Detalle de Platón en La escuela de Atenas y Pedro Sánchez
La gran grieta democrática entre el «Gobierno de los mejores» de Platón y el Gobierno de los peores de Sánchez
El Estado ideal del filósofo griego es el dirigido por los filósofos incorruptibles, donde una aristocracia sería especialmente preparada durante su vida para el cometido exclusivo de gobernar virtuosamente
Unos 2.400 años han pasado desde que Platón, uno de los mayores filósofos de la Historia, expuso sus ideas sobre cómo debía ser el Estado ideal en su obra La República. El discípulo de Sócrates creía en la utopía del Gobierno de los mejores: el Gobierno de los filósofos como los únicos capacitados para gobernar por su conocimiento.
Hace dos milenios y medio Platón, junto a la oligarquía (el Gobierno de unos pocos, la tiranía (el de un tirano) y la timocracia (El Gobierno de los que más riquezas acumulan), consideraba la democracia (el Gobierno de las mayorías) una de las formas de Gobierno degeneradas. Si al simple concepto le tachaba de degenerado, ¿qué pensaría el creador de la Academia no del concepto sino del resultado de la democracia actual, donde gobierna Sánchez?
El Estado ideal de Platón era el dirigido por los filósofos incorruptibles, donde una aristocracia sería especialmente preparada durante su vida para el cometido exclusivo de gobernar, algo similar a la formación del Rey Felipe y de la futura Reina Leonor para su función esencial de reinar. Esos sabios debían tomar decisiones sabias para la sociedad, alejadas de la corrupción y de la ignorancia.
El idealismo de un Gobierno desinteresado y virtuoso que, sin embargo, como dialoga Platón con su maestro y otros filósofos, no duraría porque los hijos de aquellos desinteresados y virtuosos acabarían corrompiéndose inevitablemente por los privilegios de su estatus como sujetos de naturaleza humana.
De lo perfecto se pasaría a la degeneración primero en la oligarquía, el Gobierno de los pocos que pretenderían mantener sus privilegios sin la virtud esencial, lo que a su vez conllevaría, como ha conllevado a lo largo de los siglos en la realidad del hartazgo de los no privilegiados, del pueblo que se alzaría contra los acomodados trayendo la democracia, el tercero de los Gobiernos degenerados, según Platón, que a su vez derivaría en la tiranía.
Esta sucesión platónica recuerda sin remedio a la evolución de la democracia española desde la Transición, donde se presuponía un Gobierno de los mejores, y no solo eso sino la creación de una estructura (la Constitución) dirigida por los mejores de todo el espectro político democrático. La utopía idílica de la democracia española duró, como dice Platón, hasta la llegada al Gobierno de los «hijos» y los primeros casos inevitables de corrupción.
La degeneración a toda máquina donde la oligarquía queda intrínseca en el sistema y la democracia (el cambio de Gobierno) hace las veces de las elecciones donde se expresa el hartazgo del pueblo y se expresa la democracia que antecede a la tiranía.
El tirano que manipula la democracia, como dice Platón, el demagogo que crea un Gobierno de afines, nada virtuosos, nada incorruptibles, más bien todo lo contrario, en las antípodas de la ilusión del «Gobierno de los mejores» de Platón y en la realidad del Gobierno de los peores de Sánchez.