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Aristóteles (1637) de José de Ribera

Detalle de Aristóteles (1637) de José de Ribera

La creencia errónea de Aristóteles sobre el cerebro y el corazón que es la más bella esencia del ser humano

La teoría del filósofo griego ya fue criticada con acierto en su tiempo, pero a pesar de ello se siguió considerando como cierta durante siglos

Aristóteles creía que el órgano que realizaba la actividad mental del ser humano era el corazón. Así lo dejó escrito en su obra Las partes de los animales. No solo pensaba que el corazón razonaba sino que también era el órgano que proporcionaba la sensibilidad a los hombres.

Un poema que se eleva

Así lo afirmaba por la conexión del corazón, en el centro del cuerpo, con el resto de órganos. Un razonamiento equivocado, según la realidad y la ciencia, pero delicioso desde el punto de vista filosófico y humano. Y la cuestión va a más como un poema que se eleva a cada verso.

Si el corazón pensaba y sentía, ¿qué hacía el cerebro que no se le olvidaba al discípulo de Platón? Pues nada más y nada menos que enfriar el corazón. Para Aristóteles el cerebro era un refrigerador de la naturaleza del cuerpo, y no solo del cuerpo, sino también de la mente y de los sentimientos: una teoría fantástica y maravillosa en su principio, núcleo y desenlace, como una obra de arte.

Aristóteles (1637) de José de Ribera

Aristóteles (1637) de José de Ribera

Aristóteles decía que el cerebro era el refrigerador del corazón asumiendo que este era un órgano caliente y aquel frío, no se sabe muy bien si por su posición externa, casi como extremidad. Pero es paradójico y sustancial que la frialdad del hombre se asocie con el cerebro y la pasión «caliente» con el corazón:

«... el cerebro es la parte más fría del cuerpo, mientras que la médula es de naturaleza caliente. Lo demuestra su untuosidad y su grasa (...) la naturaleza ha ideado el cerebro en contraposición a la región del corazón y al calor que hay en él (...) el cerebro regula el calor y la ebullición del corazón; y para que esta parte alcance un calor moderado, las venas, que parten de la vena grande y de la llamada aorta, terminan en la membrana que envuelve el cerebro», escribió Aristóteles.

El encanto científico-filosófico

Por equivocado que sea el dictamen biológico, como hoy sabemos, resulta difícil sustraerse al encanto científico-filosófico del pensador, el error que es la «médula de naturaleza caliente», en sus propias palabras, del ser humano, casi un cuento formidable para niños y adultos con sentido. Con el sentido y la sensibilidad de un sabio que fue también un lírico y un humanista que hasta en la confusión acertó de pleno, aunque en realidad no lo hiciera.

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