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La escritora Mamen Sánchez en la redacción de El Debate

La escritora Mamen Sánchez en la redacción de El DebateDaniel Vara

Entrevista a Mamen Sánchez, escritora

«En un momento difícil de mi vida me volví un poco feminista recalcitrante, pero me duró un verano»

Entrevista a la escritora Mamen Sánchez, autora de 'El año que Margarita se fue a París' (Espasa)

Las novelas de Mamen Sánchez son como un espejo en el que el lector contempla el reflejo de un pedazo del alma de su autora. Es lo que ocurre cuando el escritor pone su ser al servicio de la historia, que narra con una absoluta honestidad.

La última novela de Mamen Sánchez, El año que Margarita se fue a París (Espasa), es la que responde de una manera más clara a esa afirmación.

La novena novela de la escritora y periodista (ha ejercido toda su carrera en la revista ¡Hola!, empresa de la que es vicepresidenta) es un punto de inflexión en su trayectoria tras una pausa de cinco años.

En una entrevista concedida a El Debate explica que esta novela es la de menos ficción y que ha puesto en ella muchos elementos de ella misma.

Las novelas de Mamen Sánchez recuerdan a Truman Capote, también a Francis Scott Fitzgerald, con sus ambientes de alta sociedad y la belle epoque. No hay, en cambio, en las historias de Mamen Sánchez esa sordidez y miseria moral que tanto les gustaba describir a los autores de A sangre fría y Suave es la noche.

Por el contrario, la obra de Mamen Sánchez está llena de humor, delicadeza y un necesario humanismo que nos aleja del nihilismo imperante en la literatura de hoy.

–¿De dónde procede su vocación como escritora? Siendo periodista, podría parecer obvio, pero no todos los periodistas son capaces de hacer literatura…

–Desde el principio de mi vida, desde que aprendí a leer. Me encontré con que me gustaba mucho la literatura, las historias y meterme en otros mundos. Entonces empecé a leer como loca. Yo era una niña lectora y a partir de ahí empecé a experimentar con la escritura.

La primera novela que escribí se publicó en el año 2006, mis niños eran muy pequeños, escribía cuando se dormían la siesta y para mí era como un descanso… Y hasta hoy: nueve novelas llevo y tres libros para niños.

–‘El año que Margarita se fue a París’ es ficción, pero es inevitable percibir ecos de Mamen Sánchez en sus páginas. ¿Qué ha volcado suyo en ella? ¿Hasta qué punto es ficción?

–Esta es la menos ficción de las novelas que he escrito. Llevaba muchos años sin escribir nada, desde el coronavirus, y llevaba tiempo queriendo escribir. Tenía muchas ganas. Escribía principios de novelas que no iban a ninguna parte… Y de repente me di cuenta de que quizás, en este momento de mi vida, necesitaba escribir algo que no fuera ficción pura y dura, sino algo que realmente yo sintiera. Fue como sentarme al ordenador y empezar a escribir como más de cerca. Por eso digo que tiene más de verdad que de ficción, pero todo muy mezclado.

Cubierta de 'El año que Margarita se fue a París'

Cubierta de 'El año que Margarita se fue a París'Espasa

La protagonista no soy yo, pero sí que tiene muchas cuestiones mías que se mezclan con los personajes, con las amigas, la madre, la protagonista… Estoy yo en todos lados. Y luego están mis hijos, claro. Esta protagonista tiene tres hijas trillizas, yo tengo cuatro hijas y un hijo, y mis hijos se reconocen en algunas cosas. Menos mal que les ha parecido bien, no se han enfadado. Estamos muy divertidos con este libro porque nos retrata bastante.

–La novela trata del síndrome del nido vacío, la relación estrecha entre una madre y sus hijas y el drama de una madre al ver que sus hijas se hacen mayores y empiezan a vivir su vida. ¿Por qué resulta tan difícil explicar lo que se siente en esos casos y por qué es una situación tan dramática?

–Cuando eres madre te conviertes en protectora, en cuidadora. En el fondo eres tan importante… Y cuando empiezas a ver que tus hijos ya no te necesitan tanto, que empiezan a vivir sus vidas… Las madres hemos sido hijas que nos fuimos también del nido, así que en el fondo también lo entendemos, es ley de vida y eso tiene que pasar.

