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28 de abril de 2024

Navío San Juan Nepomuceno

Navío San Juan Nepomuceno

El Debate de las Ideas

Los orígenes de Guarnizo y el 74 cañones San Juan Nepomuceno: Francisco Gautier y Jorge Juan

El San Juan Nepomuceno es uno de esos grandes elementos de la historia de España, un navío montañés, compacto en formas, pero diabólicamente rápido y eficaz en los cometidos de la Real Armada ilustrada

Decía Winston Churchill que 'Nunca tantos debieron tanto a tan pocos', si bien el formidable premier se refería a los aviadores de la RAF que actuaron en defensa de la libertad frente a la tiranía nazi, es una frase que podemos aplicar a la historia naval española. Pocos elementos nos han aportado tanto como nuestros buques, pero poca gente lo recuerda, pese a que, sin ellos, nuestra vieja nación no sería la misma. No habríamos podido culminar la reconquista, tampoco tendríamos a nuestros hermanos hispanoamericanos, ni hoy nuestra industria naval habría llegado al alto nivel tecnológico del que disfruta.
El San Juan Nepomuceno es uno de esos grandes elementos de la historia de España, un navío montañés, compacto en formas, pero diabólicamente rápido y eficaz en los cometidos de la Real Armada ilustrada. Como no podía ser de otra manera, realizado en el Real Astillero de Guarnizo, sinónimo de saber hacer, tecnología y precisión suiza, que, junto a las Reales Fábricas de Artillería de Liérganes y La Cavada, constituía la punta tecnológica de la nación durante tres siglos, porque no se nos olvide, la industria militar siempre es la primera.

Ensenada decidió enviar a Jorge Juan a espiar la construcción naval practicada en las islas británicas.

La cantidad de datos que podría dar para justificar esta frase son muchos, pero iniciemos este recorrido en la época de los Austrias. Don Felipe II encargó a don Cristóbal de Barros la búsqueda de los mejores emplazamientos para la construcción naval, escogiendo el superintendente el lugar de Guarnizo, en el Real Valle de Camargo y al fondo de la Bahía de Santander, donde se realizarían decenas de galeones para las escuadras hispánicas en los siglos XVI y XVII. Esta elección no era baladí, puesto que había importantes recursos madereros y humanos en sus proximidades.
El siglo XVIII significó una vuelta definitiva de la Armada al astillero, tras haberse realizado algunos navíos en Colindres y Santoña, debido a los ataques perpetrados en el último durante la Guerra de la Cuádruple Alianza, con don Antonio de Gaztañeta como personaje clave. Este ilustre vasco desarrolló un sistema constructivo, de cuyas bondades no hay dudas, como acreditan las victorias de Tolón (1744), la carrera del Glorioso (1747) o la batalla de La Habana (1748), entre otros acontecimientos. Se podría pensar que este mundo global de transferencia tecnológica continua lo hemos inventado nosotros, aunque siento decepcionarles, no ha sido así. A lo largo de la Edad Moderna nos encontramos con este mismo contexto, por ello Ensenada decidió enviar a Jorge Juan a espiar la construcción naval practicada en las islas británicas. Los historiadores hemos vertido ríos de tinta, pero creo que esta es la razón fundamental. Era algo habitual, los franceses ya habían enviado a Blaise Ollivier a darse un 'paseo' por Gran Bretaña, mientras que los súbditos de 'Su Graciosa Majestad' eran muy dados a capturar buques enemigos, para ver que se estilaba en otras latitudes, ¿les suena la captura del Princesa?

Este ilustre marino y los constructores británicos e irlandeses sustituyeron el tradicional perno de hierro hispano por la cabilla de madera

Don Jorge Juan es una de las personalidades más sobresalientes de nuestro pasado, pero el sistema que desarrolló a partir de sus experiencias en los arsenales del Támesis no fue el mejor. En la época, la tecnología hispanofrancesa era netamente superior a la usada por la Royal Navy, alargamiento de cascos, centros de gravedad más bajos y uso único de pernos metálicos en el encoramento, es decir, en la unión de las piezas. El sabio español fue responsable de notables avances, por ejemplo, el uso de las matemáticas en el desarrollo del buque o los primeros pasos de lo que hoy conocemos como 'oficina técnica', pero el proceso de gestación de sus navíos fue largo y azaroso. El sistema británico sólo era superior en el uso de cantidades inferiores de madera y una mayor variedad de las formas de los troncos usados.
Este ilustre marino y los constructores británicos e irlandeses sustituyeron el tradicional perno de hierro hispano por la cabilla de madera, lo que incidía en el mayor problema de este sistema, la falta de resistencia estructural. Cuando la Armada fue recibiendo los primeros prototipos se pudo comprobar empíricamente, iniciándose un continuo goteo de juntas de constructores, 1752, 1754, 1758, que concluyeron con un mayor acercamiento a los tradicionales principios hispanos, con el uso del férrico perno como eje central. Este sistema a la inglesa se desarrolló entre 1750 y 1765, un largo periodo que culminaría con el soberbio Velasco, sin embargo, el secretario Arriaga decidió un cambio de sistema.
En este punto, irrumpe en nuestro panorama constructivo don Francisco Gautier, ingeniero tolonés con la misión de seguir mejorando los buques de la Armada, hacerlos más rápidos y resistentes, iniciándose el llamado sistema a la francesa, que comparte muchas similitudes con nuestra tradición naval. El bailío Arriaga decide enviarlo a Guarnizo, donde ya se había iniciado los preparativos para la construcción del Nepomuceno y sus compañeros de serie. El asentista, don Manuel de Zubiría se quejará del cambio, pero tecnológicamente fue una decisión arriesgada que sólo Guarnizo podía asumir, desarrollar unos prototipos para probar las bondades del sistema. Veamos someramente cómo eran estos navíos. Constructivamente hablando, presentaban un menor número de cuadernas a lo largo del casco con sus correspondientes vanos para la artillería, mientras que Jorge Juan las dispuso a lo largo de todo el casco, abriéndolas para las portas. Las líneas de agua estaban pensadas para otorgar a estos 74 cañones velocidad, gracias a su afinado diseño, mientras que una buena resistencia estructural era conseguida a través del uso de la clavazón metálica.
No querría terminar este breve artículo, sin destacar que esta serie de seis navíos, San Juan Nepomuceno, San Pascual Baylón, San Francisco de Asís, San Lorenzo, San Agustín y Santo Domingo, tuvieron una larga vida al servicio de España y su Armada, siendo todos protagonistas de heroicas acciones en las que defendieron las armas hispanas, las batallas del Cabo San Vicente y Cabo Santa María –ambas en 1780–, sin olvidarnos de Trafalgar, historias que merecen ser contadas.
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