Vingegaard, Almeida y el resto de ganadores de La Vuelta 2025 en el podio improvisado
La Vuelta a España
Las protestas propalestinas obligan a dar los premios de La Vuelta en el parking de un hotel
El destrozo del Gobierno al deporte español con el boicot a La Vuelta que han alentado
El campeón de la general alzó su trofeo rodeado de coches aparcados y con el eco metálico del parking como única ovación
A ritmo de Eye of the tiger, en un podio improvisado construido con neveras, todas con la misma altura y con el ranking pintado a mano con un rotulador. Uno a uno, entre ellos, se entregaron los trofeos de La Vuelta los mismos ciclistas en el parking de un hotel. Sin luz, sin poder ir hasta Cibeles y sin la típica foto oficial de los ganadores. El escenario de este podio clandestino fue el aparcamiento del Hotel Marriott, lugar en el que los deportistas se alojaban, cerca del aeropuerto de Barajas.
Tampoco hubo fuegos artificiales, ni el clásico recorrido de gala por la Castellana. La Vuelta a España 2025 quedará en la memoria no tanto por su vencedor, sino por su insólito epílogo.
Las protestas propalestinas que bloquearon el centro de Madrid obligaron a la organización a suspender la última etapa, prevista como desfile de homenaje. El pelotón, desconcertado, fue dirigido de regreso a su alojamiento. Allí, entre autobuses de equipo, furgonetas de material y maletas ya a medio hacer, se fraguó una de las imágenes más insólitas de la historia reciente del ciclismo.
Un podio entre asfalto y claxon
En lugar de la tarima de Cibeles, se alinearon tres neveras de servicio para simular el podio. A falta de focos, los flashes de móviles de mecánicos, auxiliares y periodistas iluminaron el momento. El campeón de la general alzó su trofeo rodeado de coches aparcados y con el eco metálico del parking como única ovación.
«Esto es el ciclismo en estado puro: resistencia e improvisación», declaró uno de los directores deportivos, con una sonrisa amarga. Los corredores, algunos aún con el maillot sudado de la jornada abortada, posaron entre bromas nerviosas y abrazos apresurados.
Entre la épica y la precariedad
La escena, que ya circula viralizada en redes sociales, oscila entre lo cómico y lo trágico. La épica de una Vuelta ganada tras tres semanas de montaña, viento y caídas, se cerró con un final que recuerda más a una fiesta de barrio –de las cutres– que a la gran ronda española.
La organización se defendió: «No había condiciones para garantizar seguridad en Madrid, pero los campeones merecían su reconocimiento». Los ciclistas, entre resignados y divertidos, parecían asumir que el deporte no siempre se escribe donde estaba previsto.
Una foto para la historia
La foto de los vencedores sobre las neveras en un aparcamiento pasará a los archivos como una rareza absoluta. No hubo glamour, pero sí un símbolo de resiliencia: incluso en un parking anónimo, el ciclismo celebró a sus héroes.
Quizá dentro de unos años, cuando se recuerde esta edición marcada por el caos en la capital, la anécdota se convierta en leyenda: La Vuelta que terminó en un hotel, con los campeones encumbrados sobre neveras.