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29 de abril de 2024

Fernando Bonete Vizcaino
Fernando Bonete Vizcaino
Anecdotario de escritores

Donde Lovecraft apunta con su telescopio

En la vida del escritor estadounidense «no hubo ni una sola noche despejada sin una larga observación por mi parte, y el conocimiento práctico y directo así adquirido siempre ha sido de la mayor utilidad para mí en mis escritos astronómicos»

Actualizada 04:30

Howard Phillips Lovecraft

Howard Phillips Lovecraft

Se dice –diría que fue Umberto Eco quien lo dijo– que para criticar algo primero hay que disfrutar secretamente de ello. Y se dice también –diría que se dice algo así– que para fantasear sobre algo primero hay que conocerlo a la perfección.
Alguien como Howard Phillips Lovecraft, inventor de todo un cosmos de horrores siderales que siguen protagonizando el imaginario de nuestros miedos a pesar del siglo transcurrido –siquiera materializándose en corporeidades tecnológicas, pero con un mismo soplo paralizante–, pero también enemigo declarado de la astrología, tenía por fuerza que conocer la astronomía como base de su creación al mismo tiempo que de su feroz crítica.
A una edad tan temprana como los trece años comenzó a publicar artículos sobre el tema para periódicos locales y regionales –las colaboraciones publicadas hasta los veintisiete (1903-1917) están recogidas en español en la antología de ingenioso título El Astronomicon–. En ellos demuestra un vasto conocimiento científico atesorado no solo a base de lecturas, sino mediante la experiencia.
Cerca de la casa familiar de Providence se alzaba el Observatorio Ladd, para el cual tenía permiso de visita, aunque para 1903 ya disponía de un primer telescopio de corto alcance –era de papel maché– que fue sustituido poco después por otro, regalo de su madre, de 50 a 100 aumentos; tres años después se hizo con un Montgomery Ward, que conservará toda su vida. «No hubo ni una sola noche despejada sin una larga observación por mi parte, y el conocimiento práctico y directo así adquirido siempre ha sido de la mayor utilidad para mí en mis escritos astronómicos».
Para esta afición venida a más con el tiempo, cuyo origen estuvo en la química –otro interés que no abandonó con los años, llegando a disponer de su propio laboratorio para experimentos caseros– no le fallaron el entusiasmo ni la pasión. Sin embargo, no le dieron los números: las dificultades que experimentó con las matemáticas, cruciales en el punto en que uno quiere convertirse en un verdadero astrónomo, le hicieron padecer serios colapsos nerviosos que llevaron a sus sobreprotectoras madre y tías a retirarlo de la carrera académica, quedándose a las puertas de cursar estudios en la Universidad de Brown.
Ilustración del mundo de Lovecraft

Ilustración del mundo de Lovecraft

Lovecraft se decantó entonces por la segunda acepción del término, la creación de monstruos, temores, misterios, espantos y mitos astronómicos procedentes de un espacio exterior insondable que hace diminuta a la humanidad y engrandece las dimensiones del tiempo y el espacio. Todavía nos sobrecoge porque nos recuerda lo frágiles que somos en realidad. Nos hace mirar bien arriba, donde Lovecraft apunta con su telescopio.
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