Juan Marsé fue uno de los escritores que con mayor éxito trasladó el realismo sucio estadounidense al ámbito español
Cuando España se quiso sumar a la ola del realismo sucio estadounidense y lo bordó
La segunda mitad del siglo XX vio en España el resurgir con fuerza de la novela, y el realismo sucio estadounidense jugó un importante papel en el fenómeno
Para algunos críticos y escritores, el realismo sucio es un género puramente estadounidense, o, como mucho, anglosajón.
Con unos rasgos característicos que lo circunscriben a ese contexto geográfico y temporal (los años de la inmediata segunda posguerra mundial) que imposibilitan su exportación e implantación en otros puntos del planeta.
Por lo tanto, el realismo sucio español sería algo imposible. Y, sin embargo, existe. O existió.
¿Qué es el realismo sucio? Es un movimiento literario que nace en los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Su fecha de inicio es incierta, lo mismo que la del final. Bebe, como tantos, de las fuentes del nihilismo y hedonismo de la Generación Beat (Jack Kerouac, Allen Ginsberg o William Burroughs) y sus popes serían escritores como Charles Bukowski, Raymond Carver, Richard Ford o Tobias Wolff.
Algunos críticos incluyen también en el movimiento a J.D. Salinger y su iniciática El guardián entre el centeno, Don DeLillo (Ruido de fondo), Philip Roth (Pastoral americana) o a Thomas Pynchon (El arcoíris de la gravedad), aunque el carácter independiente de estos escritores, alejados de cualquier movimiento o generación hace complicado circunscribirlos en un grupo concreto o ponerles etiquetas.
También se ha incluido en el género La broma infinita de David Foster Wallace, algo también descartado por motivos similares a los que muchos niegan que El guardián entre el centeno entre dentro de la definición de realismo sucio.
El realismo sucio se caracteriza por la sencillez narrativa, por la falta de artificios en la prosa (pocos adjetivos, pocos adverbios, nada de virguerías verbales), importancia del diálogo como elemento central de la novela, frases cortas, ideas claras.
Sin olvidar de que se trata de realismo sucio: trata temas de la vida real donde las problemáticas sociales tienen un papel central, sin edulcorarlos, mostrados de forma descarnada, a veces desagradable, casi siempre trágica o, al menos, dramática.
Ejemplos de ello es la colección de cuentos de Raymond Carver ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?; o la saga de Henry Chinaski de Charles Bukowski (La senda del perdedor sería un buen ejemplo); El periodista deportivo, de Richard Ford (convertida en la novela más emblemática del movimiento); o Vida de este chico, de Tobias Wolff.
El realismo sucio español
Si bien hay consenso en situar el realismo sucio en el contexto estadounidense, no es menos cierto que el movimiento creó escuela, fue imitado, o replicado (si se prefiere) en otros países y España no fue ajena a ese movimiento.
A pesar de la opinión extendida de que el franquismo impidió el desarrollo de una literatura novedosa y de calidad, la verdades que las décadas posteriores a la Guerra Civil vieron una explosión en España de la novela.
Esos años han dado algunos de nuestros escritores más grandes, en una nueva generación de narradores que retomaron la estela marcada por la Generación del 98 (la del 27 fueron, principalmente, poetas).
Del mismo modo que el realismo sucio estadounidense tiene sus antecedentes en novelas de la Generación Beat (En el camino, de Jack Kerouac), o El guardián entre el centeno de Salinger, en España podrían señalarse como antecedentes La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela; Nada de Carmen Laforet; El Jarama de Sánchez Ferlosio; o Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos.
La novela española de posguerra será la primera en hacer de punto de conexión, de puente que traiga a España las corrientes literarias extranjeras de vanguardia.
Más claramente identificadas con el realismo sucio estadounidenses, pero tratadas con la pátina cultural española que, al mismo tiempo, la aleja de lo que llega del otro lado del Atlántico, encontramos a Juan Marsé y sus Últimas tardes con Teresa.
Aunque más identificado con la temática histórica, la obra de Eduardo Mendoza tiene también una clara identidad con el realismo sucio que se ve, sobre todo, en La ciudad de los prodigios y, de forma muy clara, en El misterio de la cripta embrujada, pero también en La verdad sobre el caso Savolta.
La narrativa siempre críptica y a veces barroca de Juan Goytisolo se aleja en muchos aspectos de los parámetros clásicos del realismo sucio. Su novela más emblemática, Señas de identidad, bebe, sin embargo, de los grandes escritores del realismo sucio norteamericano.
Ya entrados en los años 90, Historias del Kronen de José Ángel Mañas encaja mucho mejor en los límites del realismo sucio, logrando además llevarlo claramente a territorio cultural español y convirtiéndolo en un género local madrileño que se imitará posteriormente hasta la saciedad.
De la misma generación que Mañas tenemos a Ray Loriga y su novela Lo peor de todo, una novela donde se identifican sin duda elementos de El guardián entre el centeno y la obra de Bukowski ofreciendo una novela nunca leída en España y cuya influencia se dejan notar hoy.