Saioa Hernández triunfa en casa con un Strauss «a la española»
La soprano madrileña brilló en sus tres comparecencias junto a la Orquesta Nacional, con un programa de canciones alemanas en el que también destacó la «Primera» de Brahms

Saoia Hernández con la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional
Saioa Hernández no es una cantante que se conforme con los laureles del éxito más o menos fácil. Podría acomodarse interpretando esos diez o doce roles en los que solo un par de sopranos, no muchas más, entre las actuales, compiten en la misma liga y dedicarse a girar por el mundo con ellos cosechando aplausos sin fin.
Pero ella posee un espíritu inquieto, y esa curiosidad más su ambición, unidas al influjo que sobre la artista madrileña seguramente ejerce aún la poderosa sombra alargada de su antaño mentora, Monserrat Caballé (la primera en reparar en su incuestionable talento, sin complejos), la llevan a explorar de vez en cuando otros estimulantes territorios expresivos.
Y ahora acaba de presentarse, durante tres días seguidos, con la Orquesta Nacional para interpretar una selección de seis de entre los más de ciento cincuenta lieder de Richard Strauss, un compositor que adoraba a las mujeres (empezando por la suya, la soprano Pauline), para las que escribió música capaz de extraer secretos de hondas intimidades.
El éxito ha sido incuestionable, más allá de la simpatía inicial con la que la gente suele acogerla en su ciudad, las pocas veces que la llaman. La cantante, utilizando las orquestaciones que el propio Strauss realizó en unos casos, y Robert Heger en otros, sigue los pasos históricos de María Gay y Conchita Supervía, pioneras intérpretes españolas en apuntarse a la canción culta, poco antes de que Lola Rodríguez de Aragón, y luego su alumna más destacada, Teresa Berganza, comenzaran, ya a partir de la segunda mitad del siglo pasado, a interpretar aquí los hasta entonces casi desconocidos grandes ciclos de Schubert, Schumann, Brahms y Mahler.
La artista bien podría incorporar nuevos roles de Strauss
Compareció la artista con sus privilegiados medios de soprano lírica ancha en perfecto estado, la voz tersa, suntuosa en todos los registros, limpia y clara la dicción, refulgente el agudo, bien provista de generoso fiato, esencial para hacerle justicia a piezas de tan profunda delicadeza como la sublime Morgen!
Por fraseo, acentos y extensión debería poder animarse a incorporar ya algunos de los roles operísticos de Strauss: quizá para la Mariscala se echara en falta unas dosis de mayor refinamiento, pero por ejemplo podría abordar una Ariadne muy interesante, y qué magnífica Salomé serviría sobre todo en el final de esta ópera, cuando en su último desgarro la ninfa destapa la caja de los truenos.
Tuvo la Hernández un destacado cómplice en el estupendo acompañamiento que le proporcionó Joshua Weilerstein (joven director americano que ya había dejado una excelente impresión en un pasado concierto con la Orquesta de la RTVE), aquí al frente de la ONE: magnífica la concertino en su intervención en la citada Morgen!, como también tuvo ocasión de acreditar tanto en la obra inaugural como en la Primera de Brahms.
Un estreno de autor contemporáneo bien recibido
Para abrir el programa se escogió una de esas tarjetas visitas con las que los compositores actuales deben conformarse a la espera de que les propongan estrenar, o reponer, partituras de mayor recorrido; lo que ocurre en señaladas ocasiones.
Ciñéndose a lo pactado en estos casos (que en ningún momento suele superar el cuarto de hora), Manuel Martínez Burgos, con su pieza de encargo, Gramática de la niebla, volvió a demostrar que, sin dejar de utilizar los medios que una gran orquesta pone a su alcance (con abundante percusión en este caso), y de servirse de sus sólidos conocimientos sobre los estilos y estéticas más recientes, se le puede proponer al oyente algo que no suene trasnochado pero tampoco le resulte otra vana muestra más de insufrible pedantería sinfónica.
Cuando así ocurre, como ahora, y el autor hilvana un discurso coherente, con música que incluso pudiera resultar reconocible en sus influencias (se perciben ecos de una leve resonancia raveliana), bien articulado, fluido y nítido, el público suele responder con algo más que indiferencia. Y el de abono de la ONE posee galones de sobra para distinguir el grano de la paja.
No es recalcitrante ante la novedad, siempre se muestra atento y receptivo, por más que, como suele ocurrir desde Honolulu hasta Kazajistán, si como colofón de un concierto se programa una sinfonía de Brahms, el virtual ganador va a resultar siempre, en todo tiempo, el compositor alemán.
La ONE lo frecuenta además desde sus inicios. Tanto Argenta como luego Frühbeck ofrecieron memorables versiones brahmsianas en lugares emblemáticos como el Festival de Granada. Así que se puede asegurar que esta música figura en el ADN de la orquesta, como en tantos otros casos.
Y eso a pesar de que el propio autor juzgara su primera sinfonía como «larga y no demasiado amistosa». Algo en lo que naturalmente había de coincidir George Bernard Shaw, que se refería a él maliciosamente como «el divagador leviatán». El consenso no ha existido siempre, pero volver a escuchar su primera sinfonía dispensa un placer inestimable si la interpretación resulta más que adecuada, como acaba de ocurrir con la lectura de Weilerstein al frente de una inspirada ONE.
La ONE atraviesa un gran momento artístico
La orquesta se encuentra en un momento artístico excelente y un joven director bien preparado, con ganas de probarse, puede ofrecer magníficos resultados. Así ha ocurrido. Los dos movimientos extremos exhibieron toda la pasión requerida, evidente en los contrastes (quizá algo moroso de más el dramático inicio), en un fraseo incisivo, que mantuvo la tensión hasta desembocar en ese apoteósico final que corona el esfuerzo, cuando toda la tensión acumulada se libera por fin en la poderosa coda, plena de contagioso brío.
Los movimientos centrales, por contra, más contemplativos, aunque sin caer nunca en la ñoñería, mostraron la oportuna calidez. Gran respuesta orquestal de todas las secciones y éxito absoluto con sonoras y prolongadas ovaciones. El bien surtido curso musical madrileño no decae ni durante el invierno. Todo lo contrario.