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19 de abril de 2024

El catedrático Carlos Rodríguez Braun.

El catedrático Carlos Rodríguez BraunPaula Argüelles

Entrevista

Carlos Rodríguez Braun: «Sánchez miente con las pensiones, pero aquí nadie sale a la calle»

El catedrático publica una reedición de su libro Estado contra mercado en el que habla del intervencionismo y sus consecuencias para la economía de un país

Carlos Rodríguez Braun (Buenos Aires, 1948) ha publicado una reedición de su libro Estado contra mercado, un título que apareció hace casi veinticinco años, pero que el profesor afirma que ha envejecido mejor que él. Aguanta lo que decía entonces, aunque ahora redunda en la idea que el Estado ha crecido excesivamente a expensas del mercado y ha usurpado derechos y libertades de los ciudadanos más allá no solo de lo económicamente conveniente, sino también de lo políticamente lícito y lo moralmente admisible.
–Hay quien piensa que el intervencionismo ha crecido en España con Sánchez. ¿A usted qué le parece?
–Hay que distinguir el corto del largo plazo. Las crisis, las guerras, los miedos, son combustible para el antiliberalismo a corto plazo, pero si se mira con una visión más amplia, la evolución hacia la libertad ha sido positiva. Hace cincuenta años había quien defendía seriamente el comunismo. Se defendía a la Unión Soviética, a China, a Cuba, a Venezuela, a los sandinistas… Hasta que dejaron de hacerlo. El movimiento a largo plazo es claramente favorable a la libertad. Ahora daría la sensación de que las fuerzas dominantes son las contrarias, pero no estoy muy seguro. En poco tiempo va a haber elecciones en nuestro país y parece que van a ganar los menos antiliberales. Creo que hay más razones para el optimismo que para el pesimismo.
–Las subvenciones, los controles de precios, pueden hacer pensar que en España vamos hacia atrás.
–Es verdad que hay medidas intervencionistas: se habla de control de precios, de nacionalizar empresas… Pero son los propios socialistas los que dicen que no se haga. Hace cincuenta años estaban a favor. Incluso en ese campo hay avances. Hay una brecha importante entre lo que dicen y lo que hacen los socialistas. Su discurso parece muy populista, muy intervencionista, pero al final no hacen tanto como se podría temer por lo que dicen. Es interesante ver cómo, no solo en España, los políticos intervencionistas están cuidando muchísimo los impuestos, algo que antes no hacían. Mantienen un discurso antiliberal porque creen en el aumento del gasto público, pero al mismo tiempo se dan cuenta de que los impuestos, ahora mucho más que antes, son un asunto muy sensible para la población. El resultado de esa ecuación es que explota la deuda pública. Como no puedes dejar de aumentar el gasto público y no puedes subir los impuestos, te endeudas. Cada vez menos gente cree que la subida de impuestos solo la pagan los ricos, y si los subes, vas a perder las elecciones.
–¿Frena la economía el paternalismo que puede verse en el tono del Gobierno, a través del salario mínimo, el ingreso mínimo vital, o el crecimiento del empleo público?
–Por supuesto que la frena, pero incluso el empleo público empieza a verse como un reproche, que es una lectura que no tenía antes. Los empleados públicos siempre han sido objeto de crítica social: el famoso vuelva usted mañana. Ahora se asocia más a una manipulación política. Los gobernantes intentan comprar voluntades con el empleo público como lo intentan con las pensiones. Puede resultar costoso y se puede señalar a quien lo hace como un demagogo populista. Las pensiones han sido siempre un artefacto político demagógico, desde que el Estado metió sus sucias manos sobre el ahorro de la gente. Había quien hablaba del estado del bienestar decimonónico. Era un Estado privado porque había organismos privados que protegían a la gente: los sindicatos, las mutuas, las cooperativas, son fenómenos de ahorro que la gente tenía en el momento en que empezó a prosperar, en el siglo XIX. Lo que hizo el Estado fue arrasar con lo que era privado y administrarlo como hace normalmente: quebrando todas las fuentes de financiación, desvinculando la cotización con la prestación y llevando al sistema a una situación insostenible. En este punto puedes privatizar las pensiones o, si las mantienes públicamente, encontrarte con una situación financiera insostenible. Con las pensiones ahora había dos posibilidades: la de Macron o la de Sánchez. Macron ha optado por decir la verdad a sus compatriotas: que no puede mantener las pensiones porque, si lo hace, tiene que subir los impuestos y las cotizaciones a los trabajadores de ahora. Plantea el conflicto y se incendia el país por dos años de aumento en la cotización. Lo que ha hecho Sánchez es empobrecer a los ciudadanos sin decírselo. Por eso es un mentiroso: se ha presentado como el que va a cuidar a los pensionistas cuando lo que hace la reforma es descargar el coste del pago de las pensiones sobre los trabajadores y empresarios actuales subiendo las cotizaciones. Como no se atreve a hacerlo mucho, lo retrasa, y dentro de unos años el que venga tendrá que empobrecer un poco más a los trabajadores. Es posible que le salga bien, que no tenga que pagar coste político. Sánchez miente, y de momento no ha incendiado las calles, lo cual significa probablemente que la izquierda y los sindicatos están de acuerdo en que se castigue a los trabajadores con más cotizaciones. Las grandes víctimas de todo este sistema socialista son los autónomos: nadie les ha defendido; ni la CEOE, ni ATA… Ahora se quejan, pero demasiado tarde.
–Cuando se habla de intervencionismo, es fácil pensar en China, que está llamada a convertirse en la primera potencia mundial. ¿El intervencionismo funciona en ese caso?
–¿Qué es exactamente el régimen chino? Es una dictadura comunista, que funciona como tal, pero los dictadores pueden tener políticas económicas muy distintas. Pensemos en España. Fue una dictadura distinta hasta el año 59 y después de él. En aquel año un grupo de economistas dijo a Franco que la economía no funcionaba, él les dio el visto bueno a abrirla y el país experimentó una prosperidad espectacular. Los chinos decidieron no asesinar a millones de trabajadores a partir de las reformas de Deng Xiaoping y respondieron. Estados Unidos tiene mucho intervencionismo, pero comparado con China, es un paraíso de la libertad. En cuanto a las predicciones, ojo con ellas. Hace años se decía que Japón iba a convertirse en la primera potencia del mundo. La realidad es que Estados Unidos sigue teniendo las empresas más importantes del planeta, que son distintas de las que había hace unos años. Antes eran General Motors, Ford... Y ahora son Apple, Google... Con todos sus defectos, Estados Unidos es una economía muy dinámica.
–El intervencionismo parece notarse mucho en España en la educación, que forma a los recursos humanos del futuro. ¿Le preocupa?
–Doy clases desde el año 1972. Como suelo decir, a pesar del Gobierno, los españoles han mejorado su educación: saben más idiomas, hay más posgrados, ha habido un auge de la enseñanza privada… Los españoles confían en la educación privada, matriculan a sus hijos en la concertada... No hay nada que ponga más nerviosa a la izquierda que la educación concertada, no solo porque es libre, sino porque es católica. La sociedad civil funciona. De todos modos, últimamente me llama la atención que la izquierda se fija especialmente en tres cosas: la salud mental, la dental y la educación de 0 a 3 años. No estamos mal en ese terreno, pero ahí manda la sociedad civil. Ahí se montan negocios privadamente, y con ese olfato que tenía la hiena hacia su víctima, la izquierda busca dónde hay algo privado para ir y atacar.
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