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29 de abril de 2024

Turistas frente al Ponte Vechio en Florencia

Turistas frente al Ponte Vecchio en FlorenciaAFP

«Florencia se muere» o como el turismo masivo está destruyendo las ciudades europeas

La tradicional orfebrería de la ciudad toscana es una de las heridas abiertas por el globalismo descontrolado

Venecia, Toledo, Brujas, Gante... y también Florencia. Las ciudades joya de la humanidad se encuentran en peligro por el propio hombre. Lo pequeño, lo delicado, lo valioso o lo especial, sucumbe ante lo desproporcionado, lo vulgar, lo barato o lo ordinario. La directora de la Galería de la Academia, donde se encuentra el David de Miguel Ángel, ha llegado a decir que Florencia se ha convertido en «una prostituta».
Las visitas a la ciudad aumentaron en 2023 casi en 7%, y este dato creciente está provocando la desaparición, también creciente, de las tiendas tradicionales y las residencias particulares de los florentinos, convertidas en locales de comida rápida y apartamentos turísticos. Un apocalipsis lento, pero ya visible en muchas ciudades históricas europeas. Los orfebres son otra herida abierta, la artesanía atávica de siglos de antigüedad que está desapareciendo empujada por el turismo salvaje.
El coste medio de los alquileres residenciales en Florencia subió un 42% entre 2016 y 2023. Del mismo modo que el número de apartamentos listados en la plataforma Airbnb pasó de 6.000 a casi 15.000. No hay descanso, ni tregua para la ciudad. El David nunca estuvo más acosado por extraños de todo el mundo, pues los vecinos se marchan ante la masificación y el deterioro de su calidad de vida. Esto también ha provocado el aumento de la delincuencia, por si faltaba algo. «Florencia se muere», rezan algunos carteles en las tiendas antiguas resistentes.
Venecia está probando un sistema de entradas que hace pagar acceso a los visitantes que quieran pasar un día en la localidad durante la temporada alta. En el caso de Florencia, su Consejo municipal, de centroizquierda, lanzó una campaña para atraer a los turistas lejos del centro. Una suerte de política de descongestión de la que dicen que ha logrado un avance, derivando una parte del turismo florentino al campo.
El gobierno local también quiere hacer que haya más alojamientos disponibles para la población local y frenar el encarecimiento del alquiler, prohibiendo nuevos pisos de alquiler turístico a corto plazo en el centro histórico. La medida, adoptada en octubre, prevé desgravaciones fiscales para los propietarios que regresen a modelos de arrendamiento ordinarios. Una medida que llega demasiado tarde para algunos artesanos, aún no se sabe si para la ciudad (la tibia voluntad política hace temer lo peor), incapaces de hacer frente al feroz desarrollo turístico.
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