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El economista Carlos Rodríguez Braun, en El Debate.

El catedrático Carlos Rodríguez Braun, en El Debate.Paula Argüelles

Carlos Rodríguez Braun: «La izquierda presume de antifascista y sus políticas son totalmente fascistas»

Entrevista a Carlos Rodríguez Braun con motivo de su libro ‘Greguerías Liberales’ (LID)

Presentar ideas económicas y políticas de una forma accesible y comprensible para todos puede ser una tarea ardua. Casi imposible.

Y, sin embargo, el catedrático de Historia del Pensamiento Económico, Carlos Rodríguez Braun, lo consigue en su libro Greguerías Liberales (LID).

Con humor, abundantes metáforas y gran lucidez, Rodríguez Braun toma el testigo de Ramón Gómez de la Serna para desmontar tópicos y creencias del socialismo y sus medidas basadas en el intervencionismo que han condenado a la pobreza a sociedades enteras.

–¿Qué tienen estas greguerías de aquellas de Gómez de la Serna?

–Tienen la idea y tienen la originalidad que desde el campo liberal pues nunca se ha hecho nada parecido, el adaptar la forma de la greguería par hablar de liberalismo. Que yo sepa, este es el primer intento.

En alguna parte del libro explico que esto puede resultar llamativo porque los liberales siempre hemos insistido en que los socialistas tienen unos mensajes muy simples que se pueden adaptar a consignas breves, aforismos o greguerías. Mi tesis es que los liberales también podemos hacerlo, sobre todo en el ámbito de la greguería.

Cubierta del libro 'Greguerías Liberales'

Cubierta del libro 'Greguerías Liberales'LID

El sentido que Ramón Gómez de la Serna le dio a la greguería es mezclar el humor con el acicate al pensamiento. Él decía que la greguería es el buscapiés del pensamiento, es una imagen muy bonita. Te anima a reflexionar.

–Mirando a la Historia, vemos que el socialismo es una ideología que se disfraza, se transforma, adopta una apariencia de demócrata sin abandonar sus espasmos autoritarios, y siempre ha terminado fracasando y el mundo no termina de pasar página del socialismo. ¿A qué se debe eso?

–Te podría responder con una greguería: «El socialismo es tan antiguo como Caín y va a durar tanto como la envidia». Ahí está condensado la enorme capacidad que tiene el socialismo, en el sentido más genérico, de no respetar los derechos del otro.

Claro que existe esa tentación, la tentación socialista, que se va transformando y adaptando a los tiempos, pero el fondo del socialismo que es la falta de respeto a los derechos del prójimo, siempre ha estado ahí y me temo que siempre va a estar ahí.

Es un poco ilusorio pretender que algún día se va a instalar el liberalismo en una especie de Arcadia feliz. El mundo es más complejo que eso.

–Sin embargo, en este momento vemos a líderes internacionales que han alcanzado el poder en sus países con la bandera del liberalismo: Donald Trump en Estados Unidos, Meloni en Italia, Milei en Argentina… En el caso de Milei, ¿cómo ve su presidencia?

–Yo tengo una cautelosa esperanza con Milei. Que hay que tener esperanza desde el punto de vista liberal, es bastante evidente, porque es un mandatario que con el voto popular ha llegado al gobierno y defiende las mismas ideas que defiendo yo.

Obviamente, eso me tiene que dar esperanza, sobre todo en un país como Argentina, que es un ejemplo perfecto del desastre antiliberal, porque es un país fallido después de un siglo de políticas intervencionistas a cargo de todos los gobiernos: derecha, izquierda, peronistas radicales, militares, civiles…

Era un país muy rico, muy próspero hace un siglo y ahora es un país muy pobre, un país fallido. Por lo tanto, tengo esperanzas de que Milei practique esa política liberal.

Y después tengo mucha cautela, en todos los sentidos. Primero porque no hay que entusiasmarse con ningún gobernante, ni siquiera cuando el gobernante nos gusta. Milei ya ha empezado con algunas cosas extrañas… ¿Extrañas? Corrijo eso: habituales, que es la relación entre el poder y la corrupción. Ya ha empezado con un caso de corrupción.

