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02 de mayo de 2024

José Manuel Cansino

Las veinte palabras que protegen a la deuda española

La pregunta entonces es, si el gran comprador ya no ejerce como tal, ¿qué mantiene casi fija la prima de riesgo española?

Actualizada 04:30

En la noche del 16 de septiembre de 1992 Norman Lamont -ministro de economía británico- anunciaba que la libra esterlina abandonaba el Mecanismo de Cambios Europeo. Para la mayor parte de los expertos esto se consideró una victoria de George Soros frente al banco central del Reino Unido -el Banco de Inglaterra-.
Aunque en la operación contra la libra Soros -a través de su fondo Soros Funds Management que gestionaba Stanley Druckenmiller– no estuvo sólo, sí demostró que los especuladores financieros internacionales al frente de grandes fondos eran capaces de doblegar la moneda de una de las principales economías del mundo forzando su depreciación. Para ello, convencidos de que la libra estaba sobrevalorada y conociendo que el Banco de Inglaterra estaba obligado a no permitir que su moneda fluctuase más allá de un +/- 6 % en torno al marco alemán, los especuladores que siguieron a Soros tomaron fuertes posiciones a corto contra la libra.
En la práctica estas operaciones a corto plazo también afectaron a otras monedas como la lira italiana. Consistían en tomar prestadas grandes cantidades de libras con el compromiso de devolverlas en un corto periodo de tiempo y pagando un pequeño precio por ese préstamo. En el interin entre el préstamo y su devolución inundaban el mercado de divisas sacando a la venta las libras en su poder. De esta forma presionaban a su depreciación sin que el Banco de Inglaterra pudiese evitarlo aunque actuase en sentido contrario a los especuladores, esto es, comprando libras en el mercado. Se estima que durante la jornada del miércoles 16 de septiembre -desde entonces miércoles negro-, los fondos de especulación pusieron a la venta unos 10.000 millones de libras mientras que el Banco de Inglaterra apenas compró unos 1.000 millones.
La maniobra se cerró cuando los gestores de los fondos de especulación compraron tantas libras como habían tomado a préstamo para así devolverlas puntualmente pero, eso sí, habiéndolas comprado a precios más bajos en comparación con los precios a los que las habían vendido poco antes y embolsándose la diferencia. Al final de la jornada del miércoles negro la libra se había depreciado un 15% respecto al marco alemán y un 25% respecto al dólar.
Veinte años más tarde, a lo largo de 2012 y en plena crisis de la deuda soberana europea, la historia se iba a repetir pero su desenlace sería muy diferente. En esta ocasión los especuladores actuaban contra la deuda emitida por los países cuya prima de riesgo se había disparado. En ese año ya habían sido rescatados Grecia, Irlanda y Portugal y los especuladores tenían el foco puesto en Italia y España. El 23 de julio de ese año la prima de riesgo española alcanzó su valor máximo de 636 puntos básicos.
La deuda soberana, igual que las divisas, es un activo financiero. En este caso la operación en corto de un especulador consiste en tomar prestadas grandes cantidades de títulos de deuda soberana, esperar a que la prima de riesgo continúe subiendo (lo que técnicamente provoca la bajada de su precio), venderla masivamente cuando todavía su precio no ha caído en exceso, empujando su precio a la baja y la prima al alza, comprarla una vez abaratada, devolver los títulos puntualmente y embolsarse la diferencia. Sólo si se logra evitar la subida de la prima de riesgo se desincentiva a los especuladores. Para ello se necesita un comprador con más músculo del que tuvo el Banco de Inglaterra el miércoles negro de 1992.
Más de una década después de la crisis de deuda soberana y treinta años después de la debacle de la libra, España ha seguido aumentando su endeudamiento -crisis de la COVID 19 de por medio- desde los más de 689 mil millones en julio de 2012 hasta los 1,5 billones de euros en mayo de este año. El endeudamiento es mucho mayor si se toma la cifra del total de pasivos en circulación emitidos por las Administraciones Públicas; más de 1,9 billones. La diferencia entre ahora y lo que ocurría aquel lejano julio es que desde marzo de 2023 el gran comprador de deuda soberana, precisamente el que garantizaba que la prima de riesgo se embridase, ha frenado su ritmo de compras a los estados.
La pregunta entonces es, si el gran comprador ya no ejerce como tal, ¿qué mantiene casi fija la prima de riesgo española? La clave siguen siendo las veinte palabras en inglés que pronunció el entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en Londres ante una conferencia de inversores a los que intentaba convencer; «The ECB is ready to do whatever it takes to preserve the euro. And believe me, it will be enough» (El BCE hará todo lo que sea necesario para proteger al euro. Y, créanme, eso será suficiente”).
Aunque ahora se haya frenado el ritmo de compras de deuda, cualquier analista informado sabe que el BCE selecciona sus compras poniendo el foco en los países con mayor riesgo. Se evita así lo que técnicamente se llama fraccionamiento del riesgo. Precisamente a los país más endeudados les va a exigir también un mayor esfuerzo de control del déficit público pues entre las veinte palabras de Draghi y el cobro de los peajes por las autovías, apareció el fantasma que siempre nos visita cuando el dinero sobre abunda; la inflación.
José Manuel Cansino es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino

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