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El vicepresidente del Sevilla FC, José María del Nido Carrasco, al comienzo de la Junta General de Accionistas del equipo.

José María del Nido Carrasco antes de una rueda de prensaEFE

El Sevilla, un club perdido en medio de la tormenta que vive la peor crisis de su historia

Una primavera amarga es la que están viviendo los aficionados del Sevilla F.C. En tiempos no tan lejanos, esta época del año significaba Semana Santa, feria y finales europeas. Sin embargo, este final de temporada está siendo desolador para el siete veces campeón de la UEFA.

Presidentes «okupas», una afición enfurecida, entrenadores que son simples parches… Estos son solo algunos de los obstáculos que arrastra el club, que atraviesa una de sus crisis más profundas. Y lo más preocupante: el Sevilla tiene posibilidades reales de descender a Segunda División.

A tan solo cuatro puntos del descenso y con partidos en el horizonte contra rivales como el Real Madrid o el Villarreal, el choque de este martes ante la UD Las Palmas —un rival directo— puede ser de infarto. Este encuentro puede otorgar un respiro a los de Nervión o hundirlos en el abismo.

La crisis del Sevilla F.C. tiene dos apellidos: Del Nido Carrasco. Aunque habría que sumar también a Pepe Castro —que se marchó en Navidad— y al actual director deportivo, Víctor Orta. Las decisiones del hijo del mítico presidente sevillista han sido, en su mayoría, equivocadas. Y, lo más preocupante, es que cuando ha llegado el momento de rendir cuentas o dar un paso al lado, el dirigente ha optado por mirar hacia otro lado.

El primer gran error fue evidente: la elección de García Pimienta, que venía de completar una notable temporada en Las Palmas, fue fichado para liderar el nuevo proyecto. Un técnico de toque, posesión y fútbol asociativo al qué ni Del Nido Carrasco ni Víctor Orta supieron rodear del perfil adecuado. Le dieron una plantilla repleta de defensas lentos y aguerridos, mediocampistas sin visión ni calidad técnica, pero muy físicos, incompatibles con el estilo del técnico catalán.

Pepe Castro y el director deportivo Victor Orta

Pepe Castro y el director deportivo Victor OrtaAFP7 vía Europa Press

El segundo gran desatino fue su renovación. Con solo dos victorias en siete jornadas, el club anunció la ampliación de su contrato hasta 2027. Según el propio presidente, ya estaba renovado desde la sexta jornada, como si eso fuera un logro. Del Nido Carrasco lo comunicó en el vestuario, con las cámaras del canal oficial del club grabando y él presumiendo del supuesto proyecto de continuidad. Una imagen forzada, buscando transmitir estabilidad, pero que hoy se ve como un error estratégico más.

El Sevilla de García Pimienta no conseguía sacar adelante los partidos. Solo la verticalidad de Lukebakio y las intervenciones salvadoras de Nyland ofrecían algo de esperanza en medio del caos.

La primera gran caída llegó en enero, cuando el conjunto hispalense fue eliminado de la Copa del Rey de forma humillante. Un contundente 4-1 ante el Almería, un equipo de Segunda División, marcó un punto de inflexión.

Joaquín Caparrós: el parche

En la jornada 31, tras la derrota ante el Valencia, García Pimienta fue cesado como entrenador del Sevilla. El equipo, aunque aún a siete puntos del descenso, ofrecía un juego pobre, sin rumbo ni alma. La situación comenzaba a preocupar. El nombre del sustituto no generó dudas: Joaquín Caparrós.

El utrerano llegó como un escudo para la presidencia. Sevillista de cuna, querido por la afición y con carisma de sobra, su presencia buscaba desviar los focos del palco. Su simple figura pretendía calmar los ánimos: «uno de los nuestros» volvía a coger el timón.

Joaquín Caparrós entrenando esta temporada al Sevilla

Joaquín Caparrós entrenando esta temporada al SevillaAFP7 vía Europa Press

Pero lo cierto es que «Batman» no ha hecho más que empeorar la situación. El Sevilla está ahora a solo cuatro puntos del descenso, tras cosechar dos derrotas y dos empates en los cuatro partidos con Caparrós en el banquillo. No hay reacción, ni resultados. Por si fuera poco, se ha convertido ya en el tercer entrenador con más derrotas en la historia de La Liga.

Caparrós buscaba contagiar energía, levantar el ánimo del vestuario y sumar puntos como fuera. Pero lo que ha dejado en evidencia su llegada es que, tal vez, el que menos culpa tenía era García Pimienta, quien —con todo en contra— estaba consiguiendo más de lo que realmente ofrecía esta plantilla.

Afición desesperada

Los cánticos contra la directiva se han convertido en la tónica habitual en el Ramón Sánchez-Pizjuán. La afición, acostumbrada a vivir noches grandes en Europa, se ve ahora envuelta en una pesadilla que amenaza con llevar al club a Segunda División.

Desde las primeras jornadas se pedía la dimisión de los altos cargos, pero el único que terminó saliendo fue García Pimienta, probablemente el que menos culpa tenía. Mientras tanto, los verdaderos responsables siguen en sus puestos.

José Castro, a la derecha, actual presidente del Sevilla, con José María del Nido hijo, su vicepresidente

José Castro con José María del Nido hijoEFE

La figura presidencial es vista ya por muchos como la de un «okupa»: dirigentes que no saben gestionar a un club histórico, pero que tampoco tienen intención de marcharse. La grada clama por una renovación profunda, por la llegada de personas serias y comprometidas. Se mencionan nombres con peso simbólico, como el del ya retirado Jesús Navas, que representa los valores y la identidad del sevillismo.

Este fin de semana, la tensión alcanzó un nuevo pico. Cientos de aficionados se agolparon en la entrada de la ciudad deportiva para protestar por la situación del equipo. Decenas de ellos lograron acceder al recinto, y ante el temor de posibles incidentes, el club decidió que los jugadores pasaran la noche allí mismo, como medida de seguridad.

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