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El escritor José Ángel Mañas en la entrevista con El Debate

El escritor José Ángel Mañas en la entrevista con El DebatePaula Argüelles

José Ángel Mañas: «Sería muy peligroso entrar en el arte y empezar a censurar»

El veterano escritor madrileño, finalista del Nadal en 1994 con Historias del Kronen, vuelve a las librerías con su autobiografía generacional Una historia del Kronen

A José Ángel Mañas no le sentó bien el inesperado y prematuro éxito alcanzado con su primera novela, Historias del Kronen, finalista al Premio Nadal en 1994, best seller absoluto de la literatura española y símbolo generacional de la España de los 90.

Él mismo reconoce que con el Kronen «enfermé de éxito y tardé tiempo en sanar». Mañas tenía entonces 23 años, un desconocimiento absoluto del mundo editorial y una total inexperiencia en cuanto a los protocolos de la esfera pública.

«Evidentemente tardé mucho en entender lo que estaba sucediendo, en entender cómo funcionaba el mundo editorial, en asumir mi posición», explica.

Sobre ello habla en su último libro, su «autobiografía generacional» Una historia del Kronen (Aguilar). Se trata de un libro que, como aquellas Historias del Kronen, tiene un lenguaje crudo, directo, a veces violento, a veces sentimental, ante todo, auténtico. Un lenguaje que, como explica, nace de pensar el libro no como una autobiografía, sino como una novela.

José Ángel Mañas recibe a El Debate en la sede madrileña de la editorial Penguin Random House. Allí, en una habitación blanca, sin decoración, aséptica como una consulta médica, regresamos al Madrid de los 90, al Kronen y a lo que vino después.

— Comienza asegurando que lo que más aborrece por encima de todo es su persona o, matiza, más bien su personaje. ¿No es ser demasiado duro con uno mismo?

— Es un arranque novelesco. Tienes que enganchar un poco al lector, empezar la presentación con una cierta tensión. Pero bueno, sí que algo de eso hay, porque yo siempre digo que, si no fuera yo, posiblemente no me gustaría a mí mismo.

Es una cosa peculiar: lo que acabas transmitiendo como personaje público muchas veces no es exactamente cómo tú te sientes como persona. Quería marca esa diferencia entre el personaje y la persona.

No perdono la primera página. Si un libro no te engancha en esa primera página, es imperdonable

Y luego, intrigar al lector. Yo no perdono la primera página. Si un libro no te engancha en esa primera página, que es tu tarjeta de presentación, es imperdonable. Es como en el arranque de una película: es imperdonable no arrancar fuerte. Entonces, vas buscando efectos, y visto que es una autobiografía, me parecía bien arrancar con esa tensión. Me parece que te intriga. Dices: «¿qué es lo que va a contar a partir de ese momento?». Creo que es una buena manera de arrancar.

También dice que Madrid le irrita, pero en sus libros, y este no es una excepción, se transmite un amor, o al menos una atracción irrefrenable, por la capital. ¿Es imposible amar Madrid sin odiarla al mismo tiempo?

— Madrid es una ciudad con mucha energía, muy dinámica. En los años 90, la gente nos decía, cuando estabas fuera: «¿y cómo es Madrid?», y yo decía: «Pues mira, es una ciudad que a las cinco de mañana estás ya en atascos». Es una ciudad 24 horas, es una ciudad muy intensa…

Cubierta de 'Una historial del Kronen'

Cubierta de 'Una historial del Kronen'Aguilar

Todos los que hemos crecido en ella tenemos un poco esta relación. Es de las prerrogativas de los madrileños. Y en mi caso es verdad que me pasé muchos años queriendo vivir otro sitio, queriendo irme, y siempre acabo volviendo.

A nivel idiomático, yo detecto muy fácilmente cómo habla la gente, me fijo mucho cómo habla la gente y, en especial, los madrileños, que son los que mejor recreo.

Estoy muy arraigado idiomáticamente en Madrid. Yo soy muy madrileñista, en el sentido de que a mí me gusta la literatura sobre Madrid y me gusta el arte sobre Madrid.

También, Madrid es una ciudad donde hay gente de todos los rincones del país. Por eso se dice que Madrid no tiene personalidad, y es verdad. Creo que todo el que viene aquí lo aprecia, esa sensación de que aquí nadie te pregunta de dónde eres, y creo que ese es uno de sus puntos fuertes.

Dice que se escribe porque primero se ha leído...

— Eso siempre.

¿Qué ha leído usted que le llevó a Historias del Kronen?

— Yo he leído de todo, pero, en concreto, hay dos ramas, dos afluentes, vamos a decir, en mi literatura, sobre todo cuando era joven, cuando arranco con Kronen, luego se ha ido enriqueciendo con muchas más lecturas –yo soy lector empedernido, lo he sido siempre y lo sigo siendo.

