Retrato de Amélie Nothomb en la cubierta de 'El libro de las hermanas'
Amélie Nothomb y la infancia herida
Fábula cruel sobre el abandono emocional y el poder redentor del lazo fraterno
Amélie Nothomb, escritora belga de origen aristocrático nacida en Kobe (Japón) en 1967, construyó su identidad literaria a partir de una infancia marcada por el nomadismo. Reconocida por su rigurosa disciplina escritural, presenta en El libro de las hermanas una novela breve pero de notable profundidad, que ofrece una mirada aguda y crítica sobre las relaciones familiares. En particular, explora la compleja dinámica entre padres e hijos, temática que se inscribe en una línea coherente con obras anteriores, donde se manifiestan problemáticas como el odio parental o la indiferencia afectiva, configurando así un destino ineludible para sus personajes.

Traducido por Sergi Pàmies. Anagrama (2025) 176 páginas
El libro de las hermanas
En El libro de las hermanas, Amélie Nothomb construye el retrato de Nora y Florent como una pareja inmersa en un vínculo amoroso de tal intensidad que acaba por excluir al entorno, incluidas sus propias hijas, Tristane y Laetitia. Lejos de ser presentados como progenitores deliberadamente crueles o negligentes en un sentido explícito, su actitud se caracteriza por una forma de indiferencia afectiva que, sin recurrir al maltrato físico, se manifiesta como una omisión fundamental: la falta de atención emocional. Esta carencia deja una huella profunda en la primogénita, Tristane, quien desde los primeros años de vida desarrolla un sentimiento persistente de desamor y de abandono, configurando una subjetividad marcada por la inseguridad y la ansiedad.
Ante la imposibilidad de encontrar contención en la figura parental, la narrativa sitúa en el vínculo fraterno una potencia redentora. Es a través de la relación con su hermana menor, Laetitia, que Tristane logra encontrar un sentido de pertenencia y afirmación. La novela describe cómo, desde muy temprana edad, la protagonista asume un rol protector –incluso cuasi maternal– como mecanismo de supervivencia emocional. Esta elección, que se perfila como un gesto ético y afectivo, no solo resguarda a ambas del desamparo, sino que posibilita la construcción de un universo compartido: una especie de refugio simbólico frente a la carencia del mundo adulto. En este gesto de entrega mutua se configura una identidad resiliente, capaz de resistir y reconfigurarse frente a la herida original del abandono emocional.
En El libro de las hermanas, Amélie Nothomb plantea que los primeros años de vida conforman un terreno fundacional desde el cual se estructura la identidad del sujeto; y sugiere que la ausencia de una mirada amorosa en la niñez puede inscribirse en la psique como una herida indeleble, determinante en la configuración emocional y afectiva. En este contexto, la novela celebra el vínculo fraternal como una forma de sostén vital y como pilar esencial para la supervivencia emocional. Sin embargo, dicha relación no se presenta de forma unívoca o idealizada: Nothomb problematiza la dependencia afectiva que puede derivarse de este lazo, interrogando la posibilidad de una individuación plena cuando el sujeto se construye desde la entrega total al otro.
A través de una narración de tono íntimo pero profundamente reflexiva, la autora aborda temas centrales de la condición humana: el poder del lenguaje como agente de creación o destrucción, la influencia de la infancia en la identidad adulta y la ambivalencia de los lazos de sangre, capaces tanto de brindar protección como de infligir daño. La obra también se detiene en la importancia del amor en la educación y en la formación del carácter, en la búsqueda de identidad a través del arte –simbolizado en el grupo de rock Los Neumáticos–, en el apego al hogar como espacio de seguridad emocional, en la compleja vivencia de la sexualidad durante la adolescencia y juventud, y en el valor transformador de los estudios.
Asimismo, Nothomb otorga un lugar central a la percepción infantil del mundo, una mirada dotada de una capacidad singular para transformar lo cotidiano en experiencia casi legendaria mediante el uso del lenguaje. Su escritura manifiesta una aguda conciencia sobre el impacto emocional de las palabras, erigiéndose como una defensa de su poder formativo. Sin dejar de advertir sobre los peligros del lenguaje –como las marcas que pueden dejar las palabras de desafecto, los rumores o la difamación–, reafirma su confianza en su dimensión salvadora. Subraya, así, la necesidad del reconocimiento y de la confianza como elementos fundacionales de la subjetividad, así como el poder encantador de ciertos vocablos, capaces de suscitar estremecimiento o placer incluso en el silencio de la lectura.
El estilo narrativo de Amélie Nothomb se caracteriza por una prosa sobria, precisa e incisiva, matizada por un humor ácido que otorga a sus textos un tono distintivo. En El libro de las hermanas, esta voz singular se despliega en una escritura que transita entre el cuento cruel y la fábula contemporánea, géneros que le permiten explorar, sin concesiones ni sentimentalismo, las fallas y contradicciones inherentes a la condición humana. Su mirada, deliberadamente impertinente, pone en evidencia las fracturas afectivas con una lucidez punzante, revelando las dinámicas de poder, abandono y amor que atraviesan los vínculos familiares.
A través de esta obra, Nothomb confirma su capacidad para abordar temas universales –como el afecto, la identidad, el dolor o la dependencia– desde una perspectiva profundamente personal y estilísticamente reconocible. Aunque se inscribe en el terreno de la ficción, la novela resuena con elementos autobiográficos sutiles pero significativos: la intensidad del lazo fraternal remite, según ha señalado la propia autora, a su relación con su hermana Juliette, y el tratamiento de la anorexia evoca episodios de su experiencia personal con este trastorno. Así, lo imaginario se entreteje con lo vivido, otorgando a la narrativa una densidad emocional que refuerza su dimensión reflexiva y confesional, sin caer en el testimonio directo. Reconocida internacionalmente y galardonada con premios prestigiosos –Gran Premio de la Academia Francesa (1999), Premio Leteo (2006), Premio Jean Giono (2008), Premio Renaudot (2021)–, Amélie Nothomb continúa explorando la ambivalencia de los lazos de sangre y el poder del afecto para sostener la vida, ofreciendo una visión lúcida y feroz de la condición humana.