Pero llega un momento en el que de pronto te das cuenta de que en tu vida hay una etapa nueva y tienes que aprender a vivir otra cosa, a tener otro papel. Y muchas veces los cambios dan miedo. Pero es posible que lo que venga después también sea muy bueno, y que la relación con los hijos sea distinta, pero también muy buena.

Mamen Sánchez habló de su último libro: 'El año que Margarita se fue a París'

Mamen Sánchez habló de su último libro: 'El año que Margarita se fue a París'Daniel Vara

En el libro hay una primera parte en la que ella está muy angustiada pensando que se le acaba la vida conocida, pero también hay una segunda parte en la que ya empieza a vivir una nueva realidad y a adaptarse a una nueva vida en la que también es muy feliz. Sin grandes revoluciones, pero en la que también puede encontrar otro protagonismo, otro sentido. Es un libro que está abierto a la esperanza, a la alegría.

–¿Hasta qué punto se siente identificada con la protagonista de la novela, esa madre que ve cómo sus hijas empiezan a abandonar el hogar?

–Esa una de la grandes angustias y ansiedades que tengo. Pero luego hay otro personaje en la novela, que es la abuela, que ya ha pasado por esa etapa. Yo soy un poco la mitad de la madre neurótica y la mitad de la abuela divertida.

–Como suele ser habitual en su estilo, para explicar la complejidad de las relaciones humanas recurre muchas veces al humor. ¿Hay que tomarse los dramas cotidianos con cierto desenfado?

–Sí, es importante estar preparado para todo, para las buenas noticias, también. Yo he tenido cinco adolescentes, a la vez, porque se llevan seis años entre los cinco, y pienso que depende mucho del carácter de los padres que sea una adolescencia horrible o no lo sea.

Si todo lo relativizas y lo comprendes y te ríes, y le encuentras la parte divertida, te lo pasas bomba. Yo me reía muchísimo con las meteduras de pata… Yo creo que los dramas cotidianos hay que tomárselos con tranquilidad y con humor.

Luego hay dramas más gordos que necesitan otro tipo de reacción. Hay cosas gordas que te pueden pasar en la vida. Sí que es bueno desdramatizar y que el humor forme parte de la situación. Cuando hablamos de dramas cotidianos son problemas del primer mundo, y esos hay que desdramatizarlos e incluso llegar a divertirse con ellos.

–Su novela tiene mucho también de aquellas comedias de enredo del teatro español del Siglo de Oro. ¿Le sale solo ese planteamiento de las tramas o es premeditado?

–¡Me encanta la comparación! Suele salir solo. Según vas escribiendo, vas construyendo al personaje, su personalidad, la manera que tiene de hablar, la manera que tiene de reaccionar… Partes de una idea más general sobre lo que quieres contar, el tema y hacia dónde vas, pero en el camino a veces hasta te sorprende lo que hacen los personajes. Se te escapan un poco.

–A veces los escritores, cuando incluyen en su obra elementos muy personales, padecen un poco el síndrome del impostor, o el miedo a qué dirán en los entornos más cercanos. ¿Le pasa a usted?

–Últimamente ha habido varios casos muy llamativos de autores muy importantes que se ha descubierto que lo escribían, que todos sus lectores pensábamos que era ficción, en realidad estaba basado en lo que les estaba pasando. Y esos autores han sido cancelados, es muy fuerte lo que te estoy contando. Se les ha cancelado porque la gente entiende que deberían haberse portado de otra manera y no plasmarlo en una novela, sino que deberían haber actuado en la vida real.

En los últimos años se escribe muy desde las entrañas y muchas veces contamos cosas que nos han sucedido a nosotros, que hemos sentido nosotros. Es una manera de hacer ficción real. Empezó Truman Capote con A sangre fría, que decía que era una novela de no ficción. Es una manera de entender la escritura. Cuando es algo que parte de tu interior, al final, estás ahí retratado.

Se puede hacer como un homenaje, como es mi caso, o se puede hacer de manera menos bonita, y la persona se puede sentir herida.

