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José Luis Ábalos en su época como ministro de Fomento

José Luis Ábalos en su época como ministro de FomentoGTRES

La vida del buscón don José Luis: ¿es Ábalos un pícaro quevedesco?

Los mensajes filtrados de los Whatsapp de Ábalos con Pedro Sánchez dibujan al exministro de Fomento como un personaje de una novela picaresca del siglo XVI

En una célebre escena del Buscón de Quevedo, el pícaro segoviano don Pablos pasa a formar parte de una corte de maleantes, donde pícaros y embaucadores se conchaban para el engaño y el estraperlo.

Allí, el buscón cree encontrar por fin el anhelado acomodo y vida despreocupada a la que aspiraba.

La fatalidad, como ocurre con todos los pícaros, es, sin embargo, una leal compañera del pobre don Pablos y tanto él como sus compañeros de vagabundeo acaban en la cárcel tras una denuncia de una mujer que reconoce parte de sus pertenecías entre los cachivaches que los rufianes tratan de revender.

Con todo, el sinvergüenza protagonista de la novela de Quevedo logra meterse en el bolsillo a todos los alguaciles y carceleros a base de doblones y termina libre y cómodamente instalado en una posada donde lo toman por un respetable señor y donde adopta nombres rimbombantes, como Ramiro de Guzmán, o Felipe Tristán, para simular ser un caballero de fortuna y posibles o, en palabras del buscón, «un caballero muy honrado y rico».

Para que el engaño surtiera efecto, el buscón, encerrado en sus aposentos, contaba una y otra vez cincuenta exiguos escudos, haciendo sonar con fuerza las monedas al caer para que lo oyera toda la posada y que todos en ella creyeran que tenía por lo menos seis mil.

Francisco de Quevedo y José Luis Ábalos, caracterizado como personaje del siglo XVI

Francisco de Quevedo y José Luis Ábalos, caracterizado como personaje del siglo XVIEl Debate

Es inútil señalar, porque ya todo el mundo puede imaginarlo, que a don Pablos no le sale bien la jugada y termina expulsado y apaleado tras intentar robar el honor de una alta dama.

La picaresca está tan metida en la mentalidad y tradición cultural del pueblo español que ya a nadie sorprende (y muchas veces ni escandalizan) los tejemanejes de determinados políticos con dinero público o aprovechando su posición y poder de influencia.

El pícaro, pícaro es y cuando el pícaro accede a un puesto público donde primero mete el ojo es en su provecho personal. La retahíla de casos de corrupción en la política española, con independencia de nombres y colores políticos, así lo muestra.

La actualidad política está marcada por el Caso Ábalos, o Caso PSOE, que ha tomado un poderoso impulso en los últimos días con los mensajes de Whatsapp que el exministro de Fomento intercambió con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, publicados por el diario El Mundo.

En esos mensajes, Ábalos cita a Quevedo (de forma un tanto aproximada): «Puede haber puñalada sin lisonja pero pocas veces hay lisonja sin puñalada».

La frase, tomada de la Vida de Marco Bruto y dedicada por el exministro al poco de fiar Pablo Iglesias, suena pronunciada por Ábalos a picaresca de la buena.

Y es que, con todo lo que ya sabemos a estas alturas y cotejando lo que va saliendo a la luz del Caso Ábalos con sus declaraciones públicas desde el Congreso de los Diputados donde se le llenaba la boca de loas a la honradez política, el exministro José Luis Ábalos bien podría ser un personaje salido de la Historia de la vida del Buscón don Pablos.

La novela de Quevedo, quintaesencia de la novela picaresca española, refleja muchos de los comportamientos de los representantes de la política española, que en ocasiones se asemeja más a ese cabildo de pícaros del que habla Quevedo.

Al igual que el pícaro Pablos se hizo pasar por el rico y respetable caballero don Ramiro de Guzmán, Ábalos quiso pasar por un honrado ministro de Fomento merecedor de una larga ovación de sus correligionarios en el Congreso de los Diputados, para terminar siendo, como el buscón de Quevedo: «Más roto que rico, pequeño de cuerpo, feo de cara y pobre».

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