¡Y Morante...!
En una tarde para el recuerdo, abre la Puerta Grande y marca distancias con el resto del escalafón
Morante de la Puebla sale la hombros por la Puerta Grande de Las Ventas
Los orígenes de la Fiesta –como los del teatro español– van muy unidos a la beneficencia. La sociedad ha cambiado (en esto, para bien): hoy, la corrida de la Beneficencia no tiene ya ningún fin benéfico más que el de resaltar uno de los más solemnes festejos del año. La suele honrar con su presencia algún miembro de la Familia Real: este año, la Infanta Elena, a la que los tres diestros brindan su primer toro.
Por decimoquinta vez, en esta Feria, se coloca el cartel de «No hay billetes»: un récord extraordinario. Parte del mérito se debe, supongo, a la campaña antitaurina del ministro Urtasun: ¡enhorabuena por lo bien que conecta con el público madrileño! El ejemplo contrario también es claro: declarándose aficionada y defensora de los toros, Isabel Díaz Ayuso añade un motivo más para que el pueblo de Madrid simpatice con ella. Y su rechazo del disparatado pinganillo no hace más que afianzar su popularidad. Esta tarde, cuando llega a un burladero, recibe una ovación clamorosa.
Isabel Díaz Ayuso, ovacionada a su llegada a la Corrida de la Beneficencia
La vuelta de Morante a Las Ventas supone ya un motivo sobrado para que el público llene la Plaza. Añaden atractivo al cartel dos toreros que quieren ser figuras y lo demuestran cada tarde, Fernando Adrián y Borja Jiménez: el público sabe que no van a regatear entrega. La duda es si los toros de Juan Pedro Domecq responderán a lo que se exige en Las Ventas…
Los toros han respondido bien, dentro de lo esperado: nobles, manejables; alguno, justo de fuerza y casta. En una tarde para el recuerdo, Morante corta una oreja de cada toro y sale a hombros; Fernando Adrián logra un trofeo, en el segundo toro; Borja Jiménez falla con la espada.
La primera actuación de Morante, el miércoles 28, convenció a todos, fueran o no partidarios suyos: Morante es otra cosa. Ahora mismo, no tiene rival: está solo, en la cumbre. Lo obligan a saludar, al comienzo.
Aunque el primero sale suelto, las verónicas de recibo, sin probaturas, son magníficas. Como el toro no va, se lo enrosca a la cintura con gracia sevillana en las chicuelinas: toreando, no dejándolo pasar, como tantos hacen. Después de dormirse en el peto, el toro queda muy quebrantado. Las verónicas, manteniéndolo en pie, son de una sutileza y suavidad extraordinarias. El toro es bravito pero muy justo de fuerza y casta: la segunda vara es un simulacro. Lidia magistralmente Curro Javier. Cuando el toro se queda corto, Morante se alivia, sacándoselo de encima con fantasía y liga con uno de pecho. ¿Qué otro torero de hoy hace eso? Aunque el toro embiste cortito, corre la mano con suavidad de terciopelo en los derechazos y naturales, pasándoselo muy cerca, con valor sereno. Y logra una buena estocada de rápido efecto. Ha tenido muy poco toro pero la faena ha sido primorosa: acomodándose a las condiciones del toro, sin empeñarse en hacer lo previsto, improvisando, uniendo clasicismo y fantasía. Le dan una oreja: por mí, como si no le dan ninguna o le dan el toro entero… A este nivel de toreo, los trofeos importan muy poco: la obra de arte ha sido extraordinaria. Es muy difícil torear mejor.
Morante de la Puebla, con el capote ante el primero de su lote, un colorado listón ojo perdiz de 605 kilos
Protestan de salida al cuarto: lo alivia, con el capote a media altura, y se le cuela; es suelto, incierto, queda muy corto. No le ha dejado lucirse con el capote. Se defiende, en banderillas; embiste sin clase. La gente cree que Morante se lo va a quitar de en medio en seguida y se preparan a pitar… pero se equivocan. Con la muleta planchada, Morante le saca algún pase suave, aunque el toro protesta y flaquea. Aún así, lo mete en el canasto, con gran técnica y con valor, además de arte. Remata unos naturales lentísimos, interminables, con un molinete, en un arranque de torería que pone al público en pie, enloquecido. Todavía le saca naturales de frente, sevillanos, aunque el toro queda cortísimo. Mata con decisión pero caído: aún así, la mayoría del público, entusiasmados con lo que han visto, exigen el trofeo, que el Presidente concede. Repito lo de antes. A mí, me da igual: con un toro manejable y con otro, incómodo, Morante nos ha dado una tarde extraordinaria, del mejor toreo.
