Cómo España ha normalizado la corrupción
La lacra del crimen en sus diferentes grados, acompaña a la Humanidad permanentemente
«En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. Estáis en un país donde el trabajo y el talento son un crimen». Era el 23 de Octubre de 1920, y Valle Inclán comenzaba a publicar por entregas «Luces de Bohemia». El éxito mediante el robo era ya aceptado con resignación en la España de hace más de un siglo. Pero no acaba ahí la cosa.
«Todo se hace por dinero; la honra, la virtud y la ley se venden.» Ahora es Fernando de Rojas, en «La Celestina», quien se hace eco de la misma ruta hacia el éxito económico en 1499, justo acelerando el tránsito entre Medievo y el Renacimiento. Aún hay más y más explícito; «El dinero es poderoso: mucho puede el buen dinero. Jueces compra, y abades, y obispos y caballeros.» Ahora es Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, quien lo escribe en «El Libro de Buen Amor» publicado entre 1330 y 1343.
También los discípulos de Confucio, muchos años antes de la llegada de Jesucristo lo tenían claro en la que, a pesar de estas prácticas, era la economía más poderosa del Planeta. «Si el príncipe es recto, su pueblo también lo será. Pero si busca el beneficio personal, sus ministros harán lo mismo» (Analectas, Libro XII, 17. Siglo s. V a.C.). La corrupción y el atajo ilícito hacia el enriquecimiento, ha acompañado a la Historia de la Humanidad y las diferentes civilizaciones desde siempre.
Lo que ha ido cambiando ha sido la difusión pública de las prácticas corruptas; desde las conversaciones de viaje entre los portadores de mercancías en la ruta de la seda, a los corrales de teatro hasta las plataformas televisivas. Como la guerra, el crimen acompaña al ser humano por encima de banderías políticas y credos. Acaso la moral y los mecanismos de contrapeso, incluidas las revueltas, han servido para graduar la extensión de estas lacras pero sin llegar a extinguirlas.
Lo que parece no extenderse es la reprobación social de las mismas. No me refiero sólo a retirar el aplauso al pillo o al ladrón sino al insignificante daño reputacional que causa en las empresas que incurren en la práctica del soborno. De manera similar a como el defraudador levanta la curiosidad de los que apechugan con sus impuestos lamentándose de no tener la misma pericia, se normaliza el pago de sobornos como parte del marco impuesto a las empresas para poder seguir operando. El foco mediático de los audios que llevamos oyendo días sobre la trama urdida –según la UCO– por el Secretario General del PSOE, no se pone también sobre quien paga sino, únicamente, sobre quien diseña la trama criminal. No hay una lista de empresarios justos que la sociedad sepa distinguir por su valiente negativa a someterse a las extorsiones.
Probablemente, la reprobación social de las malas prácticas y el reconocimiento, igualmente social, de las buenas, cambiarían de tener más claro lo que sabemos objetivamente sobre la relación entre la calidad de los gobiernos y el grado de bienestar de los ciudadanos.
La literatura especializada nos pone a disposición una larga lista de evidencias empíricas. Permítanme destacar tres.
Justo antes de doblar el siglo pasado, en 1999, Rafael La Porta y otros tres investigadores económicos publicaron un análisis de más de 100 países examinando cómo las instituciones gubernamentales afectaban al desarrollo económico y social. Estos economistas, analizando la información publicada por el Banco Mundial, concluyeron que los países con sistemas legales más eficientes, menor corrupción y gobiernos más efectivos tendían a tener mayores niveles de ingreso per cápita, mejor educación, y mejor salud pública.
En 2008 los profesores John F. Helliwell y Haifang Huang de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá publicaron una investigación avalando que la percepción de un gobierno justo y competente influía directamente en el bienestar emocional y psicológico de la población. Unos hallazgos de particular relevancia para nuestro país en el que casi el 29 % de la población tiene algún problema de salud mental.
Más recientemente, en 2012, los galardonados con el Premio Nobel de Economía de 2024, Daron Acemoglu y James A. Robinson publicaron su célebre «¿Por qué fracasan las naciones?». Los resultados de su trabajo indicaban que los países con instituciones que reparten el poder y protegen derechos generan mayor bienestar, innovación y estabilidad, mientras que los regímenes autoritarios o clientelistas perpetúan la pobreza y el estancamiento.
La lacra del crimen en sus diferentes grados, acompaña a la Humanidad permanentemente. La capacidad de amar y de odiar son consustanciales a nuestra naturaleza. El discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal, lo que contribuye o desgasta al bien común, es lo que debe informar el camino a tomar por la sociedad; en la perspectiva de analizar los problemas, en el fortalecimiento de las instituciones que nos protegen eficazmente de los criminales y en la elección de los servidores públicos. También ayuda el reconocimiento público a los responsables de las empresas que, habiendo sido extorsionadas, tuvieron la valentía y honorabilidad de no transgredir la ley.
- José Manuel Cansino. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino