
Raphael renace en 'su gran noche' sobre el escenario de Mérida con una ovación que desafía al tiempo
Raphael renace en 'su gran noche' sobre el escenario de Mérida con una ovación que desafía al tiempo
Tras seis meses alejado por un linfoma cerebral, el legendario artista reaparece con un repertorio de 30 canciones, un público entregado y una voz que sigue bordando emociones en cada nota
La emoción vestida de negro volvió a tener nombre propio este sábado en el teatro romano de Mérida: Raphael. El cantante jienense, tras medio año apartado de los escenarios por un linfoma cerebral primario diagnosticado a finales del año pasado, protagonizó un regreso inolvidable que fue, más que un concierto, una verdadera celebración de la vida, del arte y de la permanencia.
A sus 82 años, el artista demostró que no hay adversidad capaz de eclipsar una carrera hecha de perseverancia, talento y amor incondicional a la música. Con un repertorio de 30 temas y una puesta en escena sobria pero cargada de emoción, Raphael volvió a reencontrarse con su público en el marco del Stone & Music Festival. Y lo hizo como sabe: cantando, resistiendo, con una fuerza que no ha cedido al paso del tiempo.
Antes de que se escuchara la primera nota, el público ya había comenzado a aplaudir durante casi cinco minutos, en una ovación anticipada que auguraba lo que vendría después. Cuando concluyó el espectáculo, los aplausos duraron aún más. Entre medias, una voz intacta en lo esencial, una presencia escénica matizada por la edad pero igualmente magnética, y una interpretación profunda de cada letra.
Raphael abrió la noche con «La noche», una canción de 1966 que sonó renovada gracias a su característica intensidad vocal. Desde ese momento, el teatro —con sus más de 2.000 años de historia— pareció vibrar como nunca. Las caveas, completamente llenas, se transformaron en un coro de fieles que no dejó de ovacionarlo.

A sus 82 años, el artista demostró que no hay adversidad capaz de eclipsar una carrera hecha de perseverancia
Temas clásicos como «Mi gran noche», «Yo soy aquel» o «Qué sabe nadie» alternaron con piezas más íntimas como «Si no estuvieras tú», «Amo» o «Volveré a nacer», que el artista interpretó sentado, envuelto en una atmósfera de recogimiento y acompañamiento musical sobrio. Diez músicos —con especial protagonismo del piano— tejieron una banda sonora que supo respetar el protagonismo vocal de Raphael, en una noche en la que todo parecía estar en su sitio.
Más allá de su repertorio habitual, el artista rindió homenaje a figuras esenciales de la chanson française, un género que siempre ha influido su estilo. Así, interpretó con respeto y sensibilidad canciones inmortales como «Padam padam», «La vie en rose», «Je ne regrette rien» o «Hymne à l'amour», todas ellas vinculadas a la figura de Édith Piaf.

Raphael abrió la noche con «La noche», una canción de 1966 que sonó renovada gracias a su característica intensidad vocal
Pero Raphael no se quedó solo en Europa. También cruzó el Atlántico con piezas como «Gracias a la vida», de Violeta Parra, y «Que nadie sepa mi sufrir», del repertorio argentino, reafirmando su vínculo con América Latina, un continente que siempre lo ha abrazado.
El momento culminante llegó con el bloque final, cuando tras aparentar haber cerrado el concierto con «Estar enamorado» y «Ámame», el artista decidió regalar a su público cinco joyas más de su cancionero: «En carne viva», «Qué sabe nadie», «Yo soy aquel», «Escándalo» y «Como yo te amo». Cinco canciones que, más que interpretadas, fueron vividas por un Raphael sonriente, emocionado y claramente agradecido.
El concierto no fue solo un regreso; fue una reafirmación. Raphael, símbolo de una generación y emblema de la canción en español, sigue siendo aquel —el mismo, pero distinto—, ahora más sereno, más consciente, más inmenso. Y, como escribió Rubén Darío sin saber que hablaba de él, su canto vuela con alas de eternidad.