–La novela la protagoniza una mujer, madre de tres niñas trillizas, que viven en una buena zona de Madrid, cerca del Retiro, llevan un estilo de vida pudiente y se desenvuelve en un microverso de comodidades que hoy es atacado por un sector de la sociedad. ¿Ve necesario reivindicar ese estilo de vida y desmitificarlo?

–Ni reivindico ni desmitifico. No es esa mi intención para nada, pero es verdad que es un poco el ambiente en el que me muevo yo y que conozco mejor. Dentro de eso, también te diré que todos los personajes trabajan, estudian y cumplen con su obligación. Pero no es una reivindicación, creo que es un retrato de una cierta parte de la sociedad. En la variedad está la virtud. Hay muchas realidades, y se pueden contar todas ellas. La que yo conozco mejor y que retrato mejor es esta.

–Ha citado a Truman Capote. Su novela tiene un cierto aire a Desayuno con diamantes…

–Es una de mis novelas preferidas. En otro de mis libros, que se llama La hora de las mujeres sin reloj, contaba la historia, un poco disfrazada, de la amistad entre Truman Capote y Nelle Harper Lee. Me intriga y me gusta mucho ese mundo literario.

–¿Cuáles son sus influencias literarias? ¿A qué escritores le gusta leer?

–Es que como soy muy glotona de libros, y además soy mu Diógenes y tengo libros hasta en el cuarto de baño…

Hay muchas influencias. Yo empecé leyendo mucha literatura inglesa, me gustaba mucho, leía en inglés. Después me empezó a interesar más la literatura hispanoamericana, porque empecé en la Universidad a conocer otras cosas.

Hoy te diría que me gusta mucho lo que escriben las mujeres, me llama más, y me gustan mucho las escritoras españolas. Tengo esas tres etapas. También hay literatura de escritores hombres que me están encantando ahora, pero leo mucho a escritoras españolas. Me gusta mucho lo que se publica en España.

–¿En qué momento deja de escribir como hobby y dice: me profesionalizo como escritora?

–Yo sigo en el momento hobby porque mi trabajo, el trabajo que me exige más dedicación, es mi trabajo como periodista. Para mí escribir es un placer. Hay una parte que es más laboriosa, que son los arreglos, cuando hay que depurar lo que has escrito. Pero el momento de sentarse a escribir y lanzar al papel lo que te apetece contar, es un placer.

También sé de escritores profesionales que tienen que entregar y tienen un límite y veo que lo pasan fatal. Pero yo, por ahora, no he pasado del momento hobby y disfrute.

–La suya es una novela protagonizada por mujeres y es una novela muy feminista. ¿Qué opinas de esta oleada feminista planteada desde el conflicto?

–Tengo una experiencia personal. En un momento de mi vida difícil me volví un poco feminista recalcitrante. Pero me duró un verano, y se vive muy mal. Se siente rabia… No me gustó la experiencia. Volví a ser femenina y no feminista.

Recuerdo que un pobre señor que me ve que estoy sacando el coche, tengo una furgoneta y llevo 25 años conduciéndola, y trataba de ayudarme con indicaciones: «dale, dale. Espera». Qué mala fui. Abrí la ventana y le dije: «no necesito ayuda, gracias». Y luego pensé: «¿Pero por qué he hecho esto? Pobre señor». Se fue el pobre hecho polvo.

Creo que hay que ser amable, que si alguien te quiere echar una mano se lo agradezcas, y si la gente se preocupa por ti, también se lo agradezcas…

Las mujeres somos muy valiosas y somos perfectamente capaces de emprender cualquier tarea, pero no se puede rechazar la amabilidad de las personas que te quieren ayudar.

Aquello duró un verano, ya ha pasado. Pero no dejaba ni que me invitaran a cenar. Se vive fatal. Te conviertes en una persona menos agradable. Es mejor ser femenina y defender que las mujeres tenemos un gran valor en la sociedad y podemos hacer las mismas cosas que los hombres. Pero desde la amabilidad y desde la humanidad.

No creo que debamos enfrentarnos hombres y mujeres, al revés. Todas somos madres de hijos, hijas de padres, hermanas de hermanos… No me gusta ese enfrentamiento. Yo lo sentí muy feo.

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