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19 de abril de 2024

La ministra de Hacienda no tiene muy buena prensa.

La ministra de Hacienda no tiene muy buena prensaPaula Andrade Brea

El perfil

«Engaños Montero»: la ministra que pasará a la historia por arruinar a España

Con ella la deuda ha ascendido a 210 millones de euros por español al día

Dicen que en el plano corto es afable, cercana y cariñosa, pero cuando sube a la tribuna del Congreso o coge el micrófono en una comisión, María Jesús Montero se transforma en desagradable, faltona, malhumorada e hiriente. Entre los diputados hay quien le ve un tono parecido a Chaves, Griñán o Susana Díaz. En el PP la llaman Engaños Montero por su trilerismo político, que le ha llevado a presentar año tras año unos presupuestos imposibles de cumplir, en los que prima muy por encima el interés político al de cuadrar las cuentas.
María Jesús Montero pasará seguramente a la historia por arruinar a España. Con ella la deuda de cada español aumenta en 210 millones de euros al día. Lo peor es que ella sabe el pozo en el que nos está metiendo, pero no va a cambiar de opinión: «Es muy dogmática, sectaria e ideológica», sostiene un diputado. «El debate no existe. Solo puedes darle la razón», añade un senador.
El actual vicesecretario de Economía del PP, Juan Bravo, la conoce desde hace tiempo. Heredó su consejería de Hacienda en la Junta de Andalucía en 2018 y se encontró con que la región incumplía las reglas de deuda, déficit y gasto. Bravo encontró financiación para salir adelante, pero necesitaba autorización del Gobierno para recibirla y Montero la retrasó y entorpeció todo lo que pudo. Montero no solo había creado el problema: no dejaba que se solucionase.
No fue la única sorpresa que se encontró Bravo. Las luces de los 12.000 edificios de la Junta no se apagaban nunca y había un sobrecoste de más de 50.000 euros. Debían dinero a todos los ayuntamientos. Abundaban los libramientos (subvenciones, ayudas) de la Cámara de Cuentas sin justificar. Montero dice que tiene una buena capacidad de gestión, pero ya se ve que no la tiene, y tampoco de negociación.
La ministra toma las decisiones basándose en las cuatro personas que le rodean, entre las que no hay ninguna técnica, a pesar de que Hacienda es un ministerio muy técnico. También se sabe que ella no es técnica en materia fiscal: es médico. Razón de más para que ponga empeño en asesorarse bien.
Montero no admite soluciones distintas a las suyas, como se ha visto con la polémica del Impuesto de Patrimonio. Difundió con tanta celeridad el contrapeso llamado impuesto de solidaridad que hay grandes sospechas de que su texto no estuviera redactado el día de su difusión.
Tampoco cumple con los encargos que le arrojan dudas. La comisión de coordinación de fondos europeos que preside se reunió dos o tres veces, y no lo hace desde agosto, probablemente porque hay poco que contar.
La ministra le da una importancia relativa al rigor. En su día habló del billón, billón y medio de fondos que España había solicitado a Europa, como si no hubiera diferencia entre las cifras; o de que 1.200 millones no son nada, en su época de la Junta de Andalucía.
El rigor le importa poco, porque sabe que en los debates técnicos pierde, y por eso los lleva al fango y la demagogia cuando habla de subir o bajar impuestos, los ricos y los pobres, la izquierda y la derecha.
La ministra ha primado hasta ahora la presentación de unos presupuestos políticos por encima de los que necesitaba el país. Los primeros no iban bien encaminados para asentar el crecimiento después de la recuperación y los segundos cuadraban los ingresos aprovechando la inflación mientras no devuelven nada de esos ingresos extra a la población.
Montero no admite el debate para hacer unos presupuestos que no empeoren la situación del país, pero sigue las órdenes de su presidente. Cuando acabe su mandato, seguramente volverá a Andalucía. De hecho el papel de Montero se ha ido desdibujando desde que fracasó como portavoz del Gobierno. Tras su relevo, se aprecia gráficamente en el Congreso cómo ha ido perdiendo peso por detrás de las vicepresidentas y otros ministros. Cuando termine su misión con Sánchez, su futuro estará en Andalucía, porque a nivel nacional no parece que despierte mucho atractivo.
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