El apagón informativo de China
Las lecturas simples para problemas complejos no suelen ser de ayuda
Aunque la errática política de la administración Trump II llene horas de noticias y tertulias periodísticas pareciendo que el «hacer a América grande otra vez» es un logro fulminante, China continúa su fortalecimiento y expansión comercial. Lo hace, hasta ahora, utilizando el desvencijado orden multilateral basado en reglas que EE.UU. diseñó para liderarlo él.
Al final de la II Guerra Mundial, la economía de EE.UU. representaba el 50 % del PIB mientras que China apenas aportaba el 1 %. Hoy las cifras al virado a un empate en el 20 %. Desde otra perspectiva, el PIB chino equivale al 68 % del estadounidense, muy superior al logrado por la extinta URSS en la década de los 70 del siglo pasado con una cota máxima del 40 %.
La cuestión en la mente de muchos analistas de toda índole es si China hubiese logrado este progreso con un sistema político asimilable a las democracias liberales al uso en Occidente, con sus diferentes niveles de imperfección. Desde luego, puestos a forzar las cosas, hay quien ve en esto el origen de los movimientos políticos iliberales que se extienden ampliamente. No coincido con los que así piensan pero sí con los que señalan como origen los fallos de las democracias liberales y del citado orden multilateral tramposo posterior a la segunda gran guerra. De hecho la magnitud de estos fallos –y España no parece escaparse– no apartan a este sistema de los que se denuncian como iliberales.
Pero volviendo a los anuncios y enmiendas a los aranceles que tanto está explotando el presidente Trump, no es en absoluto correcto atribuirle el liderazgo en la vuelta al proteccionismo. El ascenso de los aranceles y otras prácticas restrictivas del comercio emerge desde el estallido de la crisis financiera de 2008. En tiempos de crisis, casi todos los gobiernos abrazan las políticas proteccionistas más con el ánimo de aplacar las protestas internas que superar las crisis. Los propios EE.UU. tras el crack de 1929 son un ejemplo de estas prácticas y de otras ahora tachadas de populistas como subir los impuestos a los ricos.
China se oportunamente de Occidente para sacar de la pobreza en muy poco tiempo a más de 400 millones de personas
La crisis pandémica de 2020 fue una vuelta de tuerca sobre la de 2008. Fue entonces cuando el mundo occidental (que no es sólo el que se ubica así geográficamente) descubrió que el orden multilateral posterior a la segunda gran guerra había promovido una deslocalización industrial de tal magnitud que no se disponía ni de mascarillas, ni de equipos de protección integral, ni de respiradores. Occidente había alquilado la producción industrial al sur de Asia y la defensa a EE.UU. China se había aprovechado oportunamente de lo primero y sacó de la pobreza en muy poco tiempo a más de 400 millones de personas. Algo que impresionó al presidente indio Modi hasta el punto de replicarlo en buena medida primero en el estado que dirigía y luego en el conjunto de la India.
La nueva ruta de la seda, a pesar de los importantes retrasos acumulados, no abre los informativos como sí lo hace el presidente Trump, pero continúa su desarrollo adhiriendo a nuevos países. Sólo en Hispanoamérica ya son 22 los países adheridos. La ruta está sólidamente diseñada. Basta analizar el denominado doble collar de perlas para observar cómo las bases militares norteamericanas en el Indopacífico tienen ubicaciones simétricas a las desarrolladas por China, no sólo en sus emplazamientos militares sino también en los puertos cuya gestión controlan.
Lo de China es una versión muy elaborada de imperio depredador
Mientras EE.UU. se repliega del mundo –los casos de Siria e Iraq son previos a la victoria de Trump–, China sigue con su política de financiar infraestructuras por doquier a cambio de garantizarse el acceso a los recursos, a los mercados y a la opinión pública que agradece entregar su riqueza a cambio de carreteras, campos de fútbol y hospitales. Tomando prestado el término del recordado filósofo Gustavo Bueno, lo de China es una versión muy elaborada de imperio depredador. Tan elaborada que los dolientes lo perciben como un imperio generador propio del desarrollado por la España de su tiempo.
A pesar de todo, el ascenso de China no está libre de interrogantes. Un buen ejemplo es su retraso en el desarrollo de la ruta de la seda; pero no es el único. El gigante asiático mantiene doce conflictos territoriales abiertos con sus vecinos. Tiene, además, dos pugnas soterradas con Rusia; el control de las rutas del Ártico y la influencia en las exrepúblicas soviéticas de centro Asia.
Sin duda, el orden multilateral basado en las reglas e instituciones promovidas por EE.UU. está en crisis y la parálisis de la Organización Mundial de Comercio es un buen ejemplo. Lo que no sabemos es hacia donde camina el mundo, acaso a un equilibrio diferente al bipolar de la guerra fría. Hoy no hay un sustrato ideológico sobre el que alinearse en uno u otro bloque, hay diferentes actores con peso específico y, entre ellos, intenta colarse la Unión Europea. Con poco éxito hasta el momento, hay que decirlo, aunque para atribuir el fracaso siempre se recurra a Hungría como causa de todos los males que se derivan de la regla de la unanimidad, una regla impuesta cuando este país ni estaba, ni se le esperaba. Las lecturas simples para problemas complejos no suelen ser de ayuda. Ni para China, ni para Europa.
José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino