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El escritor barcelonés Eduardo Mendoza durante la rueda de prensa

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza durante la rueda de prensaEFE

Eduardo Mendoza, Premio Princesa de Asturias: «El Nobel es importante, pero no es simpático»

El Premio Princesa de Asturias, autor de la célebre ‘La verdad sobre el caso Savolta’, aseguró que se toma a escritura «muy en serio, a todos los niveles»

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, galardonado este año con el Premio Princesa de Asturias de las Letras, ha afirmado este martes que la novela atraviesa un momento de «excelente salud», destacando la diversidad de géneros y la proliferación de nuevas voces, especialmente femeninas.

Mendoza, una de las figuras más relevantes del panorama literario español de las últimas décadas, ha ofrecido una rueda de prensa en Oviedo (recogida por Efe), ciudad en la que este viernes recibirá el prestigioso galardón de manos de la princesa Leonor.

El jurado ha subrayado su papel como «proveedor de felicidad para los lectores» y su aportación «decisiva» al mundo de las letras, una labor reconocida por millones de lectores y crítica especializada.

Autor de novelas ya convertidas en clásicos contemporáneos, como Sin noticias de Gurb o El misterio de la cripta embrujada, Mendoza ha reflexionado ante los medios sobre su trayectoria profesional, a la que ha definido como fruto de una combinación de talento y constancia.

«Una de las dos sola no funciona», ha señalado, al tiempo que ha reconocido que algunos escritores poseen grandes dotes naturales, pero se dejan llevar «un poco por la ilusión y el entusiasmo», mientras que otros «ponen mucho esfuerzo pero les falta el talento».

Con su característico tono irónico y una visión lúcida de la vida, el autor ha bromeado sobre su etapa actual: «Yo ya estoy un poco en tiempo de descuento y casi, casi, en los penaltis. Espero llegar al final del partido», ha dicho entre risas, sin perder de vista la seriedad con la que concibe su oficio.

Aunque ha cultivado el humor en gran parte de su obra, ha insistido en que se toma la escritura «muy en serio, a todos los niveles», y ha confesado que personalmente no se considera una persona graciosa, sino más bien seria.

Mendoza, que fue reconocido con el Premio Cervantes en 2016, ha declarado que espera poder seguir escribiendo mientras mantenga intactas la ilusión y la necesidad de contar historias.

Aunque, apuntó, si llegara el día que se diera cuenta de que no tiene «ninguna cosa que contar», que ha perdido la ilusión y que únicamente conserva el «oficio», preferiría dejar de escribir, aunque, matizó, a ese punto «todavía» no ha llegado.

En relación con la autocensura, ha afirmado que no se impone límites de forma consciente, aunque es probable que exista un «censor escondido» que le advierte interiormente: «Ten cuidado».

Si bien no le preocupa la censura, dado que no recurre a la agresividad en su estilo, ha señalado que es muy consciente del riesgo de poder ofender sin intención.

No obstante, señaló que confía en los lectores, que son «más sabios de lo que algunos piensan y saben bien dónde está el juego».

Otro de los aspectos abordados en su comparecencia ha sido el lugar que ocupa la literatura en la enseñanza.

Mendoza se ha mostrado crítico con el enfoque que adoptan muchos centros educativos, donde —a su juicio— se tiende a recomendar obras «porque son muy divertidas», en lugar de tratar la literatura con el mismo rigor que otras disciplinas como las matemáticas.

Respecto al reconocimiento que le será entregado esta semana, ha expresado su gratitud por el trato recibido en Oviedo y ha elogiado el prestigio del Premio Princesa de Asturias, que ha calificado como «estupendo» y de «alto nivel», por contar entre sus galardonados con personalidades «importantísimas de todos los campos de todo el mundo».

En tono distendido, ha comparado este galardón con otros grandes reconocimientos internacionales: «El Nobel es importante, pero no es simpático. Por mí, que me lo den cada año», ha bromeado.

El autor de La verdad sobre el caso Savolta, que cumple cinco décadas desde su publicación, ha reiterado su compromiso con una literatura exigente, bien construida y atenta a los mecanismos del lenguaje.

Ha confesado sentirse irritado por ciertos libros que, a su juicio, terminan «donde no tendrían que acabar» por descuidar las formas. Y ha concluido reafirmando su amor por un oficio que, lejos de perder valor con el tiempo, encuentra nuevas voces y caminos para seguir dialogando con el presente.

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