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28 de abril de 2024

André Malraux, Jack Lang y Ernest Urtasun

André Malraux, Jack Lang y Ernest Urtasun

Urtasun después de Semprún, Lang y Malraux o la involución completa del ministro de Cultura

Lang modernizó la cultura en Francia en los 80 y apareció de algún modo la politización inaugurándose el conocido mundo de los artistas subvencionados

Ernest Urtasun es el último eslabón de la especie de los ministros de Cultura. Quizá fue André Malraux, vanguardista, cubista, surrealista, dadaísta y autor de La condición humana, el primer ministro de Cultura moderno. Su excentricidad vital fue cultura viva hecha política por decisión del general De Gaulle. Entre sus acciones como gobernante se encuentran, por ejemplo, enviar a Marc Chagall a pintar el techo de la Ópera de París, como antaño el Papa envió a Miguel Ángel a pintar los techos de la Capilla Sixtina.

Sin ideología

También restauró el Palacio de Versalles e impulsó la cultura de su país por todo el mundo. Esto fue en los años 60. En 1977 el primer ministro de Cultura español fue Pío Cabanillas, un registrador de la propiedad que con prudencia advirtió que consultaría sus decisiones con los expertos en las materias correspondientes y que fomentaría la cultura española (al estilo de Malraux), incluso consultando los pareceres del resto de formaciones políticas, sin intentar imponer ninguna ideología.
Tampoco Malraux quiso imponer ninguna ideología, la imposición como hecho más alejado de la idea de un ministerio de Cultura, nacido para expandir y no para reducir. Puede que una de las palmas en este sentido se las llevara el que consideraron el ministro bufón de Francia en los 80, bajo las órdenes de Mitterrand, quien propuso a Jack Lang, ese era su nombre, una re-revolución cultural en el ámbito ministerial clásico: el de Malraux.

Reflexione y presénteme una listaMitterrand a Jack Lang

El presidente francés le dijo al joven ministro: «Por un lado, deben nacer en toda Francia centros de arte, lugares de vida. Por otro, me gustaría que en París se edificasen monumentos e instituciones que dejaran una impronta y que al mismo tiempo modelasen la historia de la capital y del país. Reflexione y presénteme una lista». La idea de Mitterrand para el ministerio era la creatividad, no la política. Un ministerio alejado de la política. ¿Se inspiró Felipe González en su caso para nombrar en el cargo en 1988 a Jorge Semprún?
El asunto es que la idea primigenia se trasladó a la realidad de modo distinto. Lang modernizó la cultura y a algunos no les pareció bien. Apareció de algún modo la politización e inauguró el conocido mundo de los artistas subvencionados (por el Estado) en virtud o incapacidad de la promoción del arte contemporáneo. El concepto malrauxiano se trastocó. La nueva creatividad lo acercó a la política de la que estaba perfectamente alejada, y puede que ya nunca se volviera a separar.

La cultura jíbara de Urtasun

Es posible que nunca en la historia de su existencia un ministerio de Cultura haya estado tan cerca de la política y de la ideología como lo está en la actualidad en las manos de Urtasun, el diverso plurilingüista alejado de cualquier vanguardia y de cualquier prudencia que se preocupa en buscarle reconocimiento y visibilidad al asturiano, por ejemplo, mientras reduce la gran historia española al tamaño, la forma y el sentido de una cabeza de jíbaro. Todo demasiado lejos de André Malraux (un comunista, por cierto) y la belleza de su condición humana.
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