El autor en un momento de la entrevista

El autor en un momento de la entrevistaPaula Argüelles

Por un lado, la literatura realista, empezando por Galdós y Baroja, y terminando con ese tramo de la posguerra española: Aldecoa, Carmen Laforet, Miguel Delibes, Sánchez Ferlosio –¡El Jarama! –, García Hortelano –me gusta mucho Tormenta de verano–… Ese tipo de realismo de ese momento, que es lo que más me ha nutrido, lo que más me ha gustado dentro de la literatura española.

Luego está lo anglosajón y, especialmente, lo americano. Lo que va desde Huckleberry Finn, de Mark Twain, Salinger… Y luego en mi época, los más jóvenes: Jay McInerney, Easton Ellis… Son esos dos entronques los que convergen en Kronen.

En el libro comenta que el éxito tan prematuro que le llegó con Historias del Kronen marcó para bien y para mal su vida y su carrera literaria. Ese éxito siendo tan joven e inexperto le llevó a cometer errores. ¿Es esta «autobiografía generacional» una forma de exorcizar esos demonios?

— Sí, claro. Es que yo soy ese tipo de escritor que tiene mucho éxito con su primera novela –así es como le ocurrió Carmen Laforet con Nada, a Françoise Sagan con Buenos días, tristeza–…, y claro, eso pesa. Hay quien no levanta cabeza.

Luego está esa especie de maldición que me lanzó Germán Gullón, cuando me dijo aquello de que ‘tú te morirás y sólo quedará el Kronen’

A Carmen Laforet le costó, tuvo un bloqueo creativo…, es verdad que tiene una psicología peculiar, y por eso me identifico más con Françoise Sagan, porque ella sí que escribió muchísimo. Yo soy más prolífico que Carmen, que también escribió toda una serie de obras, pero se notaba que estaba luchando contra sí misma.

En todo caso, esa circunstancia es la mía. Soy un escritor que tuvo su mayor éxito con la ópera prima. Y luego está esa especie de maldición que me lanzó Germán Gullón, cuando me dijo aquello de que ‘tú te morirás y sólo quedará el Kronen’.

Claro, te dicen eso cuando estás arrancando…, yo me reía. Yo sentía que tenía mucha energía y que iba a escribir mucho, y es verdad que he escrito mucho, pero el tiempo pasa y todas las demás novelas van desapareciendo mientras Kronen ahí sigue, y se reedita y se reedita… Con lo cual parece que va a acabar siendo verdad.

Lo normal es que el éxito te llegue cuando llevas tiempo peleando por ello, persiguiéndolo, trabajando, vas subiendo en el escalafón

Todo el trauma que supone un éxito tan bestial, porque fue realmente bestial: en un mes se habían vendido 40.000 ejemplares, y al año siguiente se hace una película que es la más taquillera del cine español hasta la época. Realmente fue un fenómeno muy potente y yo no estaba preparado. Como quien dice, yo no había hecho la mili. Metes un manuscrito en un sobre, lo mandas a un premio y pasa todo esto… No estaba preparado.

José Ángel Mañas y 'Una historia del Kronen'

José Ángel Mañas y 'Una historia del Kronen'Paula Argüelles

Lo normal es que el éxito te llegue cuando llevas tiempo peleando por ello, persiguiéndolo, trabajando, vas subiendo en el escalafón… Eso es lo natural, y entonces lo aprecias, lo valoras y consideras que es lo normal. En este caso es que fue todo junto.

Evidentemente tardé mucho en entender lo que estaba sucediendo, en entender cómo funcionaba el mundo editorial, en asumir mi posición...

De alguna manera, este libro (Una historia del Kronen) es una reflexión sobre ese proceso, cómo he tenido que luchar contra mí mismo y cómo he tenido que aprender. Yo enfermé de éxito y tardé tiempo en sanar.

Con la adaptación al cine de Historias del Kronen se muestra inclemente. ¿Tan poco le gustó?

— Si tú haces un retrato de la juventud tienes que prestar atención, por ejemplo, a cómo viste esa juventud, porque la estética es un lenguaje, y eso lo tienes que cuidar, y en la película se descuidó adrede.

A Juan Diego Botto yo lo veía vestido de una manera muy natural, con su perilla, con no sé qué, y para la película le pusieron una camiseta y una ropa…, no lo sé. Buscaban un punto ahistórico, pero mí me parecía que aquello no recreaba el Madrid de los 90 que yo veía. Ni lo pretendían, y a mí eso me echó para atrás.

Y luego cosas como el final. La gracia del personaje en la novela, de este tipo de personajes negativos, es que nunca evolucionan. Y en cambio en la película, sí. Eso traiciona mucho la esencia del texto.

Es cierto que yo trabajé mucho con Montxo Armendáriz el guion, y la verdad es que fue una experiencia muy bonita y aprendí mucho, él era el senior y yo era el dialoguista. Pero también es verdad que a mí me echó el día del rodaje, con lo cual tampoco hace mucho para que yo me sienta partícipe.

