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La familia de Osiris. Osiris Horus e Isis (Louvre, Paris)

La familia de Osiris. Osiris Horus e Isis (Louvre, Paris)Wikimedia

El Egipto faraónico: un Estado antiguo del que queda mucho que aprender

El destacado egiptólogo Juan Carlos Moreno García ofrece, de manera sencilla y sintética, un magnífico estudio introductorio a la estatalidad en el antiguo Egipto

La fascinación por el Egipto faraónico es una fiebre muy arraigada en Occidente, una fiebre que ha impregnado todas las capas de la sociedad, y sólo ha tenido una tendencia creciente. No se puede decir lo mismo de los hititas o de los hurritas, y puede que algo más de los asirios o los persas. Pero las ideas generales sobre asirios y persas son difusas, por no decir nulas, en la mentalidad general en comparación con la de los egipcios. Nombres como Ramsés o Tutankamón serán reconocidos al instante por cualquier persona sin específica formación histórica, mientras que nombres como los de Salmanasar o Ciro requerirán de, al menos, un interés concreto (bíblico, por ejemplo). No digamos ya nombres como los de Hattusili o Shattuara (hitita y hurrita respectivamente, y enemigos en condiciones de igualdad del reino egipcio a mediados del II milenio a.C.). Egipto es, sin duda, la civilización antigua no occidental que más interés despierta en el común.

Cubierta de 'El estado en el Antiguo Egipto

traducido por Marta Marne
​Erasmus (2025). 288 páginas

El Estado en el Antiguo Egipto. Su poder, cambios y dinámicas

Juan Carlos Moreno García

Desde que en 1798 la campaña del Directorio francés contra los mamelucos egipcios y sus aliados británicos, dirigida por el general Bonaparte, abriera las puertas a historiadores, filólogos y arquitectos-dibujantes (unidos luego en la disciplina de la arqueología) a los restos del Egipto antiguo, esta civilización ha recibido ingentes cantidades de atención.

Pero, pese a ese gran interés, ese gusto por «lo egipcio», «lo oriental», en muchos ámbitos de la investigación histórica se ha estableció una ruptura entre aquel antiguo Egipto –realmente «un mundo en el que los reyes recaudaban impuestos, administraban justicia y promulgaban leyes»– y la «Modernidad occidental», o, lo que es lo mismo, lo que el pensamiento político han considerado el origen del Estado moderno, y con él, la economía de mercado, la libertad individual y otras ideas y conceptos que hoy no tenemos reparo en considerar inconfundiblemente «de cosecha europea». También en el ámbito del pensamiento y la filosofía: pocos estudiosos de la filosofía griega se atreven a reconocer la deuda del pensamiento egipcio, y africano, por ende, en el nacimiento del pensamiento griego, y, por tanto, occidental.

A este respecto, pero aplicado al pensamiento político y a la teoría del Estado, parece haber ocurrido algo similar según advierte el reputado egiptólogo Juan Carlos Moreno García: «el Egipto faraónico se consideraba una especie de venerable otro en continuo diálogo con el presente […] y el lastre de tal percepción probablemente no sea más evidente en ninguna parte que en el análisis de la organización del Estado». En su recién traducida obra al castellano El Estado en el Antiguo Egipto. Su poder, cambios y dinámicas (Erasmus, 2025) Moreno García afirma que «la teoría del Estado y la filosofía política han mostrado poco interés por el estudio de los antiguos Estados no occidentales, ya que divergían notablemente de […] la trayectoria histórica seguida por Occidente». Por contra, señala que «la mayor parte de la investigación egiptológica se ha centrado tradicionalmente en la filología, la religión, las obras de arte y la historia fáctica», lo que no ha beneficiado al avance en la investigación de la teoría del Estado en el antiguo Egipto. Sin embargo «los faraones habían conseguido […] construir, mantener y transferir, de un gobernante a otro, el secreto de un orden perfecto, estabilidad social, prosperidad económica y un Estado redistributivo exitoso».

A lo largo de nueve capítulos, contenidos en poco más de doscientas cincuenta páginas, Moreno García lleva a cabo un «estudio introductorio a la estatalidad en el antiguo Egipto». Así, los temas van desde el primer capítulo, titulado «Teoría del Estado, arqueología y Estados faraónicos», hasta el noveno, «Los Estados faraónicos en perspectiva comparada», pasando por «Integración de espacios» en el segundo; «Gestión de recursos» en el tercero; o «Construir un Estado a través de la cultura» en el séptimo, por citar algunos ejemplos. El capítulo séptimo resulta especialmente interesante –y estrechamente relacionado con la imagen de portada del libro del dios Horus, divinidad dinástica por excelencia–, pues en él Moreno García profundiza en la idea regia, las creencias, la cultura escrituraria y los valores estatales y sociales del Egipto faraónico, tan importantes en la creación de un Estado auténtico. Sí cabe hacer un pequeño aviso a navegantes: no es una lectura para el público general, pues exige de cierto conocimiento previo.

Realmente, y aunque no quepa mucho más en estas líneas, puede decirse que este libro es una auténtica bomba de conocimiento concentrado sobre el Egipto faraónico, Estado que abarcó desde el 3100 hasta el 343 a.C. Difícil de imaginar un Estado así de longevo hoy. Y esto sin tener en cuenta que, debido a su extraordinario funcionamiento, ni griegos ni romanos trastocaron apenas nada de la organización interna de Egipto, hasta que la llegada de los árabes en el siglo VII acabó definitivamente con ella. «La reticencia de muchos egiptólogos a utilizar la teoría social o política, o a comprometerse con la arqueología o la antropología, ha conducido a una especie de ‘espléndido aislacionismo’ autocomplaciente que encuentra su contrapartida en la incapacidad de muchos historiadores, antropólogos y arqueólogos para penetrar en el mundo aparentemente arcano del antiguo Egipto». Es, pues, necesario que se ejercite, en beneficio de todos, una sana y verdadera interdisciplinariedad (no como la tan falsa y cacareada por la academia y las pérfidas agencias de evaluación y acreditación) entre egiptología y teoría política.

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