
Detalle de cubierta de 'Otomanos'
Una necesaria historia del Imperio otomano
El historiador Marc David Baer ofrece en este magnífico ensayo todo lo que hay que saber acerca de ese gran actor de la historia mundial
El Imperio otomano fue uno de los poderes más longevos de la historia. Su periodización comienza a finales del siglo XIII, con el establecimiento de un beylicato en Anatolia por el iniciador de la dinastía, el guerrero turcomano nómada Osmán, y finaliza en el siglo XX, concretamente en 1922, tras la debacle externa en la Primera Guerra Mundial e interna con el problema étnico-religioso, que precipitó la caída del último sultán, Mehmet VI, y dio paso, en 1923, al nacimiento de la República de Turquía. En lo que a espacio geográfico se refiere, la Sublime Puerta –como se denominó también al Estado otomano – también podía presumir de ser uno de los poderes más extensos: su control llegaba desde el Norte de África (actuales Argelia y Túnez) en el oeste, hasta Basora, en el extremo sureste de Mesopotamia (actual Irak). Entre los siglos XVI y XVIII resultaba una tarea titánica enumerar las lenguas y pueblos que habitaban todos esos territorios. Así pues, con esta breve semblanza geográfico-cronológica, no parece acertado dejar sin estudio este actor fundamental de la historia mundial.

traducido por Ricardo García Herrero
Desperta Ferro (2025). 512 págins + 16 en color
Otomanos. Kanes, césares y califas
Por desgracia así ha sido. En nuestro país, el conocimiento general sobre el Imperio otomano suele circunscribirse en un plano general a la batalla de Lepanto, en 1571 (pudiendo retrotraerse hasta la conquista de Constantinopla, en 1453, y expandirse hasta el segundo asedio de Viena, en 1683). Sin embargo, otros ámbitos de la historia otomana, como su peculiar entrelazamiento con el islam (los «derviches descarriados» o la determinante elección por el sunismo) durante el primer siglo de la dinastía (1301-1401), o su papel durante las Guerras Napoleónicas (1803-1815), así como el crucial desmembramiento de su territorio durante el siglo XIX en la llamada «cuestión oriental». Sus últimos años, desde comienzos del siglo XX hasta el nacimiento de la República, harían testigos al mundo de acontecimientos aún más terribles que estaban por llegar. Esos, y todos los demás temas de obligado conocimiento, son tratados con nervio narrativo y solvencia histórica Marc David Baer en su Otomanos. Kanes, césares y califas, que Desperta Ferro Ediciones ha traído recientemente al castellano.
Esta obra es todo lo que necesita quien desee acercarse a una historia global de la dinastía osmanlí, ya que salva una problemática que se encuentra en muchas de las obras sobre el Imperio otomano ya publicadas en español, y es que no se centra en un periodo específico, sino que, a través de los sultanes y sus gobiernos, hace una síntesis general de toda su historia sin perder la profundidad de análisis, por lo que cuando el lector llega al último capítulo, titulado «El final: el gazi Mustafá Kemal», entiende el todo de manera orgánica. Baer consigue arrojar una imagen nítida y coherente del Imperio otomano a lo largo de casi siete siglos, sin que parezca, en modo alguno, un conjunto inconexo de periodos y monarcas. En las propias palabras del autor: «la historia de la dinastía otomana y de su imperio que se cuenta en estas páginas no pretende ni glorificar a la casa de Osmán ni condenarla, sino presentar todo aquello que la hace, al mismo tiempo, diferente y sorprendentemente familiar para el común de los lectores».
Baer entrelaza a lo largo de veintidós capítulos, contenidos en algo más de cuatrocientas páginas, la política, la religión, la economía, las guerras y la composición social que llevaron al Imperio otomano a convertirse en una potencia rectora en el Mediterráneo y una pieza clave en las relaciones entre Oriente y Occidente. Entre otras reflexiones que Baer desarrolla a lo largo de sus páginas, destaca la de la tolerancia e integración (Baer explica convenientemente estos términos para no dejar lugar a error) practicadas por la Sublime Puerta que cimentaron una base sólida para el Imperio, y cuya pérdida a cambio de un privilegio de lo musulmán, primero, y de lo turco, después, fue debilitando paulatinamente el cuerpo cívico, militar, económico y, finalmente, político del Estado otomano. También resulta especialmente interesante el tratamiento que hace Baer para no doctos en el tema de la corriente (o corrientes) islámicas que juegan un importante papel en la conformación religiosa del Imperio otomano, donde destaca el fenómeno del sufismo y el movimiento derviche, así como el camino hacia la homogeneización en el sunismo paralelo al enfrentamiento con la Persia de mayoría chiita, especialmente durante la dinastía safávida de esta gran teocracia.
A manera de coda, traemos las palabras del autor, quien en la introducción escribe: «Por espacio de varios siglos los otomanos estuvieron abiertos a recibir como musulmanes a todo tipo de personas, con independencia de su lengua o procedencia, ya fueran esclavos, plebeyos o miembros de las élites. Solo en sus últimos años se apartarían de esa integración de la diversidad e intentarían salvarlo al convertirlo primero en un sistema de gobierno musulmán otomano y más tarde en uno cada vez más turco. La consecuencia fue que la tolerancia –tal y como había sido practicada– fue sustituida por la limpieza étnica y el genocidio, lo que condujo, finalmente, a la desaparición de la dinastía».