Morante, con la muleta ante el cuarto de la tarde
Torear después de Morante es complicado. Fernando Adrián no puede competir en calidad pero sí en entrega: ésa es su baza. Recibe con lances reposados al segundo, también suelto, bravito, al que miden el castigo. Quita Borja por chicuelinas: después de las de Morante… Comienza Adrián genuflexo, aprovecha la bondad del toro para enroscárselo a la cintura. El trasteo es voluntarioso, aceptable, ¡Y los que han aclamado a Morante aplauden ahora con fervor un muletazo cambiado, un remate mirando al tendido o agarrándose a los cuartos traseros!... Así estamos. Concluye con bernardinas y mata con decisión: oreja. Es lo que ha pedido el público. Igual premio que a Morante…
Recibe Fernando Adrián con faroles de rodillas y chicuelinas al quinto, bravo y noble, que embiste largo y humilla, aunque está justo de fuerza. La gente se recupera, después de la borrachera de arte de Morante. Brinda a Isabel Díaz Ayuso, aplaudida por la mayoría. Llama Fernando de rodillas desde el centro al toro, que acude alegre y repite pero flaquea. Liga muletazos desiguales, deshilvanados, acogidos con división. Un feo metisaca bajo acaba con el toro.
Fernando Adrián, con el primero de su lote, al que cortó una oreja
Aunque la espada, una vez más, limitara un poco el éxito, Borja Jiménez convenció a la afición madrileña el pasado jueves. Transmite ilusión juvenil, ganas de llegar a lo alto: como debe ser. Recibe con verónicas, cargando la suerte, al tercero, que acude con alegría al caballo las dos veces; le pican muy poco, la segunda: ¡Hay que picar! Muletea Borja con limpieza y clasicismo a un toro noble, justito de fuerzas, que flaquea y se apaga, desluciendo todo. Hace falta más toro, para que haya emoción. Prolonga la faena con un toro que no da más de sí. Entra a matar desde lejos, la técnica –equivocada, en mi opinión– que ha aprendido , dando varios pasos antes de llegar a la cara del toro, y falla: después de tres pinchazos, el toro se echa. Es un triste final.
En el último toro, destaca un gran puyazo de Tito Sandoval, muy aplaudido. La faena de Borja es correcta pero falla reiteradamente con la espada hasta desconcertarse. ¡Hay que arreglar esa forma de matar, maestro!
Al acabar la corrida, el clamor popular, en la salida a hombros de Morante, es un espectáculo. A la vez, algunos aficionados exigentes discuten la oreja, en su segundo toro, después de una estocada caída. En eso, llevan razón. ¿Mi opinión personal? Olvidarnos de los trofeos y saber apreciar cómo ha toreado esta tarde Morante: a un nivel extraordinario, con sus dos toros, el manejable y el deslucido. Creo que ha marcado distancias con el resto del escalafón. Ahora mismo, está al nivel de los grandes toreros que yo he podido ver. Mientras siga con ese ánimo, disfrutémoslo. Y aprendamos a valorar lo que es el buen toreo clásico.
Morante de la Puebla saluda al público de Las Ventas antes de comenzar la corrida
Morante de la Puebla, este domingo en Las Ventas
Morante, muy emocionado en los exteriores de Las Ventas, donde lo esperaba una multitud
El torero sevillano recorrió un largo trecho a hombros tras salir de la Plaza
Es demasiado fácil hacer literatura barata con una obra de arte tan singular como la que ha hecho esta tarde Morante. No hace falta. Como escribió Stendhal, al llegar a la Plaza de San Pedro, en Roma, cuando uno ve algo tan extraordinario, basta con dar los «detalles exactos». Eso he intentado, en esta crónica.
Sólo una cita literaria más. Cuando don Manuel Machado escribe un poema sobre las distintas ciudades andaluzas, dedica a cada una un piropo: «Cádiz, salada claridad; Granada, agua oculta que llora…». Y deja para el final a la ciudad única donde él nació, sin aplicarle ningún adjetivo. Concluye con algo que se parece a una perfecta media verónica: «Y Sevilla»… Imito a yo a don Manuel Machado resumiendo la maravilla que he visto: «Y Morante…» Esta tarde, no hace falta decir nada más.