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Sara Aagesen, una buena vicepresidenta para Sánchez y una mala ministra para España

La actuación más lamentable de la titular de Transición Ecológica tiene que ver con el apagón del 28 de abril, del que seguimos esperando una explicación oficial tras cuatro meses

Cuentan en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) que Sánchez no quería nombrarla vicepresidenta tercera del Gobierno porque eso le ponía en una situación incómoda con Carlos Cuerpo, que se tuvo que conformar con ser ministro cuando Nadia Calviño se fue al Banco Europeo de Inversiones (BEI). Pero Teresa Ribera supo jugar mejor sus cartas y le convenció para dejar a su secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, en el mismo puesto que ella tenía antes de tomar posesión como vicepresidenta primera de Úrsula Von der Leyen en Bruselas.

Han pasado nueve meses y en Moncloa no pueden estar más satisfechos con el desempeño de esta ingeniera química especializada en medio ambiente, de intachable trayectoria profesional antes de que Ribera la fichara para su gabinete. El día que anunció el nombramiento, Pedro Sánchez dijo de ella que combinaba «rigor y conocimiento experto, cualidades esenciales para liderar un ministerio clave en la estrategia del Gobierno». Se le pasó mencionar que también estaba dispuesta a priorizar la ideología sobre la gestión y a defender los intereses del sanchismo con la eficacia que lo está haciendo. Con un tono siempre moderado, eso sí, y cara de no haber roto un plato.

En una legislatura tan endiablada como la actual, ese estilo le viene de perlas al Ejecutivo. Por eso no paran de promocionarla. El último CIS de Tezanos le sitúa como la tercera ministra más valorada, después de Margarita Robles y Carlos Cuerpo, que lo mismo que ella, tampoco tienen carné del PSOE. Como si eso fuera garantía de independencia, ¿verdad? «Nadie sabe qué pasa por la cabeza del presidente, pero si hubiera crisis de Gobierno, los que tienen menos papeletas para salir son los nuevos, Aagesen y Cuerpo que, además, han congeniado y se llevan de maravilla».

Me lo dice alguien que trabaja en un organismo de la órbita del Miteco y que siente aprecio por su titular. Hasta el punto de aplaudir el papel que ha desempeñado en los incendios de este verano: «Hace bien en no entrar en el cuerpo a cuerpo con el PP por las competencias y las cifras. Eso no le corresponde a ella. Su discurso es coherente respecto a la emergencia climática y todos los esfuerzos que se están haciendo para paliar sus efectos». Cabe objetar a eso que el de emergencia climática es un concepto político, no científico. Y que la comparecencia que protagonizó la sucesora de Ribera la semana pasada en el Senado, resultó más que decepcionante. Se limitó a defender los recursos puestos a disposición de las comunidades autónomas sin aportar ni un solo dato nuevo. Y a acusar de negacionistas, por supuesto, a todos los que no compartimos el pensamiento único «progre». Si no fuera por la bronca que le echó una senadora del BNG por decir Orense en vez de a Ourense, la intervención de Sara Aagesen en la Cámara Alta habría pasado sin más pena ni gloria.

«¿Va a visitar usted alguna de las zonas incendiadas?», le preguntó un periodista de la SER el pasado 13 agosto, cuando el fuego ya se había cobrado dos vidas y medio país llevaba ardiendo unos cuantos días sin que la responsable de Medio Ambiente hubiera dado señales de vida hasta ese momento. «Si mi presencia es necesaria, estoy disponible», respondió, retrotrayendo a las bochornosas declaraciones de Sánchez cuando la dana. Escuchar para creer. Siete meses tardó la titular del Miteco, a todo esto, en presentar a las víctimas su plan «para la mejora de la resiliencia frente a las inundaciones», dotado con una inversión inicial de 530 millones de euros. Aunque para retraso, el que acumulan las ayudas, ya que el Gobierno apenas ha dado a los valencianos el 37 % de los 16.600 millones comprometidos tras la riada.

En todo caso, la actuación más lamentable de Aagesen tiene que ver con el apagón que sufrimos el 28 de abril. Se acaban de cumplir cuatro meses de aquel fatídico lunes y seguimos esperando una explicación oficial. Por mucho que a estas alturas los españoles tengamos más claro que el agua que Red Eléctrica no gestionó la programación de las centrales como debía. ¿A qué espera Aagesen para reconocer que fue eso lo que disparó la vulnerabilidad del sistema? ¿Seguirá haciendo el ridículo para proteger a Beatriz Corredor cumpliendo órdenes de Sánchez y Zapatero? ¿Volverá a mirar para otro lado en la comisión de investigación que echa a andar en el Senado el jueves?

Las eléctricas insisten en que el cambio de estrategia emprendido por el operador supone una rectificación en toda regla. Y la confirmación, por tanto, de que se cometieron demasiados errores en las jornadas previas al apagón. Otra cosa es que no esperen demasiado de la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ni en esto ni en la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares. «La hoja de ruta sigue siendo la misma; mantenemos el calendario de cierre acordado en 2019», afirmaba recientemente Aagesen. Como si en los últimos seis años los mercados de energía no hubieran cambiado radicalmente por la pandemia, la guerra en Ucrania, la proliferación de los centros de datos y un etcétera interminable.

Mas ella sigue en sus trece. Para eso es la vicepresidenta más presentable del Gobierno. Y hasta la favorita de Sánchez, si le apuran, por delante de las inefables, María Jesús Montero y Yolanda Díaz.

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