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27 de abril de 2024

Rafael

El doctor en Derecho y Filosofía y escritor Rafael Gómez Pérez

Rafael Gómez Pérez: «La IA te puede dar una canción del verano, pero no podrá componer la Novena de Beethoven»

«¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?». Eso se preguntaba Philip K. Dick en la novela que inspiró a Ridley Scott para rodar Blade Runner. Hoy, con la irrupción de máquinas que simulan ser tan inteligentes como los humanos, ¿nos estamos parando a reflexionar? De ello charlamos con el autor de El dilema de la IA

Rafael Gómez Pérez (Huelva, 1935) es doctor en Derecho y en Filosofía, autor de un extenso número de libros, y ha sido profesor de universidad. En su nuevo ensayo El dilema de la IA (Rialp), de formato pequeño y poco más de un centenar de páginas, habla sobre el reto para la inteligencia humana y para la ética que supone la nueva tecnología de la Inteligencia Artificial. ¿Qué haremos en un mundo donde las máquinas acometan gran parte de las tareas que, hasta el momento, realizaban los seres humanos? ¿Seguiremos teniendo criterio propio y leyendo a los clásicos para saber quiénes somos?
–¿La Inteligencia Artificial es inteligente?
–Por supuesto; la Inteligencia Artificial, en realidad, no es más que una potenciación de la inteligencia natural. O sea, la acumulación de la memoria, que está ligada siempre a la inteligencia, da de sí otro tipo de inteligencia a base de combinar los datos. Y eso potencia de tal manera el cálculo, que supera los límites normales de la inteligencia natural.
–¿No hay algún distingo a la hora de definir inteligencia humana e inteligencia artificial?
–La inteligencia humana tiene muchas facetas. Hay una inteligencia para el cálculo, hay una inteligencia emocional, hay una inteligencia artística. No hay un solo tipo de inteligencia humana. La Inteligencia Artificial lo que hace es potenciar la inteligencia humana del cálculo. Pero, por ejemplo, en la emocional tiene poco que decir. En la artística puede copiar, puede reformular, coger cuadros antiguos y recomponer, pero eso no es crear. De hecho, en este libro le doy unas rimas a ChatGPT y le propongo que me haga un soneto. Y me hace un soneto malísimo, pero malísimo. Lo que ha hecho la Inteligencia Artificial es coger cosas de aquí, de allí, pero sin sentido. Por eso digo que la Inteligencia Artificial desarrolla un tipo de inteligencia humana, no toda.

No puede haber inteligencia sin memoria, y la informática ha venido a demostrar el valor de la memoria

–El libro concede mucha relevancia a la memoria, una potencia del alma que hoy en día está denostada. ¿Existe algún riesgo al delegar la memoria en las máquinas?
–Está esa frase tan trillada de «la memoria es la inteligencia de los torpes». Pero la memoria es fundamental, está siempre ligada a la inteligencia. No puede haber inteligencia sin memoria, y la informática y cibernética han venido a demostrar el valor de la memoria. Cuanta más memoria, cuantos más datos almacena una persona, fundamentalmente gracias a la lectura, mejor se desarrolla su inteligencia. Eso es lo que hace la Inteligencia Artificial: sacar partido a la memoria. La memoria no corre peligro con la Inteligencia Artificial, porque lo que demuestra es que todo deriva y todo nace de la memoria.
Cubierta de El dilema de la IA (RIALP)

