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30 de abril de 2024

Andrés Amorós
Crónica deAndrés AmorósSevilla

Un emocionante tercio de Varas

Sólo Tomas Rufo roza el triunfo, con toros que se apagan pronto

Actualizada 09:55

El toro de Jandilla estuvo a punto de tirar al picador, pero la ayuda de Manzanares evitó un mal mayor

El toro de Jandilla estuvo a punto de tirar al picador, pero la ayuda de Manzanares evitó un mal mayorEFE

¿Nos sacarán los Jandillas del sopor de los toros sosos? Con esa esperanza acudimos a la Maestranza, en un nuevo cartel de figuras, en el que ha vuelto a ponerse el «No hay billetes». Los toros, bien presentados, son manejables, embisten con suavidad pero flaquean y duran poco. No crean graves problemas a los espadas pero impiden un triunfo rotundo: lo típico del «toro moderno». Tomás Rufo muestra su decisión y su buen estilo pero se queda en petición de oreja. Manzanares y Talavante, grises como la tarde, pronto nublada y con ráfagas de viento.
Muchas veces he disfrutado con el toreo de Manzanares: posee una personal estética, basada en la solemne elegancia, pero me temo que ahora mismo ha perdido el punto preciso necesario para que las faenas cuajen. No es la primera vez que eso le pasa, ya ha vivido estos picos. Supongo que no es una cuestión de más entrenamiento sino de pararse a reflexionar sobre qué es lo que no está funcionando.
El primero sale embistiendo con las manos por delante. En la primera vara, busca al caballo por delante y lo derriba. Después de dos coladas, José María lo va metiendo en el canasto, con muchas voces y sin estrecharse. Mata bien y saluda.
El cuarto va suave pero flaquea, se apaga. Logra sacarle algunos muletazos solemnes pero el trasteo no puede tener emoción. Pincha dos veces antes de la estocada. Los fallos con la espada y las voces que da muestran claramente que no está en su mejor momento.
Talavante, que posee una especial facilidad con la mano izquierda, ha elegido, en su vuelta a los ruedos, un camino muy discutible. Torear mirando al tendido me parece un absurdo, aunque lo aplaudan. Tampoco me gusta que se jalee a sí mismo ni los gestos triunfalistas, al concluir una serie de muletazos: son recursos para solicitar un aplauso fácil, como un mal rejoneador. No lo debe hacer un diestro de su nivel.
El segundo sale suelto, manseando, con clara tendencia a chiqueros y flaquea: ¡una joya! En el caballo, echa la cara arriba, protesta, se va. Después de doblarse, comprueba Talavante que el toro, incierto, embiste con feo estilo y corta el trasteo. Mata fácil: todo queda en nada.

Torear mirando al tendido me parece un absurdo, aunque lo aplaudan

En el quinto, que sale suelto, se luce Ambel con los palos. El toro se queda corto, le falta chispa. Tampoco la tiene el diestro: unos pocos muletazos sin relieve y corta la faena, levantando protestas. Se tapa con la espada: vuelve a meter la mano con facilidad. Esta tarde, no ha estado heterodoxo sino conformista.
Primera actuación en esta Feria de Tomás Rufo. Ya sabe lo que es abrir la Puerta del Príncipe. Sigue la escuela toledana: lo descubrió Florito, buen conocedor del toro; lo apoderan los Lozano, grandes profesionales, que saben de sobra cómo se debe llevar la carrera de un joven; la referencia máxima es Domingo Ortega, uno de los mayores genios del toreo. Se concreta esa escuela en dar distancia a los toros, adelantar la muleta, conducir la embestida lo más lejos posible; es decir, la unión infalible de mando y temple. En su primera temporada como matador, triunfó en todos los ruedos. Ya no es una novedad, ha de madurar y afianzar su técnica. Merece que se apueste por él.
Tomás Rufo, con las dos rodillas en tierra ante el primero de su lote

Tomás Rufo, con las dos rodillas en tierra ante el primero de su loteEFE

Desplante de Tomás Rufo ante ese mismo primer astado

Desplante de Tomás Rufo ante ese mismo primer astadoEFE

En el tercero, sucede lo más brillante del festejo, un emocionante tercio de varas . Rufo coloca al toro lejos: tardea pero embiste con alegría, levanta al caballo que monta Manuel Jesús Ruiz Román (el hermano de Espartaco), está a punto de derribarlo por un lado del caballo pero Manzanares, oportunísimo, le ayuda, por el otro lado, ganándose una gran ovación. También la recibe el piquero y suena la música: un momento extraordinario. Comienza su faena Rufo citando de lejos, de rodillas: el toro flaquea pero va. Ya de pie, se lo enrosca a la cintura en buenos muletazos clásicos. Cuando el toro se apaga, aguanta parones. Todavía le saca dos circulares completos, suaves. Prolonga un poco la faena y pincha, antes de la estocada: se queda en petición. Debió dar la vuelta al ruedo ese premio que, por desgracia, está casi desapareciendo. (En sus dos toros se ha lucido con los palos Fernando Sánchez, andándole al toro con majeza).
En el último, Rufo se va a porta gayola, enlaza la larga cambiada con buenos delantales. El toro sale suelto, mansea, se pega una costalada. Tomás le enseña a embestir, lo lleva al centro, le saca algunos derechazos suaves que no pueden tener emoción porque el toro está deseando marcharse a casa. Ha estado muy por encima de su lote. Habrá que verlo el viernes, con los de Alcurrucén.
Por raro que a algunos pueda parecer, la suerte de varas no sólo es necesaria para medir la bravura del toro y hacer posible una faena lucida sino que también puede ser algo muy hermoso. En la Maestranza hemos vivido la emoción de escuchar la música a un toro que se arrancó con bravura al caballo. Recuerdo yo el final de un soneto de José Zorrilla: «Le obliga el hombre, parte de repente, / y, herido en la cerviz, húyele y brama / y en grito universal rompe la gente».
POSTDATA. Domingo Ortega no había estudiado, le llamaron «el paleto de Borox», pero poseía una inteligencia natural extraordinaria. Llegó a ser gran amigo del filósofo Ortega y Gasset, el médico Jiménez Díaz, el arabista García Gómez, el escultor Sebastián Miranda, el escritor Julio Camba, el pintor Ignacio Zuloaga… Se tocaba la palma de la mano y me decía: «Hay que sentir el toreo aquí». Y añadía una preciosa metáfora: «Has de coger la muleta como si fuera un pájaro vivo: si aprietas poco, se va; si aprietas demasiado, lo ahogas». Defendía la tauromaquia clásica, la que no pasa de moda, cuyo primer mandamiento está clarísimo: «O mandas tú, o manda el toro». Sin ese mando –subrayaba– «estás más perdido que Carracuca». Ésa es la realidad, aunque el gran público suela dejarse seducir más por la estética.

FICHA

  • Sevilla, miércoles 17 de abril. No hay billetes. Toros de Jandilla-Vegahermosa, manejables, suaves, flojos, se apagan pronto.
  • JOSÉ MARÍA MANZANARES, de azul marino y oro, estocada (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y estocada contraria (silencio).
  • TALAVANTE, de tabaco y oro, estocada fácil (silencio). En el quinto, estocada fácil (silencio).
  • TOMÁS RUFO, de rioja y oro, pinchazo y estocada (petición y saludos). En el sexto, estocada (ovación de despedida).
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