigía junto a Eduardo Ugarte. Ambos tenían un concepto del teatro como una expresión popular que tenía que pertenecer a todos, y eso hacían con su compañía: llevar el teatro del Siglo de Oro a los pueblos más recónditos de España, a lo que ahora llamamos la España vacía. Eso dice mucho de quién era Lorca y de qué significaba para él el teatro como proceso comunitario. En su discurso dice que no quiere homenajes, sólo quiere que el teatro llegue a todas partes.
–Dice: «El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso». ¿Cómo ha cambiado el teatro desde la época de Federico hasta ahora?
–Creo que al final las artes siempre van a pertenecer a un tiempo, aunque luego puedan perdurar en el tiempo. Las obras de teatro son testimonios de su época: el arte y la cultura son un reflejo de la sociedad en la que se vive.
–¿Siguen apelándonos los temas de Lorca, siguen siendo universales?
–Aunque ya no haya mujeres guardando luto en casa (que alguna queda), los temas de Lorca siguen siendo universales. A los más jóvenes a veces les sorprende o tienen que hacer un ejercicio de entender ese contexto que ya no es el nuestro. Pero sus temas son universales porque hablan de lo que es el hombre, de su necesidad de expresarse, de relacionarse, de amar, de ser escuchado, de ser mirado. Lorca habla de pasión, de deseo, de amor, de opresión, del drama de una mujer que no puede tener hijos, de presión social. Y eso lo vamos a tener siempre, porque siempre nos va a preocupar lo que opinen los demás o lo que nos suceda. Por eso Lorca es un autor eterno.

Lorca habla de pasión, de deseo, de amor, de opresión, del drama de una mujer que no puede tener hijos, de presión social

–¿Te parece positiva la recuperación de su figura como un icono pop, aunque sea una aproximación superficial?
–El hecho de coger a un artista, a un autor anterior, y volver a revisar su obra siempre va a ser positivo. Aunque es verdad que cuando las cosas exceden esa recuperación y se convierten en productos, se mercantiliza su figura. Por eso si hablas de Lorca, tienes que hablar de su obra, de su aportación a la cultura, y no reducirlo a un icono.
–¿Cómo es para ti el proceso de ilustración? ¿Primero te empapas de la obra y luego dibujas, o es un proceso continuo, simultáneo?
–La trabajo con anterioridad. Para este libro me releí toda su obra e hice un trabajo de estructuración de la obra, entendiendo qué quería ilustrar. Porque además, al ser teatro, yo quería decidir dónde iba a encajar cada ilustración, porque hay algunas que contienen diálogo.
Una de las ilustraciones de Ilu Ros para 'Bodas de Sangre', contenida en su 'Trilogía rural' (Lumen), que incluye diálogos

Una de las ilustraciones de Ilu Ros para Bodas de Sangre, contenida en su Una trilogía rural (Lumen), que incluye los diálogos

–¿Entonces te has encargado también de la maquetación?
–Exacto. En este libro tuve que pedir a la editorial implicarme en este aspecto, decidir cuál iba a ser el formato del libro, cómo iba la caja del texto, etc. Y una vez que teníamos esa estructura, que ya contaba con algunos de mis bocetos, fui rellenándola con las ilustraciones, troceando el texto y distribuyéndolo con un programa de edición. Es importante también para establecer una fecha de entrega.
–¿Qué símbolos del universo lorquiano encontramos en este libro?
–La luna aparece casi continuamente en la obra de Lorca, como en el Romancero Gitano en Bodas de sangre. Es un personaje más. En el libro anterior, Federico, vi que la noche que mataron a Lorca no hubo luna, así que se la puse para que lo acompañase. Ahora he dibujado un hilo rojo, que aparece en Bodas de sangre, que une a todos los personajes por esta historia de la sangre entendida como vínculo, pero también como tragedia: en la primera escena las vecinas están tejiendo con una madeja roja, y representan a las tres parcas que tejen el hilo de la vida. La simbología de García Lorca es infinita: cuanto más lo lees, más encuentras.
–En las ilustraciones combinas la dureza de lo que sucede con un gran colorido, como en la escena de las lavanderas en Yerma.
–Este es el principio del acto segundo, el cuadro uno. Las lavanderas están rodeadas de agua, llenas de algarabía y cotilleo, hablan y limpian. Su estado anímico es el contrario del de Yerma, que se siente seca por dentro en contraste con la alegría y con el agua de las lavanderas, que a la vez están siendo muy crueles con ella, culpabilizándola de su esterilidad y de cómo la habían visto de noche, sentada en el quicio de su puerta, sola. El dolor de Yerma es tan grande que ya no cabe dentro de su casa.
Ilustración del cambio de escena en 'Yerma' según Ilu Ros, en 'Una trilogía rural' (Lumen)

Ilustración del cambio de escena en Yerma según Ilu Ros, en Una trilogía rural (Lumen)

–¿Cómo podía tener Lorca esa sensibilidad, esa capacidad de captar el alma femenina?
–No soy una experta en literatura de aquel tiempo, pero creo que Federico García Lorca es el escritor masculino que mejor supo reflejar a la mujer rural, de provincias, de su época. Doña Rosita la soltera es otro buen ejemplo. Él empatizaba mucho con las mujeres de su tiempo: era muy sensible, muy creativo, y estaba abierto siempre a aprender y a beber de lo que sucede a su alrededor.

Federico García Lorca es el escritor masculino que mejor supo reflejar a la mujer rural de su época

–También se debe a que se inspiraba en las historias reales de las mujeres de su alrededor.
–Efectivamente. Frasquita Alba inspiró la historia de La casa de Bernarda Alba. La mujer de su padre murió sin descendencia y le inspiró para escribir Yerma. Lorca siempre estuvo rodeado de muchas mujeres, pero su familia, sus primas, sus tías, las cocineras y las criadas también le inspiraban, porque él procedía de una familia privilegiada, pero también reflejaba los pesares de las clases más bajas. Su homosexualidad también le hizo más sensible, porque él tenía que vivir su amor de forma oculta, no podía ser él mismo, y eso fue muy doloroso siempre para él.
–En la obra de Lorca conviven el ensalzamiento del medio rural y su carácter opresivo. ¿Se refleja esto en Una trilogía rural?
–Sí, al final es un arma de doble filo, porque tendemos a idealizarlo todo, también lo rural. Igual que se idealiza la ciudad. El pueblo te ofrece el contacto con la naturaleza y un mayor disfrute del tiempo, pero socialmente es mucho más difícil vivir allí. En la época de Lorca los comentarios y los chismes podían acabar con tu vida: en estas obras se respira esa claustrofobia de sentirse todo el tiempo observado. «El infierno son los demás»...
–¿Qué es lo próximo? ¿Vas a seguir ahondando en la figura de Federico?
–No, creo que esto ha sido el colofón, pero bueno, nunca digas nunca. Hice el libro Cosas nuestras sobre mi relación con mi abuela, porque me interesa ese diálogo entre lo antiguo, la tradición, y lo nuevo, lo contemporáneo. Además, lo escribí cuando estaba viviendo en Londres, y eso me hizo empatizar con mi familia, que había sido emigrante en Francia, y me pregunté cómo habría sido para mi abuela llegar a un país extranjero con sus hijos a buscarse la vida. Federico nunca dejó de ser vanguardista, de innovar y de explorar, pero tampoco perdió nunca de vista sus raíces. Y así quiero ser yo.
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