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26 de abril de 2024

«Europa, vocación y destino de España» de Marcelino Oreja Aguirre

Detalle de portada de «Europa, vocación y destino de España» de Marcelino Oreja Aguirre

El europeísmo de Marcelino Oreja

Una antología que muestra el pensamiento en torno a la integración de España en la Unión Europea de quien fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos de Suárez en la Transición 

«Europa, vocación y destino de España» de Marcelino Oreja Aguirre

encuentro / 310 págs.

Europa, vocación y destino de España

Marcelino Oreja Aguirre

Europa ha sido hilo conductor de la trayectoria política de Marcelino Oreja. Por eso ha sido un acierto recoger los textos más importantes de quien fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos de Suárez en la Transición y marcó la ruta de la política exterior del reinado de Juan Carlos I. 
Con un cálido prólogo de Iñigo Méndez de Vigo y un estudio introductorio de Charles Powell, la muy bien seleccionada antología muestra cómo Marcelino Oreja fue elaborando y madurando un pensamiento, coherente y con sólidas bases doctrinales, en torno a Europa, a la integración de España en la Unión Europea, así como a la razón de ser y porvenir de la construcción de la Europa Unida, que arrancó tras la Segunda Guerra Mundial.

Tres etapas

Tres son las etapas en que se despliega el europeísmo de Marcelino Oreja. Las dos primeras son las del político en acción, con responsabilidades ejecutivas relevantes. La tercera es la de la reflexión. Todas ellas se complementan.
La primera etapa es la de la definición de la opción europea como objetivo prioritario de la política exterior española, que se convierte en objetivo nacional. Marcelino Oreja asume, con convicción, que la democratización y la europeización formaban parte de un mismo proyecto histórico, el mejor para España. Era sencillamente hacer que España volviera a estar a la altura de su tiempo: no se podía entender que España, al recuperar la democracia, no se integrara en el «club de las democracias». En realidad, este planteamiento fue uno de los consensos fundamentales de la Transición. Pero Marcelino Oreja supo darle el impulso y vigor necesarios para emprender ese camino que marcaba el destino de España. 
Lo hizo, además, con dos ingredientes doctrinales, que marcarán definitivamente su pensamiento sobre la Europa Unida y España. El primero es que Europa es una realidad anterior a los Estados nacionales; por eso tenía sentido el proyecto iniciado por los «padres fundadores», incluida la Unión Política. No era un proyecto artificioso sino coherente con la realidad histórica de Europa, de la que España, por cierto, ha sido un sujeto fundamental. El segundo, que la construcción europea debía basarse en lo que Marcelino Oreja llamara la «Europa de lo esencial»: «la Europa de los derechos humanos y de la democracia».
Tras las primeras elecciones de nuestra democracia (15 de junio de 1977), Marcelino Oreja creyó que España tenía ya las credenciales para solicitar el ingreso en la Unión Europea. Y fue lo que hizo el gobierno de Suárez, una vez constituido el 5 de julio de 1977. En ese mismo mes se presentaba la solicitud de apertura de las correspondientes negociaciones. Las negociaciones duraron ocho años y España entraba por la puerta grande en la Unión Europea en 1985.

Marcelino Oreja no concibe una España que pueda desligarse de la Europa Unida

La segunda etapa es en la que Marcelino Oreja asume importantes responsabilidades en las instituciones que configuran la integración europea: el Consejo de Europa, del que es Secretario General de 1984 a 1989, el Parlamento Europeo (diputado de 1989 a 1993) y la Comisión (Comisario de 1993 a 1999). Quince años en el corazón de las instituciones europeas. Como se desvela en los discursos de este período, Marcelino Oreja trabaja incansablemente por hacer realidad el propósito fundacional de la Unión: «una unión cada vez más estrecha de los pueblos de Europa». 
Con tal fin impulsa la elaboración de una Constitución, con rasgos plenamente federales, en la que la democracia se perfecciona y se prepara para la acogida, tras la caída del muro de Berlín, de los países que habían estado sojuzgados bajo el imperio soviético. «Si un día la «casa común europea" -dirá- da cobijo a todos los europeos, ello será posible gracias a la extensión de la democracia a todos esos pueblos y no al precio de ninguna concesión respecto de los valores y principios que representan la razón de ser de nuestra vida en común».
La tercera etapa, tras abandonar la política activa al final del siglo pasado, es la de la reflexión, en la que ejerce un verdadero magisterio. Es una etapa fecunda en la que ahonda en las claves de su pensamiento sobre Europa y sobre la vocación europea de España. Marcelino Oreja no concibe una España que pueda desligarse de la Europa Unida. Insiste en que Europa es «ancla de la democracia». Advierte a las jóvenes generaciones, las que nacieron después de la caída del Muro de Berlín, que la paz y la reconciliación sean considerados sólo como «activos patrimoniales», ya que «no se puede vivir de rentabilidades pasadas que, como es sabido, no garantizan las futuras».
Así, la vocación europea debe tornarse en un serio compromiso. Así lo dice en el texto con el que se cierra esta antología: «Sólo los valores salvarán la síntesis europea. Los valores que crearon Europa y los valores que la mantendrán en tierra firme. Adentrémonos en los principios informadores de las tradiciones judeocristiana y grecolatina, que fueron las fuentes de inspiración de nuestros padres europeos». El compromiso de Marcelino Oreja por la Europa Unida es una lección que debe ser guía para el futuro.
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