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23 de abril de 2024

Anna Netrebko en la Metropolitan Opera de Nueva York, en 2011

Anna Netrebko en la Metropolitan Opera de Nueva York, en 2011Gtres Online

Anna Netrebko llega al Teatro Real en medio de la polémica por la guerra

La soprano rusa, considerada la número uno actual, ofrece este lunes un concierto que promete grandes emociones

El Universal Music Festival parece haberse convertido estos días en el refugio de los artistas en apuros. Aquellos que en principio no tendrían el visto bueno total del Teatro Real por las polémicas que arrastran, encuentran acomodo en esta cita que se celebra en el escenario del teatro madrileño aunque no forme parte de su abono lírico. Si la semana pasada fue Plácido Domingo, sobre el que sigue pesando el veto de las autoridades para presentarse en las programaciones con financiación pública antes las acusaciones (nunca admitidas judicialmente) de abusos, quien cantó en este festival, ahora le toca turno a otra intérprete en el ojo del huracán, la soprano rusa Anna Netrebko.
Esta artista tiene previsto ofrecer un concierto el lunes 25 (19.30h) como parte del mismo evento musical. Su actuación viene precedida de la controversia que en los últimos meses se ha creado en torno a su apoyo, velado o explícito, a las intenciones de Vladimir Putin en Ucrania.
Para muchos la Netrebko es hoy la número uno de las sopranos del circuito internacional. Su despegue y confirmación como uno de los referentes absolutos de la lírica actual tuvo mucho que ver con su desarrollo al amparo de Valery Gergiev, responsable del Teatro Marinskii de San Petersburgo, institución que por encima del Bolshói se ha convertido en la embajadora de la cultura rusa en el mundo gracias en gran medida al decidido apoyo de Putin, que financia la institución con partidas millonarias.
Gergiev, fiel partidario del presidente de su país, ha sido condenado al ostracismo en la mayoría de los teatros y festivales que han considerado indispensable una declaración sólida y convincente del director de orquestas en contra de la guerra para seguir contratándolo. Su estrecha vinculación con Putin, al que ensalzó desde sus inicios, hace muy complicado que Gergiev pueda ahora revolverse contra su benefactor y amigo.
En el caso de Anna Netrebko su posición ha sido algo más ambigua, o al menos así lo han interpretado algunos responsables de los teatros donde trabaja habitualmente. Al principio de las hostilidades, cuando la ola de cancelaciones parecía ya imparable, salió al paso a través de su Instagram mostrando una cierta equidistancia: condenaba la guerra al tiempo que afirmaba amar a su país pero tener muchos amigos en Ucrania. En marzo, la cantante decidió retirarse de los escenarios durante algún tiempo.
«Este no es un momento para mí para hacer música y actuar», declaró entonces. Pero lo cierto es que fuera una decisión voluntaria de ella o no, la máquina de las suspensiones ya estaba en marcha. Poco a poco todos sus contratos se fueron cayendo, también en España: el Liceu, por ejemplo, no contó con Netrebko en el concierto de su 175º aniversario. Su retirada, el periodo de reflexión que le llevó a emitir un nuevo comunicado, esta vez más formal (lo difundió su abogado) y explícito que su anterior anuncio en las redes sociales, concluyó en mayo: «Condeno expresamente la guerra contra Ucrania y mis pensamientos están con las víctimas de esta guerra y sus familias». Pero su rehabilitación no ha sido para todos por igual. Hay quienes aún esperan que diga algo expresamente sobre Putin, lo cual debe resultarle especialmente difícil a la Netrebko, que en 2008 recibió del mandatario la distinción de «Artista del Pueblo de Rusia».
El Metropolitan de Nueva York, que en la actualidad vive una de las peores crisis de público de su historia, es uno de esos teatros que no ha cambiado de postura y sigue renunciando a poder contar con una de las escasas artistas que aún le garantizarían un lleno seguro. La ha eliminado sin más contemplaciones de las funciones previstas para su nueva temporada, como el Don Carlo de Verdi que tenía previsto cantar allí el año próximo. Enfadada por este nuevo desplante que ahonda en las cancelaciones de este mismo curso, la Netrebko ya ha anunciado acciones legales contra el Met. Y en Sttugart, las autoridades de Baden-Württenberg han suspendido el concierto que ella y su marido, el tenor Yusif Eyvazov (con el que también cantará ahora en Madrid), tenían previsto ofrecer allí estos días.
Entre partidarios y detractores anda el juego, y entre los primeros parece encontrarse el Teatro Real, o al menos los responsables del Universal Music Festival, que este lunes reciben a la pareja. Desde luego, para los espectadores que no tengan prejuicios o hayan entendido las razones de Anna Netrebko, la cita será un auténtico banquete musical. La artista no parece venir de paseo, como a veces ocurre en este tipo de actos, y esta comparecencia podría convertirse, si todo va bien, en «el concierto del año» en España.
La primera parte del programa arranca desde el inicio con una carta de intenciones a la medida de la gran diva actual: la escena final al completo de Anna Bolena, la misma con la que la eximia Montserrat Caballé consiguió, en el transcurso de una única interpretación, mutar en delirio las oprobiosas invectivas previas del público de La Scala, un genuino «tour de force» de emociones. Las otras pruebas de fuego para ella de la primera mitad del concierto serán el encuentro de alto voltaje con el conde di Luna de Il Trovatore y la despedida del final de Aida, con los amantes implorando por una nueva vida juntos en el más allá, alejados para siempre de este valle de lágrimas.
Después del descanso, y tras la balsámica barcarola de Los cuentos de Hoffmann, la intérprete de Krasnoyarsk se medirá con la última gran intervención de Juliette, en la ópera de Gounod, con la que pueden saltar chispas merced a esas volcánicas frases finales que en el temperamento de Netrebko pueden elevar aún más las flamígeras temperaturas de estos días. Y para terminar, otro ascenso a los altares líricos con la escena segunda del primer acto de La dama de picas, la ópera de Chaikovski de la que la Netrebko se retiró en La Scala cuando hace ya unos meses el teatro decidió eliminar a su mentor, el otrora omnipresente Valery Gergiev, de aquellas funciones.
Con un programa tan enjundioso, el festival ha convocado a un par de cantantes más para completar las escenas. El barítono Elchin Azizov y la mezzo Gemma Coma se unen al marido de la diva, Yusif Eyvazov, que cantará toda la escena de la Pira del Trovatore verdiano y la tremenda aria de Eleazhar de La Juive de Halevy. Al frente de la Sinfónica de Madrid estará el desconocido Michelangelo Mazza. Esperemos que no estropee la cita, que puede resultar de traca.

