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28 de marzo de 2024

Portada de «La particular memoria de Rosa Masur» de Vladimir Vertlib

Portada de «La particular memoria de Rosa Masur» de Vladimir VertlibImpedimenta

'La particular memoria de Rosa Masur': la salvaguarda del recuerdo

Vladimir Vertlib explora las vicisitudes del siglo XX a través de una biografía judía

Al leer la historia de Rosa Masur podría ocurrirnos lo que sienten algunos con la serie Cuéntame: al pretender hacer de ellos el espejo del devenir de toda una nación, parece que a los Alcántara les ocurren «demasiadas cosas». Sin embargo, a poco que se sepa sobre la suerte de los judíos askenazí, admitiremos que la de Rosa podría ser una historia real.
Hechos similares a los que cuenta la protagonista de la novela de Vladimir Vertlib han sido referidos por multitud de escritores: Joseph Roth ya relató cómo los jóvenes judíos se pasaban semanas ayunando y bebiendo bebistrajos para evitar ir al frente; Josef Roubíček, el protagonista de Vida con estrella (Impedimenta, 2017), también, como Rosa, tiene que tirar a la lumbre su biblioteca doméstica para no morir congelado; en las obras de los hermanos Singer reconoceremos la resignación con la que las comunidades judías del este de Europa vivían el hostigamiento de sus vecinos.
Vertlib afirma haber volcado en su protagonista sucesos acontecidos a familiares suyos, como por ejemplo el temor fundado de sus bisabuelos de que su hija hubiera sido comida por caníbales durante la hambruna que siguió al sitio de Leningrado.
Portada de «La particular memoria de Rosa Masur» de Vladimir Vertlib

impedimenta / 440 págs.

La particular memoria de Rosa Masur

Vladimir Vertlib

La protagonista de La particular memoria de Rosa Masur tiene noventa años. Nacida en un shtetl bielorruso, ha residido toda su vida en San Petersburgo, donde estudió Filología Alemana y ejercido de traductora. Ha sobrevivido a los progromos, la revolución, el comunismo soviético y la guerra: «A los alemanes les siguieron los bolcheviques, los blancos contrarrevolucionarios, los polacos o en ocasiones meras bandas de distinta composición: soldados, vagabundos y reclusos fugados (…) todos se quedaron demasiado poco tiempo como para cambiar algo en el pueblo, pero todos depredaron, saquearon, violaron y asesinaron, por lo general en nombre de alguna persona o de alguna causa.»
Ahora, cerca de su centenario, Rosa emigra a Alemania junto a su hijo Kóstik y su nuera Frieda, aprovechando que el país permite la entrada a un cupo de refugiados judíos. El Instituto de Investigaciones Históricas de su nueva ciudad está llevando a cabo un proyecto en el que la anciana decide participar: un libro de entrevistas a emigrados con motivo del aniversario de la fundación de la localidad. La historia de Rosa no tiene parangón: represión, persecuciones, hambre y una anécdota rocambolesca, un encuentro con Stalin en un piso de Moscú. Y siempre, de fondo, el antisemitismo –a veces oficioso o disimulado; otras legal y abierto–.
Rosa es una narradora dotada de una punzante ironía melancólica y de una extremada lucidez. Su mirada es desengañada, especialmente cuando la dirige hacia la joven que fue: una comunista confiada en el porvenir e incapaz de compadecerse de los demás: «detestaba a esos pequeños judíos de provincias con su mullida autocomplaciencia y su pánico cultivado en los shtetls, como si los tiempos de persecuciones no hubiesen terminado para siempre», cuenta. Precisamente, una de las cuestiones que palpitan en la novela será el declinar de la ambición política de Rosa, puesto que comprobará que la sociedad con la que soñaba, una sociedad en la que «no hubiera judíos, rusos o bielorrusos, sino solo ciudadanos soviéticos» era irrealizable. La represión, el ostracismo y las amenazas de muerte que caracterizaron el terror estalinista acaban por hacerle recelar de cualquier totalitarismo.
Entonces, si los temas que trata son bien conocidos, ¿qué tiene de peculiar la memoria de Rosa Masur? En primer lugar, que es prodigiosa: uno esperaría unos recuerdos más fragmentarios de una nogagenaria. Este podría ser el punto débil de la novela: el relato de Rosa es sosegado, ordenado, exhaustivo e incluso instructivo. Puede que esto reste emoción a algún pasaje.
En segundo lugar –y esta es una de sus virtudes–, pone el foco en aspectos menos divulgados sobre la historia europea y rusa, como la persecución que los judíos sufrieron durante el régimen de Stalin, el provecho que las víctimas extraen de la «mala conciencia» de los descendientes de sus agresores o el exterminio los «alemanes rusos», de cuyo sufrimiento apenas se sabe.
La particular memoria de Rosa Masur es una poderosa hemeroteca del siglo pasado, que abarca desde la caída de los zares hasta la del Muro de Berlín. Una obra llevadera y sagaz que ha tardado veinte años en ser traducida a nuestro idioma desde su publicación. Su autor, Vertlib nació en 1966 en San Petersburgo (por entonces Leningrado). Salió de la Unión Soviética junto a su familia siendo aún niño, en 1971, para instalarse primero en Israel y más tarde asentarse en Viena. Su periplo vital es de por sí suficientemente representativo de su tiempo y de su obra. La particular memoria de Rosa Masur ganó los premios Adelbert Von Chamisso y Anton Wildgans.
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