Cubierta de El dilema de la IA

–Al comienzo de su libro, usted expresa una declaración no catastrofista, asegurando que la Inteligencia Artificial es una herramienta como otra cualquiera. Luego repasa cómo se ha mostrado a la Inteligencia Artificial en la ficción, por ejemplo, la muy significativa 2001: Una odisea en el espacio, con un HAL 9000 que comienza a matar a los humanos. ¿Qué aprendizajes, pistas o advertencias nos deja esa película?
–Al igual que mucha producción literaria y cinematográfica, esa película se decanta por lo dramático, porque lo dramático atrae siempre mucho más que lo normal. Cuando se piensa en la robótica, se piensa que se rebelará. Porque lo de rebelarse está en el inconsciente imaginario colectivo. Desde el principio, desde el «seréis como dioses» de la Biblia, la rebelión de Adán y Eva. Y eso siempre ha gustado, porque es dramático y porque tiene intriga. Si resulta que en 2001: Una odisea en el espacio la Inteligencia Artificial, el ojo famoso, se comporta como un perrito faldero, no hay película. Cualquier instrumento del hombre ha provocado siempre recelo al principio. Cuando aparecen las primeras máquinas textiles en Inglaterra, a comienzos del siglo XIX, surge ese movimiento famoso de los luditas dedicado a la destrucción de la máquina, porque las máquinas iban a quitar puestos de trabajo. Con la Inteligencia Artificial se van a potenciar muchas actividades humanas, aunque va a quitar puestos de trabajo. Eso es evidente, pero ha pasado siempre. El peligro no es la Inteligencia Artificial. El peligro es el no cultivo de la inteligencia natural. Con la Inteligencia Artificial, la educación de la gente, de todo el mundo, tiene que ser de mucha mayor calidad: de conocimiento, y, sobre todo, de sentido crítico.

Con la Inteligencia Artificial se van a potenciar muchas actividades humanas, aunque va a quitar puestos de trabajo

–Se requiere una mayor conciencia.
–Y un entorno humanista. Porque la Inteligencia Artificial te puede escribir un libro cogiendo de aquí y allá, y te pude dar una canción del verano mejor que la de Georgie Dann. Pero pintarte la Capilla Sixtina no lo va a hacer, y la Novena de Beethoven no la podrá componer. Es decir, supone un reto para una mayor creatividad humana. Hay una gran ventaja en la Inteligencia Artificial. Yo no soy para nada receloso ni pesimista. El ser humano tiene tanta complejidad, en la inteligencia, la memoria, la voluntad, los sentimientos, que siempre se distinguirá de cualquier máquina. Siempre, siempre. Me refiero al ser humano libre y creativo. Un ser humano sin cultura, sin pensamiento crítico, masificado, ya parece un robot [se ríe]. Un robot torpe.
Rafael Gómez Pérez

Rafael Gómez Pérez

–¿Va a generarse una mayor distancia entre los ricos y el resto de la población?
–Sí, Sí. Ese es el gran peligro: que haya una especie de neoesclavitud. A día de hoy la Inteligencia Artificial está prácticamente copada por dos países: Estados Unidos y China. Y lo que quieren es competir para ganar dinero; en el fondo, esto es un negocio, como todo. Aquí no hay novedad ninguna en la naturaleza humana; la «auri sacra fames» [«abominable hambre de oro»] de la que hablaba Virgilio.

Un ser humano sin cultura, sin pensamiento crítico, masificado, ya parece un robot

–El mito de Prometeo parece indicar cómo funciona el modo del hombre de estar en el mundo, un modo artificial en el cual toda la tecnología despierta, al comienzo y cuando menos, inquietud. Pero luego su uso nos acaba convirtiendo en dioses. O al menos nos separa de lo natural. ¿Es un resumen simplista de la cuestión?
–Nos separa de lo natural, si no cultivamos a la vez lo natural. Al final del libro cito a Horacio y a un poeta francés del siglo XVII, porque dicen que, si expulsas lo natural, lo natural volverá al galope. Sea lo que sea el mundo de la Inteligencia Artificial, a fin de cuentas, cada persona nace sola y muere sola. Y esto no lo arregla nadie.
–¿La Inteligencia Artificial nos volverá tontos, o seremos nosotros los que habremos optado por ser tontos?
–Con la Inteligencia Artificial habrá todo tipo de productos, porque se trata de productos. Y unos productos serán mejores que otros. Habrá productos para tontos que elegirán los tontos. Y habrá productos para sabios que elegirán los sabios. Como pasa con todos los demás productos que existen. Yo tengo un libro que se titula Las constantes humanas, y las constantes humanas se llaman así, porque siempre son de ese modo, y siempre lo han sido y siempre lo serán.
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