Netrebko, acusada de racismo

Por cierto que la Netrebko, siempre genio y figura, no duda en meterse en cuanto charco le sale al paso y estos días ha sido objeto de una nueva polémica en la Arena de Verona, donde ha cantado la Aida como homenaje a Zeffirelli. Pues bien, ha aparecido en las redes con maquillaje de color, en esa práctica que los norteamericanos denominan blackface y que eliminaron de todos sus espectáculos y actos de todo tipo desde los 60.
Cantantes internacionales critican el uso de blackface en la 'Aida' de Netrebko del Festival de Verona

Cantantes internacionales critican el uso de blackface en la 'Aida' de Netrebko del Festival de Verona

A la pregunta de una fan sobre esta práctica, la soprano respondió con su habitual personalidad en las antípodas de la corrección política: «No voy a ser una Aida blanca. Blackface y blackbody para los príncipes etíopes, para la mejor ópera de Verdi, sí». Las reacciones airadas de algunos cantantes, sobre todo de EE UU, no se han hecho esperar, y la soprano Angel Blue incluso ha cancelado su anunciada aparición en La Traviata, también en la Arena de Verona, tras considerar la práctica como «ofensiva, humillante y racista».
Ahí terciaron ya hasta los maridos, con Yusif Eyvazov tildando la queja de la artista norteamericana de «repugnante». Putin seguro asistirá divertido a este intercambio de «caricias» que, de algún modo, por anecdótico que parezca, agitan el cóctel explosivo de un guerra más que fría.
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