La famosa frase de Lord Acton, que dice que el poder tiende a corromper, dice que «el poder tiende a corromper». No dice «el poder de unos» o «el poder de otros». El poder tiende a corromper. Así que el entusiasmo acrítico de muchos liberales yo no lo comparto. Tengo esperanza, pero no entusiasmo.

Las medidas concretas es una combinación de Milei. Algunas medidas han sido muy buenas: ha controlado algo el gasto, no se financia el déficit con inflación, ha hecho liberalizaciones en algunos mercados muy notables, como por ejemplo el mercado inmobiliario.

Es muy interesante. Ha hecho justo lo contrario de lo que hacen las izquierdas en nuestro país, que se remiten, por cierto, directamente, a la dictadura franquista. Son fascistas sin saberlo cuando quieren controlar el precio de los alquileres.

En Argentina era así, en Argentina era tan terrible la política que se parecía a la de Ada Colau en Barcelona, que prácticamente se cargó el mercado del alquiler sobre la base de regulaciones y controles.

Lo que hizo Javier Milei es liberalizar el mercado. Lo liberalizó de la noche a la mañana. Dijo: a partir de este día cualquier argentino negocia cualquier cosa con cualquier inquilino, con cualquier propietario como quiera. El resultado fue lo que predijimos los liberales: empezaron a aparecer pisos hasta de debajo de las piedras, y eso estuvo muy bien.

¿Qué es lo que está mal? Haber utilizado el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria. Esto distorsiona totalmente los precios y castiga a los exportadores.

Ahora mismo, si vas a Buenos Aires, pues te cuesta un café en la Avenida de Mayor igual que en Champs Éysées de París, o en la Quinta Avenida de Nueva York.

Y eso está muy mal, se ha hecho varias veces antes en Argentina y siempre ha salido mal. Por eso tengo una cautelosa esperanza.

–En España ¿es el liberalismo una especie en peligro de extinción?

–No, no. Al contrario. Primero hay que reivindicar a España en la tradición liberal. Aquí hubo grandísimos liberales desde hace siglos. Los escolásticos de la Escuela de Salamanca eran grandes liberales, para su tiempo, claro.

Tenían nociones liberales muy claras. Pensemos, por ejemplo, en Juan de Mariana, en el año 1609, que ya captó la necesidad de que el gobierno no devaluara la moneda, la idea de que la inflación es el impuesto, la idea de que el poder tiene que estar limitado…

España tiene una larga tradición liberal y ha tenido sus marchas y contramarchas, pero, desde luego, no soy nada pesimista con respecto al liberalismo porque simplemente mido lo que ha pasado en los cincuenta años que llevo viviendo en España, y lo que pasó es que en la época de Adolfo Suárez había un ministro liberal al que por suerte conocí, aunque murió muy joven, que se llamó Joaquín Garrigues Walker, el hermano de Antonio, el hermano del jurista.

Joaquín decía que «los liberales cabemos en un taxi». Esa frase, que probablemente era verdad hace 50 años, ahora no lo es y hay voces liberales, más que, desde luego, hace cincuenta años.

Hay instituciones liberales, hay periódicos de ideología liberal, o liberal conservadora, como El Debate, por ejemplo. Hay voces liberales en los medios, como, por ejemplo, la mía.

Instituciones liberales como el Instituto Juan de Mariana o el Centro Diego de Covarrubias y otras instituciones que tienen un peso en la sociedad que no tenían antes. Así que nada de peligro de extinción: ¡ánimo a los liberales!

–Voy a leerle algunas greguerías de su libro para que usted haga una reflexión.

–Venga.

–La primera: «Los pequeños políticos son como la vida misma: desde el principio decepcionan».

–En realidad, esa se complementa con la otra: «Los grandes políticos son como la vida misma: al principio deslumbran y después decepcionan».

¿Cuál es el mensaje de esta greguería? Un poco se relaciona con lo que comentaba antes de Milei. Existe la tentación, sobre todo en tiempos tan hiperpolitizados como los nuestros, de pensar que los políticos son la solución. Y esto es un error. La clave siempre está en la sociedad civil, y es muy difícil verla, porque está tan hipertrofiada la política que es como los proverbiales árboles que no te dejan ver el bosque.

