
Sagrada Familia del pajarito
Cinco preguntas básicas para educar… y guía de respuestas e ideas clave
Mª Teresa Granados ofrece un repertorio de sencillas ideas para la educación de nuestros hijos y alumnos
En los últimos años, la educación se ha convertido en uno de los nichos editoriales que más han proliferado. Al igual que ha sucedido con otras disciplinas relacionadas como la psicología, el espacio reservado en las librerías a cuestiones educativas se ha ido ampliando con el paso de los años, y algunos autores como Álvaro Bilbao se han convertido en auténticos fenómenos de masas.

Didaskalos (2023). 218 páginas
Cinco preguntas básicas para educar…
Aprovechando este tirón, últimamente se han publicado varias guías con consejos prácticos para padres y educadores. Una de ellas es Cinco preguntas básicas para educar, escrito por Mª Teresa Granados. La autora es licenciada en derecho y magisterio y ejerce de orientadora familiar y profesora en el Stella Maris College de Madrid. Todo ello, sumado a su condición de madre de ocho hijos, la convierte en una persona con gran conocimiento y experiencia en la labor educativa.
El libro no pretende ser un solucionario, sino tan solo una guía orientativa que sirva a los padres para realizar mejor su labor educativa. La intención de la autora, por tanto, no es dar lecciones ni pontificar sobre cómo se debe educar, sino buscar respuestas a los grandes interrogantes de la labor formativa, que la autora resume en cinco: quién educa, a quién se educa, cómo se educa, cuándo se educa y para qué se educa.
Dentro de cada capítulo, Granados desgrana la respuesta a esas preguntas haciendo uso de una serie de conceptos clave que le sirven para dar cierto orden a la exposición. El tono de la autora es humilde y el vocabulario es sencillo; sin embargo, la lectura queda entorpecida por constantes faltas de estilo e incluso de ortografía que empañan en cierto modo el contenido del texto.El contenido de los cinco capítulos es algo desigual en cuanto a la naturaleza del texto. Los primeros capítulos sí se centran más en cuestiones propiamente educativas y contienen ideas y consejos prácticos e interesantes para los educadores. Sin embargo, los dos últimos capítulos, especialmente el último, abandonan el contenido educativo para adentrarse en el terreno puramente teológico, alcanzando en ocasiones una altura que puede resultar difícil de aterrizar en la labor educativa cotidiana.
A grandes rasgos, se pueden destacar varias ideas generales que permean toda la obra. La primera es que, como dice la autora en el prólogo, «el objetivo de la educación no es ser perfecto sino llegar al corazón de nuestros hijos para que puedan descubrir quienes están llamados a ser». Se trata de una idea muy sugerente, que además de liberarnos a los padres de la presión por ser progenitores perfectos –como dice más adelante la autora, nuestros hijos entienden y perdonan con mucha naturalidad nuestros errores como padres–, nos recuerda que nuestra misión no es tanto marcar cómo deben ser nuestros hijos, sino acompañarlos y ayudarlos en el proceso de convertirse en quienes están llamados a ser.
Hay una segunda idea del libro que merece la pena resaltar, y es que la educación es ante todo una cuestión de amor y un acto de esperanza. Últimamente, se hace mucho hincapié en la importancia de la resiliencia, y los padres haremos bien en ayudar a nuestros hijos a que sepan lidiar con las dificultades que a buen seguro van a encontrarse continuamente en la vida. Sin embargo, como dice Granados, la resiliencia se queda corta, no es suficiente, puesto que «los educadores debemos aspirar a algo más que a una adaptación y superación de dificultades; debemos apelar a la virtud de la esperanza con la confianza de que lograremos cosas grandes».
Un mensaje más que conveniente en el mundo actual, en el que, como se ve en la serie Adolescencia, a menudo nos limitamos a mostrar los problemas y dificultades que conlleva la educación, sin plantear una propuesta que permita solucionarlos y avanzar. Y si algo caracteriza a la propuesta educativa cristiana es, precisamente, su enfoque en el amor y su mirada cargada de esperanza.