Sánchez y Begoña Gómez copian el famoso «dientes, dientes» de Isabel Pantoja y Julián Muñoz
Quizá la cúspide del populismo sea que un presidente de Gobierno actúe ante graves sospechas de corrupción como un personaje de la prensa amarilla
Pedro Sánchez y Begoña Gómez en un acto electoral en Benalmádena
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, dijo hace unos días ante los micrófonos que ni Pedro Sánchez ni su mujer, Begoña Gómez, habían negado ninguna de las sospechas de corrupción, ni por supuesto los hechos acreditados, por las que Gómez ha sido imputada por corrupción.
Y es cierto. No lo han negado «porque no pueden», apuntó el regidor madrileño. No solo no lo han negado, sino lo que han hecho en su lugar ha sido actuar como si de una república bananera se tratase España y no de un país moderno, democrático, una monarquía constitucional consolidada hasta que Sánchez termine de desconsolidarla como es su intención.
Sánchez está Maduro
Pedro Sánchez es como un fruto y ahora está Maduro. Begoña, su mujer es un esqueje que va tomando forma propia, unido a su marido, pero con su corazoncito y todo lo demás, incluidos los manejos presuntamente corruptos. No han salido a negarlo, sino que se han mostrado ante los medios sin pudor alguno como se mostraron en tiempos Isabel Pantoja y Julián Muñoz.
La prensa amarilla les perseguía (y la ley les seguía de cerca, tan de cerca que ambos acabaron en prisión por sus chanchullos con el instrumento de la alcaldía de Marbella, donde Muñoz hizo y deshizo) y ellos sonreían de forma histriónica, aunque no tanto como la vicepresidenta Montero, la Sara Bernhardt del PSOE entregada no a La dama de las camelias, sino a Pedro Sánchez y su esposa.
Los dientes del tiburón de Spielberg
Pantoja le decía a Muñoz cuando les asediaban los fotógrafos: «¡Dientes, dientes, que es lo que les jode», y entonces la pareja aparecía mostrando esos dientes con mucha tensión, más bien como el tiburón de Spielberg que como alguien que sonríe. Pedro Sánchez y Begoña Gómez ahora están haciendo lo mismo (¡y en Benalmádena!), y da un alipori similar al que daban los originales, con la salvedad de que se trata del presidente del Gobierno.
Más que una salvedad, es una gravedad. Sánchez y Gómez parecen musitar en plena campaña electoral: «¡Dientes, dientes, que es lo que les jode!». Pero los dientes, como sucedía con Pantoja y Muñoz, dicen una cosa y los ojos otra. Los ojos dicen que no han negado, «porque no pueden», como dice Almeida, las graves evidencias de corrupción que tendrá que determinar un juez, si es que le dejan, mientras el presidente de España toma el nombre de Cachuli.