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El alcalde de Oviedo continúa con su campaña antitaurina

Se niega a que puedan celebrarse corridas de toros en la Plaza ovetense cuando se rehabilite

El alcalde de Oviedo Alfredo Canteli, de Partido Popular

El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, en una imagen de archivoEFE

La obcecación en el error no es privilegio exclusivo de ningún partido político. También el PP mete a veces la pata gloriosamente. Y lo que es peor, sin la menor necesidad ni utilidad.

Un ejemplo sencillo: si en una ciudad existe un teatro centenario y se emprende su rehabilitación, parece lógico que, cuando ésta concluya, se siga utilizando el teatro para espectáculos teatrales.

Del mismo modo, si en una ciudad existe una plaza de toros centenaria y se emprende su rehabilitación, parece lógico que, cuando ésta concluya, se siga utilizando la plaza para espectáculos taurinos.

No hace falta que el alcalde de esa ciudad sea un genio para que tome esa decisión: cualquier persona con un mínimo de sentido común lo haría.

Pues no todos los alcaldes lo hacen… Estos son los datos: en Oviedo existe una plaza de toros, inaugurada en 1889, declarada Bien de Interés Cultural en 2007, de propiedad municipal. Después de múltiples avatares y retrasos, se va a rehabilitar.

El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, que durante casi veinte años fue presidente del Centro Asturiano de Oviedo, ha declarado reiteradamente que la plaza se utilizará para «actividades deportivas, culturales y conciertos», excluyendo las taurinas; es decir, justamente aquello para lo que fue construida y a lo que debe su nombre.

Una decisión tan sabia asombraría hasta a Valle-Inclán, que no dudaría en exclamar, como don Latino de Híspalis, uno de los protagonistas de Luces de bohemia: «¡Cráneo privilegiado!».

Para adornar un poco más una decisión tan disparatada, el señor Canteli se ha burlado de los que llama «torófilos» (sic). Nunca me habían llamado algo así, que recuerda el nombre de ciertos afilados cuchillos.

Si nos indigna la calculada ambigüedad de muchos políticos socialistas ante la tauromaquia, exactamente lo mismo debe indignarnos una decisión tan peregrina y tan perjudicial para su ciudad de un alcalde del PP.

La pregunta es inevitable: ¿es ésa la actitud del Partido Popular ante la que siempre se ha llamado la Fiesta Nacional? Creo y espero y tengo datos de que no es así.

Haría bien el alcalde de Oviedo en conocer, por ejemplo, lo que opinaba sobre la tauromaquia uno de los ovetenses más ilustres, Ramón Pérez de Ayala. Cuando se presentó en Madrid Juan Belmonte, supieron apreciar su revolución estética un grupo de intelectuales y artistas: los escritores Pérez de Ayala, Valle-Inclán y Julio Camba; el pintor Romero de Torres; y el escultor Sebastián Miranda (también asturiano, por cierto). En el texto de homenaje, proclama Pérez de Ayala: «Un artista máximo, de no menor jerarquía que otros artistas de idéntica consideración en otras Bellas Artes».

Años después, durante la Segunda República, cuando ya lo habían propuesto dos veces para el Premio Nobel y era embajador de España en Londres, contestó así Pérez de Ayala a un periodista inglés, que le había preguntado si creía que alguna vez se acabarían las corridas de toros: «Espero que no. Moriría España».

Ha tenido que llegar un alcalde de Oviedo, del PP, para corregirle… Con su contumaz oposición a que en Oviedo haya corridas de toros, ese alcalde priva a la hermosa ciudad de un atractivo turístico más, que le vendría tan bien a su economía.

Éso es justamente lo contrario de lo que está sucediendo en Gijón. Gracias al apoyo de la alcaldesa Carmen Moriyón y al buen trabajo del empresario taurino Carlos Zúñiga, la Feria de la Virgen de Begoña, a mediados de agosto, goza de una excelente salud y constituye uno más de los muchos atractivos turísticos de Gijón en el verano. Este año, se acaban de anunciar los carteles, que comprenden cinco interesantes festejos.

Al comienzo de La Regenta, la extraordinaria novela, Clarín retrata implacablemente a Oviedo: «la heroica ciudad dormía la siesta». Con su contumaz oposición a los toros, su actual alcalde parece querer perpetuar esa imagen.

Puede invitar el alcalde de Oviedo a compartir una sidra con él al antitaurino ministro de Cultura, Urtasun: seguro que los dos se entenderían muy bien.

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