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Robert Brasillach y Charles Maurras (1938)

Robert Brasillach y Charles Maurras (1938)Albert Harlingue / Roger-Viollet

El caso Brasillach, La Francia 'collabo' ante el espejo

Alice Kaplan revive el polémico juicio a Robert Brasillach en una investigación tan rigurosa como incómoda, que obliga a Francia a mirarse al espejo de su pasado colaboracionista

Alice Kaplan escribe una obra minuciosa y prolija que no se limita a citar otros libros, sino que realiza una labor investigadora en archivos y documentos de auténtica historiadora. La autora no evita, aunque sin alharacas, mencionar de soslayo que su padre, un judío norteamericano, fue uno de los fiscales de los juicios de Núremberg. Y ahí está una de las claves, porque aunque el escritor francés fue condenado por colaboracionismo con el enemigo, es decir, por traición a la Francia de De Gaulle, Kaplan insiste en subrayar su antisemitismo, fobia nada rara en el país galo. La autora llega al extremo de criticar el aspecto físico de Robert Brasillach y su presunta homosexualidad: «Se acuesta con Alemania», pone Kaplan en la boca del fiscal Reboul. La autora insiste varias veces en la homosexualidad.

Cubierta de 'El caso Brasillach'

Fórcola (2025). 424 páginas

El caso Brasillach: La Francia 'collabo' ante el espejo

Alice Kaplan

También reconoce su obra Historia del Cine, que califica de «mayor atractivo» que cualquiera de las novelas del autor, candidato al prestigioso Goncourt y al premio Femina, pero era demasiado fascista para que se lo dieran.

Brasillach, hijo de un oficial caído en combate durante la Primera Guerra Mundial, cayó a su vez prisionero durante la Segunda. Fiel a sus camaradas, posteriormente sus gestiones salvarán a algunos de la Gestapo.

La autora reconoce que en 1941 «la Resistencia era escasa». Después, dice, «muchas de las historias de la Resistencia se basan en testimonios». Francia supera la vergüenza de la derrota relámpago y los años de ocupación recurriendo a la fábula de la Resistencia y a las víctimas propiciatorias. La purga que realiza el gobierno no electo del general De Gaulle busca superar ese complejo a base de sacrificar víctimas propiciatorias. Brasillach fue uno de los 6.763 condenados a muerte en unos juicios, previos a los cuales también otros muchos fueron asesinados sin tribunal alguno, ellos por «colaboración horizontal», otros 2.702 fueron condenados a trabajos forzados. De Gaulle declaró ilegal el gobierno de Vichy en noviembre de 1944, aplicando para su represión leyes con carácter retroactivo, llegando a 40.000 los presos por colaboración con los alemanes.

Para que se entregase, las autoridades francesas encarcelaron a su padrastro, a su cuñado y a su madre, a quien metieron en una celda de tres por cuatro metros con otras treinta personas, en su mayoría prostitutas. Y cuatro colchones. Brasillach, que no había huido a Alemania, se entregó para que la liberasen.

Una vez condenado a muerte —no podía ser de otra manera con un jurado mediatizado por el Partido Comunista, según desvela Kaplan—, comienzan las firmas para pedir el indulto con rapidez, porque entre la condena y la aplicación de la pena de muerte solo mediaron nueve días. Los intelectuales franceses son generosos en esa petición al general De Gaulle, con la excepción de Sartre y de Simone de Beauvoir, que habían trabajado para el ocupante nazi. También Sartre escribió Barioná, el hijo del trueno, halagando la propaganda antisemita. El libro de Gilbert Joseph Una ocupación tan dulce. Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, 1940-1944 detalla la colaboración de los dos intelectuales de izquierdas con la ocupación del III Reich.

Sin embargo, Camus y otros héroes de la resistencia sí firmaron por el perdón. Alguno adujo: «¿Acaso los pueblos civilizados fusilan a sus poetas?».

Brasillach fue fusilado. No se dejó vendar los ojos y murió gritando: «¡Viva Francia!». Su muerte sirvió, en palabras de Jesús Ferrer, «para tapar la colaboración con los nazis».

Kaplan lo califica al final de la obra como «el James Dean del fascismo».

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