Siempre estás mirando a los políticos, a la derecha, a la izquierda, a unos, a otros, y no ves lo que está detrás. Y lo que está detrás, que es la verdadera realidad, es la sociedad civil. Los trabajadores, los empresarios, los estudiantes, la gente. Eso es lo importante y ahí hay que buscar lo que te dé ilusión, y no centrarte en los políticos que, en la mayoría de los casos, te van a desilusionar.

–Luego: «La izquierda ve fascistas por todas partes menos cuando se mira en el espejo. Debería mirar mejor».

–Es bien interesante cómo la izquierda presume de ser antifascista y tú miras las políticas que hace y son totalmente fascistas.

El control de los precios, y en particular el control de los precios de los alquileres, es fascismo de manual. Es más: es franquismo de manual. Los pisos de renta controlada o de renta antigua son del franquismo, y ahí los tienes a los de izquierdas presumiendo de ser antifascistas y aplicando políticas fascistas.

Todo el canto a lo público, las empresas públicas, las viviendas públicas…, todo el canto a lo público, es facha. Es fascista total. Es verdaderamente asombroso. Y eso no es ningún secreto. El fascismo, que era un sistema siniestro y antiliberal, no es un misterio. Uno puede leer a Mussolini que te decía, «todo dentro del Estado». «Tutto nello Stato, niente al di fuori dello Stato».

La izquierda presume de ser antifascista. Son mentirosos, eso es lo que son.

–Hay dos greguerías relacionadas. Una es: «El Estado no es solidario, el Estado es obligatorio», y la otra es «El Estado no puede protegernos de todo, y lo más importante, el Estado nunca puede protegernos de él».

–Sí, tienes razón. La primera hace referencia a esa condición fundamental del Estado, que muy a menudo no se subraya, y que el propio Estado se ocupa de ocultar solapándose con la sociedad civil. Fíjate en la retórica del Estado hacia la sociedad civil: habla de las ayudas, la solidaridad, la empatía… Y yo digo: tengamos mucho cuidado de no confundir a la Madre Teresa de Calcuta con la Agencia Tributaria, no son lo mismo, y que la santa me perdone.

¿Por qué no son lo mismo? Uno podría decir: bueno, también el Estado cuida de los pobres, como la madre Teresa de Calcuta. ¿Cuál es la diferencia esencial? Si tú no le dabas tu dinero a la madre Teresa de Calcuta, no te pasaba nada. Al menos en esta Tierra. A lo mejor en la vida posterior, sí. Pero aquí no te pasa nada. En cambio, si no pagas impuestos, vas a la cárcel. No es lo mismo.

El carácter coercitivo del Estado es importantísimo subrayarlo. Dirás, eso obvio. Pues no tan obvio, porque siempre están hablando del Estado como si fuera la madre Teresa de Calcuta.

La otra greguería, la que afirma que el Estado no te puede proteger de él, es una regularidad importantísima. Algunos autores lo ponen de otra forma: el Estado nunca te puede proteger de la gente sin hacerle cosas a la gente. Esto es importantísimo porque el Estado, siendo poderoso, es en realidad un ogro, como decía Octavio Paz, y el hecho de que parezca ser filantrópico, no le quita su carácter de ogro.

El Estado, verdaderamente, no solamente puede arrebatarte la libertad y el dinero, sino que además tiene que hacerlo por una razón muy sencilla: porque el Estado no tiene nada. El Estado no tiene recursos. Todo el gasto público, todo, es arrebatado a las personas, que pagan a la fuerza.

Entonces, ¿cómo te va a proteger el Estado sin dañarte? Es imposible. Y otra vez, vinculado con lo anterior, la que te protege sin dañarte es la madre Teresa de Calcuta. Esa sí. La Iglesia, las Hermanitas de los Pobres, te protege sin dañarte. El Estado no. ¿Y por qué no te daña la sociedad civil? Porque se basa en la libertad. Tú entregas tu dinero, o tu vida, a la santa de Calcuta y con eso la santa de Calcuta ayudaba a los pobres, y el Estado no hace eso jamás.

Hablamos del Estado como si fuera un ente honradísimo, cosa que bien sabemos que no es verdad. Pero incluso si fuera un ente honrado no sería como la madre Teresa, porque sus recursos los obtiene mediante la fuerza.

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