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20 de abril de 2024

Garbiñe Muguruza durante su partido de primera ronda en Australia

Garbiñe Muguruza, durante su partido de primera ronda en AustraliaGTRES

¿Qué le pasa a Garbiñe Muguruza?

La tercera tenista del mundo y reciente campeona del Masters ha comenzado el año con una falta de sensaciones que recuerda a la que la sumió en una crisis de juego y resultados tras triunfar en Roland Garros y Wimbledon y alcanzar el número uno

Desde los tiempos de Justine Henin, y con permiso de Serena Williams, una suerte de maldición se cierne sobre la dominadora del circuito femenino de tenis. El trono parece insoportable. Es difícil ver a una tenista consolidada en el número uno. Es también el caso de Garbiñe. Los triunfos esporádicos, espaciados en el tiempo, sin continuidad. No solo los de Garbiñe. Precisamente ella parecía poder romper esa inercia tras alcanzar la final en Wimbledon en 2015 y vencer en Roland Garros en 2016 y en Wimbledon en 2017, el mismo año que alcanzó el primer puesto del ranking.
Luego la agresividad perdida y, sobre todo, la no comprensión de la pérdida, como ayer en Melbourne tras caer eliminada por la francesa Alizé Cornet en segunda ronda: «Ahora no queda otra que volver a trabajar y pensar cómo mejorar en el futuro». Ese «pensar» que indica la incomprensión, como una especie de aturdimiento: «Siento que mis tiros no fueron los correctos, no fueron tan precisos como deberían. También creo que mi juego no fue tan agresivo como el del otro día, sentía que ella estaba dominando los intercambios largos. En general, mi juego no estuvo ahí».

«Debería saber cómo superarla»

Parece una confesión clínica, no extraña en un deporte mayormente mental. Con dos victorias y dos derrotas en 2022, Garbiñe no parece comprender, aunque busca una respuesta. Pensando en Cornet ensaya: «Si ella está más abajo en el ranking y yo más arriba es porque, en este tipo de situaciones, yo debería saber cómo superarla». Y aparece la soledad. Recuerda a su equipo separado por la covid antes de ir a Australia. Y la baja forma que aparece en sus palabras: «Creo que tampoco estoy en la mejor forma posible, está siendo un inicio de año complicado». El «creo», la inseguridad que se manifiesta al admitir «no saber elegir cómo jugar».
Garbiñe quiere volver a casa. Quiere «estar tranquila». Reconoce un mes en Australia «bastante estresante» y admite que es un reto «manejar los contratiempos». «Veré cómo puedo mejorar y qué puedo traer diferente al próximo partido para que esto no vuelva a pasar», dijo antes de marcharse. En 2020 alcanzó la final allí donde ayer tuvo que marcharse demasiado pronto. Cuando parecía que volvía a encontrarse, a comprender. El Masters de 2021 devolvió a la Garbiñe que fue y que soñamos en este inicio de año, pero ha vuelto a marcharse como si la proximidad del trono fuera un campo de fuerza. La fuerza que le sobra y no (se) sabe cuando volverá. Quizá una fuerza, no la física (o no tanto) que necesita tratarse, cuidarse. La fuerza delicada que le permita soportar la cercanía del trono.
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