Se muestra muy crítico con la España de las autonomías y con el procés catalán. Dice que le parece sangrante que sean independentistas quienes hicieran negocio con el castellano. ¿España se ha vuelto política y culturalmente un Estado rehén de las élites independentistas catalanas?

— Eso es mucho decir. Ahora mismo, lo que está haciendo Junts es muy significativo, pero eso tiene que ver con un panorama político…, tiene que ver con una circunstancia un poco peculiar.

Sí que es cierto que la Constitución que tenemos ahora mismo está fraguada a base de una serie de pactos entre unos grupos y está pensada para que ciertas minorías, esas que llamamos nacionalismos periféricos, tengan un peso posiblemente mayor al que realmente les correspondería. Eso está claro. Eso forma parte del modelo autonómico, tal como se pensó.

Yo me siento muy español y me gustaría tener un mayor sentido de la unidad

Y al final tienes la sensación de un desgaje. Pero bueno, yo evidentemente vivo Madrid y tengo una visión condicionada por mi situación geográfica. Si viviésemos en Barcelona pues hablaríamos y sentiríamos de otra manera diferente.

En ese fragmento del libro lo que hago es un repaso a los diferentes modelos de país que se han establecido, que van cambiando. Pensemos en la primera República, el cantonalismo.

El problema de las repúblicas españolas es que acabaron mal, que podrían haber acabado bien, pero acabaron mal. Eso también condiciona la idea que uno tiene del republicanismo.

Es verdad que esa idea de España evoluciona: ahora tenemos una, ayer fue otra, en el franquismo se tenía otra, y mañana a lo mejor tenemos otra.

La idea de España ha evolucionado a lo largo del tiempo…, en realidad la de todos los países. Los países son comunidades volubles que se van moviendo a lo largo del tiempo. Pero estamos en un momento donde a mí ya me parece excesivo.

Sí me gustan mucho los idiomas que tenemos, me interesan mucho el catalán, el gallego, incluso el portugués… La pluralidad me gusta. Ahora, hay un momento en que…, eso que decía Felipe González que una cosa es descentralizar y otra cosa es centrifugar. Evidentemente yo me siento muy español y me gustaría tener un mayor sentido de la unidad, pero eso ya, yo desde luego no lo controlo.

Es difícil imaginar que Historias del Kronen se publicara hoy, y no en los 90, sin quedar automáticamente cancelada.

— Sí, posiblemente.

¿Qué opina de este nuevo puritanismo que parece haberse impuesto?

— Ahí tengo sentimientos encontrados. Porque, por una parte, soy muy defensor de libertad de expresión, pero, por otra parte, si la libertad de expresión es insultar a un jugador en un estadio, pues no estamos hablando exactamente de las mismas cosas.

Yo defiendo una lógica de contextos: la libertad de expresión a ultranza dentro de un espacio muy concreto, que es el arte, que es un espacio carnavalesco, donde para mí no hay reglas, no se puede limitar. Pero, en cambio, dentro del espacio social, pues sí.

Ahora prestamos mucha más atención a lo que decimos, y cómo lo decimos, y a lo que pensamos. Hay gente que dice, ‘es que antes éramos más libres’.

Posiblemente seamos más inteligentes ahora que reflexionamos mucho más sobre el lenguaje

Pero pienso, por ejemplo, en Almodóvar cuando aparece con McNamara en La 2, una televisión estatal, y cantan aquella canción de Quiero ser mamá, con una letra que es muy bestia. Claramente se han sentado y mientras estaban de risas tomando cuatro cañas, lo primero que les salió lo han escrito… Bueno, pues si eso lo piensas un poquito más, creo que no perdemos tampoco tanto.

A fin de cuentas, el reflexionar sobre las cosas no es malo y creo que posiblemente seamos más inteligentes ahora que reflexionamos mucho más sobre el lenguaje, la situación social y política.

Si hay ciertas políticas que consiguen civilizar, hasta cierto punto, determinados espacios, pues oye, me parece razonable. Es una cuestión de convivencia, nada más.

Pero luego, el espacio artístico, es una válvula de escape. Se dice que el humor es subversivo. Bueno, sí, es subversivo, el arte tiene su parte subversiva, pero al mismo tiempo tiene también su parte de cohesionador. Que esos espacios existan permite que la olla no estalle. Sería muy peligroso entrar en el arte y empezar a censurar. Ahí ya se activan todos mis reflejos de autodefensa.

Lo que es curioso es todo ese mundo woke que trae una filosofía que es muy Foucault, creo que vivimos en un mundo foucaultiano, es el poder a través del lenguaje. La gran revolución social de los últimos 15 o 20 años viene a través del lenguaje. Cada vez tenemos más conciencia de la importancia bestial que tiene el lenguaje a nivel social, a nivel político. Vivimos en el lenguaje.

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