Tiger Woods, el pasado diciembre durante el PNC Championship de Orlando
Tiger Woods vuelve a alejar sus demonios en busca de un nuevo cielo en el Masters de Augusta
El gran golfista estadounidense, que perdió sus alas de ángel, quiere volver a encontrarlas en el campo donde ya una vez las recuperó desde el infierno
Tiger Woods tenía poco más de treinta años cuando perdió sus alas de ángel de peor forma que Clarence, el guardián de James Stewart en ¡Qué bello es vivir! Había ganado 14 Majors, a solo 4 de los 18 de Jack Nicklaus. Era el deportista más rico del mundo con sus más de 80 torneos ganados y sus 180 top 10. En el 2000, Woods consiguió la mejor racha de la era moderna en los grandes tras ganar de forma consecutiva el US Open, el British Open y el PGA Championship y el Masters en 2001. Su imagen pública no podía ser mejor. El niño prodigio, que había escalado hasta el número uno indiscutible del golf, era además un ejemplo de conducta y de vida familiar.
Nadie sabía, ni nadie podía imaginar, que los demonios de la vida y de los hombres corrían por su interior
Nadie sabía, ni nadie podía imaginar, que los demonios de la vida y de los hombres corrían por su interior. Fue un desmoronamiento histórico perfectamente (y más allá) relatado en los medios carnívoros por naturaleza, siempre al acecho de algún individuo separado de la manada.
La caída
El inmaculado Tiger, el más joven ganador de un Grande con 21 años, el estudiante de Stanford de 19 en el que Nike se fijó y le hizo un contrato de 40 millones de dólares. El primer hombre de raza negra en ganar el Masters en 1997, la nueva estrella que popularizó el golf convirtiéndolo en un deporte de masas, vio apenas una década después como su apabullante edificio se desmoronaba consumido por sus íntimas y ocultas debilidades.
Ella golpeó con un palo de golf la luna trasera del coche con el que su marido terminó estrellándose contra un árbol
El golfista Jesper Parnevik fue quien le presentó a su esposa, la modelo sueca Elin Nordegren. El complemento ideal para el que apuntaba a ser (y probablemente lo sea) el mejor jugador de golf de la historia. Seis años años después de casarse en Barbados, en la madrugada del día de Acción de Gracias de 2009, Elin descubrió por primera vez una infidelidad. Borracho y bajo los efectos de la vicodina, el poderoso analgésico al que era adicto para calmar sus fuertes dolores, Tiger se subió a su todoterreno para marcharse de casa. Ella lo siguió con un palo de golf, con qué si no, y rompió la luna trasera del coche con el que su marido terminó estrellándose contra un árbol.
Tiger Woods y su esposa Elin Nordregen en 2009, meses antes de que saltara el escándalo
Una de las más de cien supuestas amantes de Tiger, durante aquellos años de matrimonio, dijo que la muerte de su padre, entrenador y mentor en 2006 desestabilizó definitivamente no sólo el juego, sino la vida del campeón. Pero todas aquellas mujeres que salieron como de todos los hoyos de la carrera deportiva de Woods dijeron demasiadas cosas como para certificarlas. 2008 fue su último gran año, con la conquista del US Open y del PGA. Luego aquella sonada escena marital trascendió después de revelarse que Tiger usó un nombre falso para registrarse en el hospital tras el choque. La demolición había comenzado y tras un promocionado escándalo mundial de drogas, prostitución y dudosas costumbres, todo pareció apagarse con el multimillonario divorcio en 2010.
La mayoría de sus lucrativos patrocinios desaparecieron y fue sometido al desprecio de todos
Un año antes, en medio de la caída, la mayoría de sus lucrativos patrocinios desaparecieron, fue sometido al desprecio de todos (hasta el dueño de Playboy, Hugh Hefner, criticó sus mentiras) a pesar de su arrepentimiento público, y poco después anunció su retirada temporal del golf. En 2012, a pesar de no ganar ningún major, sí recuperó el número uno mundial, fue el segundo en ganancias del circuito americano y el primero en 2013. Luego apareció su lesión de espalda y las cuatro operaciones a las que se sometió lo apartaron del candelero deportivo.
Tiger Woods en los juzgados de Palm Beach en 2017
Su nombre volvió a sonar fuerte en 2017 no precisamente por su recuperación. La policía lo encontró dormido al volante de su coche y el informe toxicológico desveló una mezcla de somníferos, analgésicos y marihuana. Daba la impresión de que Eldrick Tont Woods, su verdadero nombre, era una ruina definitiva, pero se sometió a un tratamiento de rehabilitación y en 2018 volvió a competir. Fue Tiger, otra vez, el que en 2019 volvió a ganar el Masters de Augusta, su quinta chaqueta verde catorce años después de la primera. Quizá fue aquella la mayor confirmación de su leyenda, uno de los más espectaculares regresos del deporte, once años después de ganar su último grande y veintidós de lograr el primero.
El accidente de tráfico
Desde el más bajo de los fondos y tras superar cuatro operaciones de rodilla, además de las cuatro de espalda, Tiger Woods se sacaba de encima los demonios con su último gran triunfo, el más emocionante, a los 43 años. No mucho más se supo del golfista que no logró superar el corte del PGA ese misma temporada, hasta que hace poco más de un año un accidente de tráfico casi le cuesta la vida. Lo encontraron inconsciente y con una pierna destrozada. Tras la posterior operación de tibia y peroné, con afectaciones en el pie y el tobillo, Woods declaró que su único objetivo era poder andar por sí mismo.
Llegó a Augusta en su avión privado para probarse delante de un alucinado público que se preguntaba si Tiger jugaría el Masters
El golf parecía acabado para el ganador de 15 majors hasta que la semana pasada, y a pesar de que se le había visto participar en el torneo PNC de Orlando el pasado diciembre, donde anunció que aún le faltaba un largo recorrido, llegó a Augusta en su avión privado para probarse delante de un alucinado público que se preguntaba si Tiger jugaría el Masters o solo había parado en esa estación en mitad del camino. «Ahora mismo siento que voy a jugar», dijo finalmente el martes. «Voy a hacer nueve hoyos más mañana (hoy, miércoles). Mi recuperación está siendo buena. Estoy emocionado por cómo estoy recuperando todos los días», admitió.
Tiger Woods el pasado martes durante sus prácticas en el Augusta National Golf Club
A la pregunta de si creía poder ganar respondió con audacia casi sobrecogedora: «Puedo hacerlo. Si sintiera que no puedo ganar, no estaría aquí. No me presento a un torneo a menos que no pueda ganarlo. Esa ha sido siempre mi actitud. Habrá un día en que eso no sucederá y sabré cuándo ha llegado», aseguró. «Puedo golpear bien. No tengo ninguna preocupación desde el lado del juego. Lo difícil para mí es caminar. 72 hoyos son desafío, pero es un desafío para el que estoy preparado. El hecho de estar aquí ya es un éxito. Y ahora todo dependerá de la posición en que me coloque en los últimos hoyos del domingo que me permita tener una oportunidad, como ocurrió hace unos años», dijo en medio del escalofrío que recorre ya las temibles cuestas del Augusta National Golf Club como si sus millones de briznas de yerba temblaran ante la inminente llegada del tigre.