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Alfonso Ussía junto a la caricatura del marqués de Sotoancho

Alfonso Ussía junto a la caricatura del marqués de SotoanchoEFE

El Alfonso Ussía más literario: desde los ‘Coñones del Reino de España’ hasta el marqués de Sotoancho

El genial escritor mostró su maestría narrativa y su genialidad a la hora de construir personajes desternillantes en Las memorias del marqués de Sotoancho

Alfonso Ussía se definía en su perfil de Twitter como «escritor, madrileño, andaluz, vasco y montañés de vocación».

Y es que Ussía fue, eminentemente, escritor, un gran escritor que demostró su maestría con la pluma en sus muchos artículos de opinión publicados en ABC, en La Razón y en El Debate –con los que se mostró como uno de los mejores columnistas de finales del siglo XX y lo que llevamos de XXI– pero sobre todo en su obra ensayística y literaria.

Con su habitual estilo satírico, su sentido del humor y su capacidad para sacarle punta a los temas de actualidad, los ensayos de actualidad publicados por Alfonso Ussía son de una maestría pocas veces vista. Ahí están, por ejemplo, sus crónicas de los nefastos años de Zapatero: Zapatero, a tus zapatos. Historia del arte de la rectificación, Crónica del desastre: Zapatazos, maragalladas y otros desatinos y Resentidos, torpes y traidores.

Su obra sobre costumbres y educación en sociedad, Tratado de las buenas maneras, de 1992, y sus continuaciones de 1994 y 1995 son de las obras cumbre en su género, por su lenguaje afilado, su estilo mordaz y el buen manejo de una prosa, que recuerdan al Camba más punzante y al Muñoz Seca de la astracanada.

En el ámbito de la obra literaria, Alfonso Ussía destacó tanto en el ámbito de la poesía como de la novela. Siempre con ese tono humorístico que nos remite, y mucho, a su abuelo Pedro Muñoz Seca.

Siempre afinando el tiro para dar con la palabra justa para poner en evidencia, desde la ironía y la caricatura, al tonto que por soberbio es doblemente tonto. Y si, además, el tonto nos gobierna desde las instituciones del Estado, de forma más certera lanzaba su dardo Alfonso Ussía para desmontarlo.

Alfonso Ussía fue un amanta de nuestros escritores, en prosa y en verso, del Siglo de Oro. Nunca lo ocultó y en su labor literaria se esforzó, con éxito, por seguir su estela.

Quizás, la obra en las que le rinde mayor homenaje es en su célebre Coñones del Reino de España, un libro a medio camino entre el ensayo literario y el ejercicio del periodismo satírico donde recopila versos satíricos de las más grandes plumas que dieron la lengua castellana y los comenta y aplica en el contexto de la España actual.

Esos «coñones del Reino de España», seleccionados de entre la selecta biblioteca de Alfonso Ussía, son los Quevedo y los Góngora de ayer y de hoy, «divertidos, golfos, morbosos y malientencionados» que han dado algunas de las mayores glorias a las letras españolas.

Pero donde Alfonso Ussía plasmó toda su creatividad, su fina ironía, su capacidad para la parodia, para la construcción de personajes desternillantes y para reinventar la astracanada que con gran habilidad cultivara su abuelo Muños Seca en La venganza de don Mendo, fue en su serie de novelas de El Marqués de Sotoancho.

Desde su aparición en 1998 con La albariza de los juncos, la serie de las Memorias del marqués de Sotoancho, publicadas hasta 2020 cuando salió a librerías La exhumación de papá y el cróquet, es uno de los mayores ejercicios literarios que ha visto España en los últimos años.

En las Memorias del marqués de Sotoancho Ussía se muestra como un narrador genial, un maestro de la prosa, de la construcción de personajes y de situaciones cotidianas disparatadas.

Las Memorias del marqués de Sotoancho son desternillantes, al más puro estilo de aquellas Mis memorias de Miguel Mihura.

El marqués de Sotoancho (el personaje más personal y más logrado de los ideados por Ussía), quien narra la historia en primera persona, es el prototipo del señorito andaluz, un aristócrata que vive en su propio mundo y que vive de acuerdo a un código de conducta que choca frontalmente con la sociedad de hoy.

Desde su propiedad de La Jaralera, el marqués se ve mezclado en toda clase de enredos, sus preocupaciones giran en torno a cuestiones que, en otro contexto serían nimios pero que en el suyo se convierten en verdaderos dramas, y termina mostrando una visión de la realidad mucho más ajustada que la imperante en el mundo del común de los mortales.

Alfonso Ussía demuestra en Las memorias del marqués de Sotoancho que es un genial caricaturista que, en vez de servirse del dibujo se sirve, en este caso, de la prosa (en otros casos lo hará con el verso, donde sus dotes para la caricatura alcanzan su máxima expresión). Ussía lo caricaturiza todo, y lo hace con absoluta genialidad.

Con Las memorias del marqués de Sotoancho Alfonso Ussía mostró su maestría para arrancar carcajada tras carcajada al lector, pero también plasmó un personaje inmortal, quizás uno de los mejores personajes de la literatura española de finales del XX y principios del XXI, que, en muchos sentidos, encarna el alma y el sentir de la España de hoy.

Con la muerte de Alfonso Ussía España, las letras españolas, pierden a quien, seguramente, sea el mayor exponente de nuestro tiempo de la literatura satírica y paródica, heredero de una tradición de la que también formaron parte insignes «coñones del Reino de España» como Quevedo o Pedro Muñoz Seca.

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